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La esperanza que nos da monseñor Álvarez

La fuerza de la Iglesia radica fundamentalmente en la tradición, en los valores y especialmente en la fe de su pueblo

Es derecho de cada nicaragüense católico escuchar a monseñor Rolando Álvarez o a monseñor René Sándigo

Tomás Rodríguez

15 de agosto 2022

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Lo sucedido en Matagalpa, el jueves 4 de agosto de este año, quedará en el recuerdo de los nicaragüenses y es digno de escribir una epopeya, porque es la acción de un héroe que encarna los valores de un pueblo y en donde interviene lo sobrenatural. Vimos salir a monseñor Rolando Álvarez, obispo de Matagalpa, con un poderoso símbolo en sus manos, la custodia del Santísimo Sacramento, símbolo que ha congregado a los católicos nicaragüenses y del mundo a celebrar cada jueves en actitud de oración y recogimiento. La imagen de monseñor Álvarez arrodillado con el Sacramentado en sus manos rodeado de un ejército de policías no se nos borrará de la memoria, simboliza el enfrentamiento de la fuerza de la fe contra las fuerzas de las armas.

Digamos algo a cerca del héroe. Monseñor Álvarez, desde la masacre de 2018, se ha convertido en una de las voces más beligerantes en la defensa de los derechos humanos, desde el púlpito ha señalado las iniquidades, las injusticias y los crímenes en contra de la población. Las radios de la diócesis eran las difusoras de esas palabras y eso genera temor y odio en los operadores de la dictadura. No es la primera vez que monseñor Álvarez sale con el Santísimo en defensa de los oprimidos, lo recordamos acudiendo a Sébaco en 2018 en procesión para detener la masacre que querían perpetrar la policía y los paramilitares. Vimos a la gente saliendo de sus casas siguiendo aquel símbolo como única defensa. La fe mueve a un pueblo, le da la confianza de que todo es posible, de que hay una fuerza que los protege y que incluso dar la vida significa salvación. Por eso la dictadura teme a la Iglesia, teme a monseñor Álvarez y sobre todo teme al pueblo.

“Respete la Patria”, aquella frase famosa dicha por monseñor es también un hito con un gran carácter simbólico. La patria es el lugar al que pertenecemos, que nos da identidad y al que estamos vinculados por lazos afectivos. Esa patria ha sido irrespetada, se ha masacrado a su pueblo, se han atropellado sus símbolos, ya no se puede enarbolar libremente por la calle la bandera nacional, las contiendas electorales han sido una burla y se quiere convertir el territorio nacional en la finca privada de una familia. Hay que respetar la patria en el más profundo sentido respetar a su pueblo.

Cerraron y confiscaron las radios católicas en un intento de acallar las voces de la Iglesia como la de monseñor Álvarez, se quiere impedir la difusión de la denuncia de la injusticia, que desde el púlpito machaca día a día, misa tras misa, como gota de agua que desgasta la piedra, penetrando en la mente de los oyentes, creyentes o no. Como decía San Romero de América: “la Iglesia es la voz de los sin voz”. El pueblo quiere oír buenas noticias, la buena nueva, está pendiente de aquellos que, en medio la represión, aún pueden hablar. Le cerraron las radios, pero monseñor Álvarez transmitió por Facebook Live y recibió más de 70 000 'likes' y más de 45 000 comentarios, todos pidiendo por él, agradeciéndole, dándole ánimo y bendiciéndolo, no eran troles como los de la dictadura, era desde la anciana piadosa hasta el joven irreverente y ateo que me pidió escribir este artículo. Todos esperamos que los perseguidos se escondan y que estén atribulados, pero por la noche toda Nicaragua pudo ver a un monseñor jubiloso, triunfante, feliz, cantando alabanzas, había vencido el cerco policial y la censura, todos nos alegramos con él porque también era nuestro triunfo. Con el acto de obispo tembló la dictadura y ahora lo tienen secuestrado junto a sus sacerdotes, una muestra más del temor que les provoca.


La dictadura ataca a monseñor Álvarez, pero pensar que la fuerza de la Iglesia radica en su organización jerárquica es un error. La fuerza de la Iglesia radica fundamentalmente en la tradición, en los valores y especialmente en la fe de su pueblo. Incluso nuestro calendario está basado en la fe de que Jesucristo ha resucitado después de haber padecido la ignominia y la tortura. El pueblo siempre espera resucitar, vencer las oscuras sombras de injusticia y la muerte. El pueblo espera que los muertos de abril, la persecución, la tortura y el secuestro en las cárceles den paso a un cambio. La dictadura le tiene miedo a la oración y aquellos que la practican, como las monjitas Misioneras de la Caridad. Saben que la oración tiene poder, pero no entienden en qué reside ese poder, creen que es magia como la brujería a la que se aferran. La fuerza de la oración radica en la movilización de los corazones de los creyentes. Hay una frase popular que dice “la Iglesia siempre ve pasar los féretros de sus enemigos”, confiamos que así será.


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Tomás Rodríguez

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