1 de agosto 2022
El politólogo Daniel Zovatto, director regional de IDEA, considera que el retiro del beneplácito al embajador de Estados Unidos, Hugo Rodríguez, era una “acción esperable”, de parte del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo que está “elevando el pulso” en el conflicto con Estados Unidos”, pero provocará “un endurecimiento” de la Administración de Joe Biden.
En una entrevista con Esta Semana y CONFIDENCIAL, Zovatto afirmó que la crisis de Nicaragua “se ha desplazado del centro de la agenda internacional a la periferia”. La recuperación de la democracia es un proceso de mediano y largo plazo. “No es una carrera de 200 metros, hay que prepararse para un maratón”, advierte.
La dictadura Ortega-Murillo le retiró el beneplácito al nuevo embajador de Estados Unidos, Hugo Rodríguez, porque en una audiencia ante el Senado él cuestionó las violaciones a los derechos humanos en Nicaragua. ¿Qué consecuencias tiene este deterioro de las relaciones con Estados Unidos, que además es el principal socio comercial de Nicaragua, en la crisis política del país?
Yo creo que esta decisión, de quitarle el beneplácito al embajador designado de Estados Unidos, Hugo Rodríguez, era esperable. En el 43 aniversario de la Revolución Sandinista, Daniel Ortega dijo que no iba a llevar adelante ningún tipo de negociación con Estados Unidos porque era echarse la soga al cuello. Y en la audiencia que hizo Hugo Rodríguez ante el Senado, su crítica fue muy clara en materia de las graves violaciones a los derechos humanos que tienen lugar en Nicaragua, y el deterioro de la democracia. Él fue muy enfático en decir que esto no constituía ningún tipo de injerencia en los asuntos internos, que lo que estaba haciendo era exigir el cumplimiento de la Carta Democrática Interamericana. Pero, el canciller (Denis) Moncada, salió a decir que era una injerencia en los asuntos internos, cosa que ya sabemos cómo reacciona la dictadura y que, por lo tanto, no le iban a dar el beneplácito.
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Esto eleva el pulso de la dictadura con Estados Unidos, que ya venía calentándose en las últimas semanas: (más) personas incluidas en la lista Engel; sacar a Nicaragua de la cuota de importación de azúcar en Estados Unidos; (posibles) sanciones a la minería, que van a afectar la exportación de oro; y yo creo que vamos a ir viendo un mayor endurecimiento, en las próximas semanas y meses, de Estados Unidos respecto de la dictadura.
Después de la farsa electoral de noviembre del año pasado, en Nicaragua se ha vivido una radicalización del régimen Ortega- Murillo, se han eliminado más de 1100 organizaciones no gubernamentales y se mantiene la persecución indiscriminada, que ha producido una nueva ola migratoria masiva hacia Estados Unidos y Costa Rica, y también tiene consecuencias y malestar económico, pero se mantiene intacto el estado policial. ¿Es posible una salida política a mediano plazo?
En el recorrido de la dictadura en los últimos cuatro años, lo que hemos visto es cada vez mayor endurecimiento y mayor represión. La represión de abril de 2018, con más de 325 jóvenes asesinados; después el régimen trató de buscar algún tipo de arreglo, la OEA y el secretario general (Luis Almagro) consideraron que podía abrirse algún tipo de negociación de cara a las elecciones del año pasado, cosa que todos sabíamos que eso era una patraña, que eso era ganar tiempo para superar ese difícil momento que atravesó el régimen dictatorial de Ortega, quizás el más complejo de los últimos 15 años.
Cuando recuperó oxígeno llevó adelante más represión, más estado policíaco; hizo una verdadera farsa electoral; hay más de 180 pesos políticos, incluidos los siete principales candidatos; ha ido cerrando todos los espacios cívicos, con este cierre de más de 1000 organizaciones de todo tipo; y a su vez, manoteó, tomó posesión de las pocas alcaldías que quedaban en manos de la oposición, con lo cual fue cerrando absolutamente todos los espacios, y construyendo este régimen de partido único, una suerte de Corea del Norte.
Están construyendo, a la vista de la comunidad internacional, un régimen como nunca habíamos visto, similar al de Corea del Norte, basado en una dinastía familiar. Ni Cuba está ahora en este momento, o sea, en última instancia Fidel (Castro) murió, Raúl cedió, al menos formalmente, a (Miguel) Díaz-Canel, parte del poder; no lo vimos en Venezuela entre (Hugo) Chávez, ahora está (Nicolás) Maduro, que tiene que negociar con varios de los miembros de del chavismo.
Esta brutal concentración de poder, con absoluta impunidad, en tan solo un período de cuatro años, no registra ningún antecedente en nuestra región; y eso es lo grave, porque frente a esto América Latina sigue teniendo una actitud de mucha tibieza, lo vimos de cara a la reciente Cumbre de las Américas, donde no solamente no se condenó al régimen de Daniel Ortega, sino que se criticó la posición del presidente Biden de no invitar, entre otros, al dictador Ortega. Entonces, la situación es de máxima complejidad.
El régimen, sigue siendo condenado por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, por el alto comisionado de Derechos Humanos de la ONU, pero, por el otro lado, hay una parálisis en la Organización de Estados Americanos, hay un estado total de impunidad. ¿Puede la comunidad internacional, al margen de la OEA, Estados Unidos, Canadá, otros países latinoamericanos, incidir en esta crisis de impunidad que hay en Nicaragua, para restaurar las libertades básicas?
Yo siento que estamos entrando en un momento delicado porque se perdió ese ambiente que se había creado, de mucha crítica y de mucha presión, consecuencia del encarcelamiento de los principales líderes de la oposición, de la farsa electoral y del robo de las elecciones.
Entre noviembre y diciembre del año pasado, quizás fue el mejor momento para la oposición y para los grupos democráticos, para poner toda la presión sobre el régimen. Pero, está ocurriendo lo que yo me temía, en un mundo donde hay crisis sucesivas, y estas se van acumulando. No terminamos de salir de la pandemia, ya vino la crisis en Ucrania; no terminamos la crisis en Ucrania y ya tenemos el tema de la inflación y del aumento del costo de vida, que está poniendo en jaque a varios de los Gobiernos democráticos en la región.
El tema de Nicaragua de nuevo comienza a desplazarse, del centro de la agenda, a la periferia; el segundo peligro, es la esquizofrenia que existe en nuestra región. Es decir, por un lado vos tenés órganos que condenan a un régimen, que es una dictadura asesina, violadora de los derechos humanos; ahí está la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, las violaciones a la libertad de expresión, tenés todas las denuncias de los organismos de derechos humanos.
Pero, por el otro lado, desde el punto de vista político, hay una división muy compleja dentro del sistema interamericano, donde hay países que siguen tolerando y apoyando a Ortega, o al menos no condenándolo con la firmeza que deberían; y a su vez, tenés organismos financieros internacionales que le siguen dando los recursos a la dictadura, el caso más reciente es el del Banco Mundial, cuyo crédito, pese al voto en contrario de varios países, incluido el de Estados Unidos, se terminó aprobando.
Y, de manera particular me preocupa, y quiero denunciarlo de nuevo públicamente, el papel indigno del presidente del Banco Centroamericano de Integración Económica, el hondureño (Dante) Mossi que, en una entrevista reciente que vi de Canal 12, alaba y considera espectaculares los logros alcanzados por el régimen dictatorial de Ortega y Murillo. Esta esquizofrenia de, en ciertos ámbitos condenarlo, en otros ámbitos, mirar para el costado, y en otros ámbitos seguirle dando los recursos, es lo que está dándole el oxígeno a Ortega para seguir violando los derechos humanos, y consolidando su régimen de partido único con total impunidad.
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¿Se puede quebrar ese impase o esa parálisis? ¿Estados Unidos, la Unión Europea, los países de América Latina, que sí se han pronunciado de manera consistente sobre esto, pueden tener una incidencia o se va a prolongar con impunidad a la dictadura de Ortega?
Lamentablemente, estamos en un momento muy difícil, pero en los momentos difíciles, uno pone a prueba la resiliencia. Salir de estos regímenes dictatoriales y recuperar la democracia no es una carrera de 200 metros; esto es como una maratón de 42 kilómetros, es un proceso de mediano y largo plazo, en el que hay que prepararse adecuadamente, con mucha perseverancia.
Hay que generar una estrategia que permita evitar que la desesperanza sea la que termine ganando y uno termine bajando los brazos, diciendo: “Bueno, vamos a aceptarlo porque no hay nada que hacer”. Sí, hay mucho que se puede hacer, pero hay que ser consciente de que es de mediano y largo plazo, y va a requerir mucho sacrificio, mucho más del que actualmente se está experimentando.
Y lo importante es la unión de todos los grupos opositores a esta dictadura. Aquí, enemigo hay uno solo, es el régimen autoritario de los Ortega-Murillo. Lo demás, pueden ser diferencias que hay que poner de lado. Lo importante es la unidad de todos los sectores: políticos, de la sociedad civil, de los empresarios, de todos aquellos sectores que quieren recuperar la democracia, trabajar de manera muy proactiva en el plano internacional.
Incluso, creo que ahora se abre una perspectiva: la llegada de (Gabriel) Boric, en Chile; la llegada, quizás, de (Luiz Inácio) Lula, en Brasil; un nuevo presidente (Gustavo Petro) en Colombia, todos presidentes de izquierda democrática, creo que puede llegar a ayudar a generar una suerte de consenso, de que aquí no es la derecha la que le está pidiendo la salida al régimen, sino que son fuerzas democráticas de izquierda las que están trabajando de manera conjunta para buscar un escenario de salida que, en mi opinión, tiene que tener una mezcla de zanahoria y de garrote.
De zanahoria, en materia de la justicia transicional para aquellos sectores más moderados, dentro de los que apoyan en este momento a Ortega, como se ha buscado en muchas otras transiciones democráticas. Porque no se puede ir a aplicarle el garrote a todos, porque de esa manera no vas a lograr mucho, y sí, mantener una presión cada vez mayor sobre el núcleo duro del régimen, incluido, como he venido insistiendo, en la familia.
Hay que ir identificando, dentro del grupo que apoya a la dictadura, quienes estarían dispuestos, bajo el principio de justicia transicional, de ir abriendo espacios para un diálogo que ponga, en primer lugar, a todos los presos políticos en libertad, que ponga fin al estado policíaco y la violación de los derechos humanos. Y que en un proceso de mediano y largo plazo, busque una salida democrática a través de unas elecciones con plenas garantías.
Eso requiere de un apoyo muy importante de la comunidad internacional, pero incluidos los países de América Latina; requiere de un compromiso de la Unión Europea, de Canadá, pero sobre todo de Estados Unidos que tiene muchas herramientas, en el acta Renacer, para seguir apretando el cuello, y lo tiene que hacer; y a su vez, requiere de cómo se rebalancea la debilidad que hay al interior de Nicaragua para, vía el apoyo de la comunidad internacional, ir generando espacios de fortalecimiento para la confrontación del régimen autoritario.
Estas peleas se ganan desde dentro de los países, pero el apoyo desde fuera es absoluto, no solamente condición necesaria, sino también condición indispensable.