10 de julio 2022
El obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio José Báez, lamentó que en países como Nicaragua se maltrate, humille y se impida hacer la caridad al buen samaritano, en alusión a la expulsión de las Misioneras de la Caridad el pasado seis de julio. Situación que calificó como un acto "despreciable e indigno", que está fuera de toda ley y razonamiento humano.
Durante su homilía dominical en el templo de Santa Ágata, en Miami, Florida, EE. UU., donde permanece exiliado, el jerarca católico reflexionó sobre la parábola del buen samaritano. Por lo que advirtió que en la actualidad se está escribiendo una segunda parte de esta parábola en países "dominados por regímenes inhumanos y crueles".
"Los mismos ladrones y maleantes que golpearon al herido de la parábola, hoy maltratan, humillan y le impiden hacer la caridad al buen samaritano y hasta lo expulsan del lugar en donde pretendía ayudar. No solo hieren a la gente, haciendo sufrir y quitando esperanza, sino que impiden que quienes auxilian a los pobres lo puedan seguir haciendo", expresó monseñor Báez.
Para el obispo, la expulsión de los buenos samaritanos y dejar en desamparo a los pobres equivale es como herir el mismo corazón del evangelio. "Dejar desprotegida y abandonada a la gente más necesitada, a los ancianos solos, a los niños, a los pobres y a los enfermos, no es solo un acto despreciable e indigno, sino una negación de Dios. Quien actúa así, no puede llamarse cristiano, se ha deshumanizado y ha expulsado a Dios de su corazón", señaló.
Monseñor Báez también reflexionó que "no hay ley, ni razonamiento humano alguno que justifique a los poderosos impedir la caridad; peor aún, si se impide la caridad para después poder disfrazar de caridad sus acciones egoístas y de propaganda ideológica".
La expulsión
El seis de julio pasado 18 Misioneras de la Caridad, orden fundada por Madre Teresa de Calcuta, fueron obligada a salir de Nicaragua y trasladadas desde Managua y Granada hacia la frontera con Costa Rica por la Dirección General de Migración y Extranjería (DGME) y la Policía.
De las 18 misioneras, siete son originarias de la India, dos de México, una de España, dos de Guatemala, una de Ecuador, una de Vietnam, dos de Filipinas y dos nicaragüenses.
Antes de ser expulsadas por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, las Misioneras de la Caridad atendían dos comunidades religiosas en Managua y una Granada.
En Managua, la congregación religiosa atendía un hogar de adultos mayores, una guardería y un comedor para los más desfavorecidos. “También asistíamos a 135 familias con canasta básica mensual, acompañamiento espiritual y catequesis. Ayudando a parroquias vecinas”, precisó la religiosa.
En Granada las misioneras atendía “a jóvenes y niños de escasos recursos económicos”, proveyéndoles “un espacio para otros niños con necesidad de reforzamiento escolar”. Además, tenían un comedor para los más necesitados y —al igual que en Managua— entregaban canasta básica para las familias pobres.
La congregación religiosa también entregaba medicinas a los más necesitados, brindaba apoyo económico a los universitarios de escasos recursos económicos y visitaba a los privados de libertad.
La expulsión de las Misioneras de la Caridad ya había sido advertida desde el 28 de junio, cuando la Asamblea Nacional —dominada por el Frente Sandinista— canceló la personalidad jurídica de su asociación. Desde ese día las religiosas permanecían bajo vigilancia policial.
Aunque la cancelación de la personería jurídica de la Asociación Misioneras de la Caridad forma parte de una cruzada del régimen en contra de los Organismos Sin Fines de Lucro (OSFL), que ha dejado cerca de 800 organismos cancelados en lo que va del año, un informe del Ministerio de Gobernación (Migob) señala que las Misioneras de la Caridad “ha incumplido” sus obligaciones conforme a la ley.