26 de julio 2022
El diario La Prensa anunció la reorganización de su redacción en el exilio, para proteger a sus periodistas de la feroz persecución policial desatada por el régimen Ortega Murillo. Se trata de un hecho sin precedentes en la historia del diario más antiguo del país, pero en el estado de total desprotección de la libertad de prensa que impera en Nicaragua, ya no queda otra alternativa que el exilio para preservar la libertad y poder seguir ejerciendo el periodismo.
La persecución se agravó el pasado 6 de julio, a raíz de la cobertura que brindó La Prensa a la expulsión ejecutada por el régimen de las 18 misioneras de la caridad, de la orden de Madre Teresa de Calcuta. Con esta nueva forma de criminalización del ejercicio del periodismo, la dictadura pretendía prohibir la divulgación de una noticia de resonancia nacional y repercusión internacional, encarcelando a los periodistas para imponer el silencio. Por el presunto delito de hacer periodismo, ahora están arbitrariamente detenidos dos conductores de La Prensa, que se suman a otros seis periodistas y directivos de medios de comunicación que han sido condenados en la cárcel en juicios espurios, mientras las casas de varios periodistas y fotógrafos fueron allanadas por la Policía con la intención de detenerlos.
Como consecuencia de esta grave escalada, en las últimas dos semanas decenas de periodistas de La Prensa y de otros medios de comunicación tuvieron que escapar del país por puntos ciegos, para resguardar su integridad física.
Esa es la realidad que vive hoy el periodismo independiente en Nicaragua, obligado a escoger entre la autocensura o el exilio, para evitar la cárcel y seguir informando en libertad, como lo hemos venido haciendo, desde hace más de un año, CONFIDENCIAL, 100% Noticias, Nicaragua Investiga, Despacho 505, Café con Voz, y otros medios de comunicación.
Reportear desde el exterior, sin acceso a fuentes públicas y bajo estado policial, demanda un esfuerzo extraordinario para preservar los estándares de calidad profesional para corroborar la información, sobre todo cuando las mismas fuentes informativas también son objeto de persecución. Sin embargo, a pesar de la censura de facto que se ha impuesto en Nicaragua, la resistencia de la prensa independiente está derrotando el monólogo oficial, la mentira y la desinformación del aparato de propaganda del régimen.
Sin la labor de la prensa independiente en el exilio, el público jamás conocería de la corrupción desenfrenada de la cúpula gobernante y las violaciones a los derechos humanos del régimen; la tragedia de la migración masiva de los nicaragüenses que se van porque no encuentran una salida en su país; la extorsión impuesta por la Dirección General de Ingresos (DGI), Dirección General de Aduanas (DGA) y las alcaldías contra las empresas, y el empobrecimiento de la población ante la carestía de la vida y falta de fuentes de trabajo; la crisis de credibilidad del régimen ante los empleados públicos, y las fisuras en el Frente Sandinista; la cancelación de más de 1000 oenegés y la implacable persecución contra la Iglesia católica; y la demanda creciente de libertad de los presos políticos y de suspensión del estado policial, que rechaza la mayoría silenciosa de los nicaragüenses.
La defensa de la libertad de prensa, que es la última reserva de la democracia, demanda mantener viva la libertad de expresión que también está siendo criminalizada. Por ello, los periodistas en el exilio tenemos la sagrada obligación de proteger la identidad y la seguridad de nuestras fuentes. Gracias a la confianza de las audiencias y de nuestras fuentes en el periodismo independiente, y en particular de los servidores públicos, civiles y militares, podemos seguir fiscalizando el poder. Gracias a la confianza de los familiares de las víctimas de la represión, podemos seguir sembrando las semillas de la verdad, sobre las que mañana se impartirá la justicia.