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“Teléfono Negro”: Llamadas del más allá distraen de una pesadilla doméstica

“Teléfono Negro” en un ejercicio de horror con ambiciones taquilleras, por eso, la retribución es lo más importante.

Foto: Agencias | Niú

Juan Carlos Ampié

17 de julio 2022

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Después de incursionar en el universo de Marvel con “Dr. Strange” (2016), el director Scott Derrickson regresa a sus raíces en el género del horror. “Teléfono Negro” lo reúne con Ethan Hawke, el actor que anclara quizás la mejor película de su filmografía, “Sinister” (2012).

La acción se desarrolla en un suburbio de Denver, Colorado, a finales de los años 70. Una serie de desapariciones de niños y adolescentes conmueve a la población, pero la lluvia de volantes suplicando información no basta para cambiar los relajados hábitos de crianza de la época. Los menores viven con notable libertad, sin mucha supervisión paternal. Quizás por eso “El Captor” (Ethan Hawke) ha convertido este enclave en su coto de caza. El responsable de los secuestros es un enmascarado que merodea en una camioneta negra, y simula ser un desvalido para atrapar a sus víctimas.

No se deje engañar por el protagonismo de Hawke. La película le pertenece a Finney (Mason Thames) y Gwen (Madeleine McGraw), dos hermanos se cuidan entre ellos con el celo de los abandonados. Mamá murió hace tiempo, y papá (Jeremy Davies) es un alcohólico violento. Uno a uno, sus amigos caen. La baja más sensible es Robin (Miguel Cazarez Mora), el niño rudo que lo protegía de una pandilla de acosadores.

Eventualmente, Finney cae en las garras del acosador, y recupera el sentido en un sótano a pruebas de sonido. Pero el captor no cuenta con que su nueva presa tiene ayuda del exterior. Un viejo teléfono suena ocasionalmente. Al otro lado de la línea, los espíritus de las víctimas anteriores llaman periódicamente para informarle sobre el ‘modus operandi’ del sicópata y darle pistas para sobrevivir. Quizás, con suerte, escapar con vida. Los elementos sobrenaturales no terminan ahí. Gwen ha heredado de su madre la capacidad de tener sueños premonitorios.


Esto la convierte en una fuente valiosa para los detectives Wright (E. Roger Mitchell) y Miller (Troy Rudeseal), debatiéndose entre el escepticismo y el asombro.El guion de Derrickson y su veterano colaborador C. Robert Cargill está basado en un cuento de Joe Hill, hijo del legendario Stephen King. Desconozco el texto original, así que no puedo asegurarles que la estructura esquemática venga de la fuente. El duelo de astucia entre el niño y el secuestrador se siente como el nivel final de un juego de video, con las voces fantasmales proveyendo pistas que empujan la acción hacia una conclusión predecible. Hawke queda atrapado detrás de la máscara casi permanentemente, cualquier actor podría interpretar este papel. La única decisión creativa discernible, es la de modular su voz para sonar como Michael Jackson. Es siniestro y ridículo en partes iguales.

Sin embargo, la película no está desprovista de elementos de interés. Derrickson explota un tabú del cine comercial estadounidense que antes era solo empleado por el sensacionalismo: retratar a niños como agentes de violencia, y no solo como víctimas. Aquí, las peores acciones del captor se ejecutan fuera de cámara. La violencia más gráfica se manifiesta en una pelea entre niños: la pandilla de acosadores agrede a Finney, y Robin irrumpe para defenderlo. Los golpes son contundentes y los efectos de sonido los acentúan. El director ya había mostrado lo innombrable en la conclusión de “Sinister”, pero aquí la aberración tiene la banalidad de lo cotidiano, lo que la hace más perturbadora.

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También hay algo interesante en la exploración de la dinámica de un hogar donde reina el abuso emocional. La intensidad caricaturesca de Davis menoscaba la seriedad de esta subtrama –¿ tenían que darle ese desafortunado corte pelo?–, pero es elocuente cómo sugiere la maduración prematura de los niños de padres ausentes. La revelación de las capacidades fantásticas de la madre muerta matiza la patología del padre. El secuestro de Finney es una manifestación pública del abandono. Ya desde antes, el hombre era incapaz de cuidar de su hijo. Hay genuino dolor en las escenas del tercio final, que refutan el simple envilecimiento que introduce al personaje.

“Teléfono Negro” en un ejercicio de horror con ambiciones taquilleras, por eso, la retribución es lo más importante. La película cierra con una revelación que además de innecesaria, es confusamente planteada en una puesta en escena engañosa. Es un truco pobremente ejecutado, para mandar al espectador a casa con una “sorpresa” innecesaria. Derrickson aprendió las lecciones equivocadas en la academia de Marvel.

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“Teléfono Negro”
(The Black Phone)
Dirección: Scott Derrickson
Duración: 1 hora, 43 minutos
Clasificación: * * (Regular)

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