13 de junio 2022
A pesar de las discrepancias, las ausencias y las voces discordantes, la veintena de líderes reunidos en la Cumbre de Las Américas efectuada en Los Ángeles, logró algo más que un acuerdo en términos migratorios, al reconocer la importancia de defender la democracia amenazada y, de paso, ofrecer una tribuna para reclamar la liberación de los presos políticos encarcelados por el régimen de Nicaragua.
La decisión de la Administración Biden, de no invitar a las tres dictaduras del continente, sirvió como pretexto para justificar la ausencia del presidente de México, Andrés Manuel López. Sus homólogos de Bolivia y Honduras se ausentaron en solidaridad, mientras que Guatemala y El Salvador no participaron por otras razones.
Tres expertos en las relaciones entre Estados Unidos y América Latina, entrevistados en el programa Esta Semana, coincidieron en que la falta de una declaración unánime a favor de la democracia, no puede considerarse un fracaso.
“Los países de América Latina se reunieron en Los Ángeles para hacer una llamada de alerta a los problemas en la región, y hablar de la democracia en riesgo. Creo que se cumplió, y esto en sí es algo significativo”, dijo la asesora del Centro Carter para América Latina, Jennie Lincoln.
Para el exembajador de Estados Unidos en Panamá, John Feeley, “el presidente Biden hizo un excelente trabajo en señalar que no está conforme con las dictaduras, los abusos de derechos humanos, o la falta de libertad en Nicaragua, Cuba y Venezuela”, destacando que en reuniones privadas, o en conversaciones de pasillo, y más allá de declaraciones, discursos, y ponencias formales, “se habló de la democracia, los rezagos de la democracia en la región, tanto por la izquierda como por la derecha”, por lo que no se siente “tan decepcionado con el hecho de que no hubo una declaración específica sobre la democracia”.
El nicaragüense Manuel Orozco, del Diálogo Interamericano, opinó que el tema de las dictaduras se abordó correctamente en la Cumbre, pero también, que Nicaragua estuvo en el centro del debate en los foros de la sociedad civil y en el plenario de los gobernantes, especialmente al pedir la liberación de los presos políticos.
“Creo que no se pudo lograr más que eso porque se llegó a esta Cumbre en un contexto en donde la política y la democracia no están hablando entre ellas, especialmente en América Latina, donde la situación democrática se encuentra en un deterioro muy preocupante, con al menos diez países de América Latina, sin respeto por el Estado de Derecho”, graficó.
La democracia bajo ataque
El avance, y la imposición, de líderes autoritarios -en las Américas como en Europa- pone de manifiesto la importancia de que los líderes del continente hubieran hecho una defensa cerrada de la democracia en la región, aunque en el fondo, quizás sea un problema de expectativas.
Feeley admitió que el intento del presidente Donald Trump, de subvertir el Estado de Derecho, (que tuvo su máxima expresión en el ataque al Capitolio del 6 de enero de 2021), demuestra que “Estados Unidos no es -nunca se ha llamado- una democracia perfecta. No hay una democracia perfecta: siempre tenemos que estar en aras de perfeccionar nuestras democracias”, invitó.
Eso es especialmente cierto, al atestiguar el aumento de la presencia militar de Rusia en el continente, y el crecimiento de la influencia diplomática y económica de China en la región.
Para Orozco, “China es un aliado estratégico comercial para América Latina y el Caribe”, en virtud de la posibilidad de adquirir mercancías a bajo precio, lo que explicaría que el 30% de las importaciones de la región provengan de China. “Esa es una alianza instrumental innecesaria. La inversión china en América Latina es limitada, y ahora que ese país está entrando en una etapa recesiva muy fuerte, su expansionismo se verá muy limitado”, advirtió.
En cuanto a Rusia, dijo que “lo que estamos viendo es la consecuencia de la pérdida de hegemonía en seguridad regional de parte de Estados Unidos, donde Rusia ha capitalizado una alianza trilateral con Cuba, Venezuela y Nicaragua, desestabilizando militarmente la cuenca del Caribe. No es una cuestión solo de armamentismo: Nicaragua se ha armado más que los tres países del norte de Centroamérica juntos, solamente con armas rusas, y Estados Unidos tiene ahora una agenda mucho más complicada”.
Por su parte, el exembajador estadounidense en Panamá reconoció que su país tiene siempre la necesidad de vigilar qué hace Rusia, no solo en nuestro hemisferio, sino en otras partes del mundo, porque Rusia “es un Gobierno tiene valores diferentes a los de muchas democracias” de occidente.
El acuerdo migratorio
Si en cumbres anteriores, la gran victoria que pudieron exhibir los organizadores de algunas de estas citas continentales, fueron acuerdos sobre protección contra el narcotráfico, o de promoción del libre comercio, o en defensa de la libertad de expresión, “esta vez el acuerdo principal fue que 20 países suscribieron un acuerdo sobre migración y eso es un gran gane”, aseguró Orozco.
“La declaración sobre migración fue importante porque por primera vez se logra un reconocimiento y un acuerdo de crear integración y un paso legal para la cantidad de inmigrantes”, destacó señalando que “lo que está ausente es que la causa principal de la migración en los últimos diez años, tiene que ver con la fragilidad de los Estados, o las inestabilidad política que ocurre en las dictaduras de Venezuela, Cuba, o Nicaragua; la ausencia -y corrupción- del Estado de Derecho en Guatemala, El Salvador y Honduras, y las violaciones de derechos humanos en México” que empuja a salir a muchos ciudadanos.
Orozco opina que firmar un acuerdo, sin hablar de las causas de la migración para buscar soluciones de raíz a un problema que afecta a millones de americanos, fue “un logro a medias. Se logró más de lo que se esperaba, sí, pero al final el asunto se convierte en un tema mediático”.
El experto graficó que existe una “relación de amor y odio entre Estados Unidos y América Latina y el Caribe”, donde por un lado se habla de “un amor no correspondido”, mientras Estados Unidos reclama que los países latinoamericanos no cumplen con las reglas. “Hay un problema de inconsistencia: Estados Unidos por un lado, denuncia la crisis de los derechos humanos en Nicaragua, pero guarda silencio sobre la situación política en Honduras, y eso lo resienten muchos países”.
Para Lincoln, del Centro Carter, aunque se haya firmado un acuerdo sobre migración, hay que debatir sobre ese tema, luego que se apagaran las luces, se desconectaran los micrófonos, y que las delegaciones regresaran a sus casas.
Otras preguntas que requieren respuestas, son ¿cuál será el seguimiento, y cuáles son los próximos pasos? ¿Quién va a tomar el liderazgo para seguir adelante en proteger y fortalecer la democracia en aquellos lugares de la región donde está en riesgo? ¿Cómo se va a aumentar el esfuerzo para colaborar en términos de migración?, además de atender a la recuperación regional pospandemia.
La OEA y la Carta Democrática Interamericana
En la Cumbre también se evidenció la controversia sobre el papel de la Organización de Estados Americanos (OEA) y la Carta Democrática Interamericana, supuesta a servir como instrumento para fomentar y proteger la salud de la democracia en el hemisferio.
Orozco invitó a trabajar para reformar la OEA, al decir que “los países de América Latina tienen que tomar a Estados Unidos más en serio, y Estados Unidos debe dejar de pensar que América Latina sigue siendo esa república bananera, porque ya no lo es, y pensar un poco más en cómo fortalecer la relación comercial y política con estos países”.
A modo de ejemplo, sugirió “tomar como un reto lo que dijo [el presidente de El Salvador, Nayib] Bukele [que hizo suya la narrativa cubana, al llamar ‘Ministerio de Colonias’ a la entidad continental], y emplazarlo, y trabajar en función de eso”.
Jennie Lincoln, del Centro Carter, opina que hay que aprovechar el movimiento de la Cumbre para tratar temas clave, como el frágil estado de la democracia en América Latina, Estados Unidos y en toda la región, “y qué vamos a hacer para aprovechar estos momentos y logros de la Cumbre, aunque sean incipientes tal vez”.
Finalmente, el exembajador Feeley reconoció que habría preferido que hubiera una declaración parecida a la de 2001, cuando las 34 democracias del hemisferio instaron a que se redactara la Carta Democrática Interamericana, pero “estamos en otros tiempos, y hay que jugar con las cartas que uno tiene en la baraja y no con las cartas que uno quisiera tener”.