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Metáforas en el debate constitucional en Chile

Estas metáforas de diferentes tipos de familia se contraponen en la vida política: el padre estricto y la madre cariñosa

Ciudadanos participan en una concentración en apoyo a la opción del rechazo al plebiscito constitucional que tendrá lugar en Chile el próximo 4 de septiembre. Foto: Efe/Alberto Valdés

Pablo Policzer

4 de agosto 2022

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Un aspecto poco examinado en el debate sobre la nueva Constitución que se ha propuesto en Chile es la tensión entre dos metáforas opuestas en la vida política. El lingüista George Lakoff plantea que buena parte de la política gira en torno de, no un intercambio racional de ideas, sino de conflictos entre valores ético-morales distintos de cómo constituir la familia.

Por un lado, buena parte de la filosofía conservadora se puede resumir mediante la metáfora del padre estricto. Desde esta perspectiva, un buen padre impone su autoridad con el fin de inculcar la disciplina personal en sus hijos. Sus premios y castigos imponen límites, y generan respeto por la autoridad en la primera instancia, pero eventualmente también por el prójimo. Lo mismo hace un buen Estado, castigando transgresiones y premiando la autodisciplina de sus ciudadanos, por ejemplo, a través de un fuerte grado de autonomía en la esfera personal y en la económica.

Por otro lado, buena parte de la perspectiva progresista liberal se puede resumir a través de la metáfora de una madre cariñosa. La frase de Lakoff en inglés es nurturing parent, que no tiene género o traducción precisa al español (idioma que, a su vez, obliga la distinción de género), pero queda claro el sentido femenino de protección, contrapuesto al masculino de disciplina. Desde esta perspectiva, tanto en la familia como en la vida política, los valores fundamentales son la empatía, la justicia y la protección, mucho más que la disciplina o el castigo.

Estas metáforas de diferentes tipos de familia se contraponen en la vida política. Para el padre estricto que busca criar individuos responsables con un alto grado de autonomía, es inmoral premiarlos por algo que no han merecido a través de su propio esfuerzo, o quitarles algo que han ganado a través de su mismo esfuerzo. Para la madre cariñosa, es importante que tanto los hijos como los ciudadanos se traten de manera justa entre ellos, lo cual a menudo requiere corregir injusticias y discriminaciones históricas entre clases, sexos, minorías u otros grupos. Permitir la continuación de la discriminación o el sufrimiento es inmoral.


Entendiendo estas metáforas, ¿cabe duda alguna de lo que está en juego en Chile? La Constitución de 1980, aun con todas sus modificaciones, es una fiel representación del padre estricto, cuya máxima expresión es la figura de Pinochet. La nueva Constitución propuesta por la Convención Constitucional ejemplifica los valores de la madre cariñosa. El diseño mismo de la Convención (con paridad de género y escaños reservados para pueblos indígenas) busca corregir injusticias históricas, metas que se incorporan en el texto de la propuesta constitucional. No deja de llamar la atención que todos los expresidentes que han criticado el nuevo texto sean hombres, mientras que la expresidenta que ha declarado firmemente su apoyo a favor de la nueva Constitución sea una mujer.

Las declaraciones recientes de Michelle Bachelet también llaman la atención por haber puesto el énfasis en una dimensión clave en la política: la emocional. Buena parte del debate hasta ahora se ha enfocado en los méritos del texto desde lo racional, refiriéndose a sus diferentes artículos, para defenderlos o criticarlos, dependiendo del punto de vista.

Pero el lado Apruebo haría bien en seguir el camino marcado por la expresidenta Bachelet en su referencia a la canción de Pablo Milanés, que la propuesta constitucional “No es perfecta, mas se acerca / A lo que yo simplemente soñé”. Una alusión poética simple, potente y profundamente emocional. Y en su carta del 23 de julio, Bachelet hace alusiones similares al escribir: “Como mujer veo … que décadas de injusticia se pueden dejar en el pasado”, y que Chile es un país unido que “llama a ser protegido por una misma solidaridad”.

También le ayudaría al Apruebo entender que, si bien es legítimo y necesario criticar el largo legado histórico de Pinochet, algo que la nueva Constitución busca por fin sepultar, la metáfora del padre estricto no solamente sigue vigente con fuertes raíces, sino que tiene un aspecto válido en cuanto a inculcar responsabilidad personal. Lakoff plantea además que el conservadurismo entiende mejor la dimensión emocional de la política que el progresismo, que frecuentemente cae en interminables debates desde lo racional.

Las declaraciones de Michelle Bachelet no son solamente una crítica al Rechazo, sino también un llamado de atención al Apruebo; a mejor enfatizar la dimensión emocional, más allá de las discusiones racionales ancladas en lecturas del texto que han caracterizado buena parte de la campaña hasta ahora. Aunque la expresidenta no lo haya planteado de esta forma, eso implica no solamente aludir a los anhelos y esperanzas de dejar atrás las injusticias del pasado, sino también entender mejor y validar el miedo a cambios posiblemente profundos.

Por su parte, el lado Rechazo haría bien en mejor transparentar sus propios miedos, una motivación emocional clave en buena parte de su campaña. Ese miedo a veces se expresa como rabia, o aun odio, pero nombrar las emociones ayuda a domarlas. También ayudaría entender mejor que los anhelos de justicia para corregir discriminaciones históricas de largo trayecto en Chile no son irresponsabilidades “octubristas” que pretenden premiar a quienes no lo merecen, sino que están anclados en fundamentos éticos igualmente profundos, legítimos y válidos. Con todas sus imperfecciones, como Michelle Bachelet reconoce, la propuesta constitucional se acerca a los sueños de buena parte del país.

La vida política, tal como la vida familiar, no es fácil. El conflicto entre diferentes perspectivas a menudo es agudo. Pero los padres y las madres también pueden reconciliarse. Hacerlo no significa necesariamente volver a los papeles masculinos y femeninos de una familia tradicional. Una metáfora es simplemente eso, un ideario que puede traducirse de diferentes formas en la práctica. Tanto hombres como mujeres tienen cabeza y corazón. Los hombres han sido grandes luchadores contra la injusticia, y las mujeres, defensoras de la disciplina y la responsabilidad personal.

Para la reconciliación es necesario entender no solamente qué hay detrás de las posturas del otro lado, sus valores éticomorales, sino también lo que señala Michelle Bachelet y lo que plantean figuras como George Lakoff: que lo político se fundamenta tanto en lo emocional como en lo racional.


*Profesor Asociado de Ciencia Política en la Universidad de Calgary, Canadá. Es Doctor en Ciencia Política del Massachusetts Institute of Technology (PhD). Especializado en política comparada.

 **Artículo publicado originalmente en Latinoamérica21.

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Pablo Policzer

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