Guillermo Rothschuh Villanueva
3 de julio 2022
PUBLICIDAD 1M
PUBLICIDAD 4D
PUBLICIDAD 5D
Jesús no es nombre fortuito dentro del universo cristiano. Es nada menos que el nombre del salvador del mundo
"Para los de su clase era un ángel salvador;
para los ricos, el diablo en persona”.
Marlene Diveinz
En la historia de los pueblos aparecen ciertas personas, que con el pasar del tiempo se convierten en leyendas. México ha sido fértil en el surgimiento de estos personajes. Uno de ellos es Jesús Malverde. Su presencia ha venido creciendo durante los últimos años. Erigido como protector de los pobres, sus seguidores alegan que sus acciones son comparables con las de El Tigre de Santa Julia, El Rayo de Sinaloa y Chucho el Roto. Algunos miembros destacados de la narcoactividad —Edgar Téllez, César Ortiz, Amado Carrillo y Rafael Caro Quintero— se han guarecido bajo su paraguas. Los más alegres sostienen que Malverde es el santo patrono de los narcos. Su santo protector y benefactor.
La empresa Telemundo creyó que había llegado el momento de montarse en el carro y sacar ventaja al aura que envuelve a Malverde. Un santo polémico, cuyos milagros traspasan las fronteras mexicanas. En Los Ángeles y en Cali le rinden culto. La serie televisiva, Valverde: el santo patrón, realizada bajo el sello de Telemundo Global y EFD Studio Internacional para Telemundo, agiganta su figura y ratifica su existencia. Pone frente a nuestros ojos —para que podamos constatar— que estamos frente a un hombre de carne y hueso, que actuaba en defensa de las personas sufridas y vejadas por las autoridades constituidas. Nunca libró sus luchas en beneficio propio.
¿Cómo percibirían la serie sus admiradores? Una sola temporada de 80 episodios. ¿Juzgaron que estaba a la altura de la forma que perciben a Malverde? ¿Pensaban verlo actuar de otra forma? ¿Se sintieron afines o tentados a disentir de las recreaciones hechas acerca de las visiones que tiene Jesús Malverde, luego de tomarse una poción de peyote? ¿Creyeron que Pedro Fernández, quien encarna a Jesús, debió lucir desde el inicio el bigote característico con que aparece en las estampillas, olvidando las licencias que se pueden tomar en cualquier versión televisiva? ¿Esperaban otra cosa? Nadie más exigentes, que las personas que colocaron a Jesús en un altar. Son los guardianes de la fe.
A los narcos fue arrebata la exclusividad que se atribuían, hablando de los milagros recibidos de su santo patrono. En un mundo atribulado por las migraciones, quienes salen de sus países en busca de pan, techo y comida, adoptan a Malverde como su protector. A lo largo del peregrinaje por tierras mexicanas, al cruzar la raya fronteriza con Estados Unidos, sus incondicionales certifican el auxilio que reciben los migrantes. Mitigan sus sufrimientos, poniendo en manos de Jesús, su peligrosa travesía. En la ruta van depositando flores en pequeños nichos levantados en su nombre. Encarecidamente piden su protección. El santo escucha sus súplicas. No les desampara. Es su santo patrón.
El registro televisivo guarda fidelidad con las distintas biografías que circulan por México. Expande la leyenda. Jesús Malverde existió. Cuando el director del Archivo Histórico de Sinaloa, Gilberto López Alanís, afirmó en 2004 que había encontrado de manera casual su acta de nacimiento, agitó un avispero. Al contrastar el documento en el Archivo General de la Nación, terminaron comprobando que el protector de los pobres, había nacido en Durango, el 15 de enero de 1888. Su madre, Guadalupe Valverde, fue la encargada de registrarlo. La constatación histórica supuso un espaldarazo para quienes siempre han creído en su existencia. Una tapa bocas inaceptable para los malquerientes.
La serie magnifica y amplía la leyenda de Malverde. Al ubicarlo en un universo real y comprobar que sus fechorías estaban orientadas a dar de beber al sediento y comer al hambriento, el mito crece y se fortalece. ¿Acaso estas no fueron las mismas motivaciones por las que luchó Jesucristo? Sus nombres son idénticos. Esta circunstancia otorga a Malverde un halo especial. Hay quienes no dejarán de preguntarse si Guadalupe vislumbró en algún momento, las futuras actuaciones de su hijo dirigidas a proteger a los menesterosos; a los oprimidos y explotados. Jesús no es nombre fortuito dentro del universo cristiano. Es nada menos que el nombre del salvador del mundo.
Malverde poseía el don de la ubicuidad, aparecía donde más lo necesitaban. Leía el pensamiento de los pobres. Acudía llevándoles ayuda o se presentaba para socorrerles de las agresiones de los poderosos. Un santo a quien la santa iglesia católica se ha negado a canonizar. Eso no importa a los desarrapados. La misma suerte han corrido san Dionisio de París, santa Margarita de Antioquía, santa Zoe de Roma, san Casimiro de Roma y san José de Cupertino. Todos presentes en el santoral de millones de personas. A sus devotos tiene sin cuidado que sean orillados. Se atienen a sus milagros. A cada uno han levantado capillas. Sus prosélitos acuden en romería pidiendo protección o apoyo para sus familias.
La serie fue concebida de manera polarizada. Obliga a leerla de una sola manera. Un maniqueísmo acentuado deliberadamente. El enfrentamiento ocurre entre buenos y malos. Esta vez la lectura transita a la inversa. Los supuestos buenos son los malos y los presuntos forajidos son los buenos. Jesús Malverde y su banda de malhechores despojan a los ricos. No se quedan con el botín. Distribuyen el dinero robado entre la pobretería. Los ricos amasaban sus fortunas a base de expoliación. Todo lo que tenían era mal habido. Indios y campesinos trabajaban en las minas sin percibir salario. Las protestas eran apagadas con humillaciones, ultrajes y asesinatos. Un calvario permanente.
Había más nobleza en Valverde, que de parte de sus detractores. Un nutrido grupo de maleantes. El desprendimiento era su forma de vida. Darse a los demás a manos llenas, su único credo. Su existencia no tenía sentido fuera de estos preceptos. Un amor inconmensurable guiaba sus pasos. Su pasión contagiosa irradiada hacia quienes lo acompañaban en la batalla por la redención de los oprimidos. Su lucha era para terminar con las injusticias que oprimen a los hambrientos. Las maneras de llamarlo están soportadas por la forma que asumió la acometida, lanzándose contra quienes abultaron sus fortunas, esquilmando, azotando y matando a los pobres. Un dinero maldito.
Imagino viendo a los pobres en las cuarterías, arracimados frente al televisor, gritando locos de alegría, cada vez que Jesús arrebataba a los ricos, lo acumulado a base de exacciones ilegales, explotación y muerte. Venga su infortunio. Nada lo detiene. Dispuso su vida en función de resarcir a los condenados de la tierra, de todo aquello que se les había arrebatado. Una persona hacía justicia finalmente en su nombre. ¿Cómo no van a dar crédito a sus andanzas, si desde hace más de 900 años viene hablándose de un hombre a quienes algunos llaman “el bandido generoso” y otros “el ángel de los pobres?”. ¿Cómo no rendir tributo a quién se preocupa por su destino aquí en la tierra?
Jesús Malverde no se sumó a las fuerzas insurgentes del general Pancho Villa. Igual recelos tuvo con el general Emiliano Zapata, aunque tuvo mayor afinidad con el revolucionario venido del sur. La presencia de ambos héroes de la revolución mexicana, acrecientan la generosidad de Jesús. La lucha revolucionaria coincide con la época de Malverde. No era partidario de dar muerte a nadie. Nunca lo hizo. Ni siquiera con el asesino de su padre. No luchaba por entronizarse en el poder. El guionista insinúa que estas eran las aspiraciones de Villa. John Reed, cronista de la revolución mexicana y rusa, filma a Malverde. Deseaba registrar en celuloide, las acciones del “Robin Hood mexicano”.
La aparición tangencial de Rafael Amaya, asumiendo el papel de Teodoro Valenzuela, fue sobrancera. Solo levantó expectativas. No añadió nada significativo. El mayor peso de la actuación recae sobre Felipe Tovar, el requetemalo de Herminio Quiñonez, creo que es el mejor de todos. Otra gran actuación fue la de Humberto Elizondo, el padre Hilario. El desempeño de Salvador Sánchez, como Ramón Aguilar; Carolina Miranda, como Isabel Aguilar y Ramón Medina, como Eleuterio Rivas, el otro malo de la serie, encajan muy bien. La protagonización de Pedro Fernández, un tanto discreta. No era la persona indicada para sumir un papel que exigía frescura, empatía, reciedumbre y carisma.
El cine tiene una marcada tendencia hacia la creación de héroes, la mayoría de películas sobre guerras, hambrunas, disputas territoriales, vida religiosa, aventuras amorosas, salvamentos financieros, rescate de personas y acciones bélicas, operan con esta misma lógica. Dividen el mundo entre buenos y malos. La serie de Malverde solo permite esta clase de interpretación. En Jesús Malverde: el santo patrón, recrean la gallardía de un hombre que empeñó su vida en enfrentamiento abierto, contra quienes arrebataban de la boca la comida al pobre; y pone jaque a unas autoridades que se negaban a efectuar justicia, ante unos hechos repugnantes. Malverde es el héroe de la pobretería.
PUBLICIDAD 3M
Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
PUBLICIDAD 3D