12 de junio 2022
La película de Daniel Roher, “Navalny”, ganó el Premio de la Audiencia al Mejor Documental y el Premio al Favorito del Festival en Sundance 2021. Y es fácil ver porqué. En sus mejores momentos, funciona como un ‘thriller’ político de la vida real. El protagonismo del principal opositor a Vladímir Putin le permite al espectador congratularse de estar en el lado correcto de la historia.
En los últimos años, Alexei Navalny se convirtió en un formidable adversario. Infundió en la ciudadanía rusa la convicción de que un cambio era posible. El régimen desató una persecución que culminó en un intento de asesinato con el arma química novichok. Este evento se convierte en el nudo dramático de la película, alrededor del cual construyen una narrativa de procedimiento investigativo, y el retrato con matices de hagiografía de un político en ciernes.
Ocasionalmente, Navalny le habla directamente a la cámara —y por extensión, a nosotros—. El legendario Errol Morris popularizó este recurso de documentalismo testimonial. Pero la agenda de este Roher es menos complicada que los trabajos de ese gran documentalista. “Navalny” está a medio camino entre el activismo y el entretenimiento. No es de extrañarse que CNN sea uno de los productores. Parece uno de sus reportajes extendidos a duración de largometraje, con reconocible flujo narrativo y estética. La entrevista principal se realiza en un bar que recibió la atención cuidadosa de equipos de dirección de arte e iluminación. Es un lugar real convertido en set. Roher toca sumariamente los antecedentes problemáticos del protagonista —su cercanía a partidos nacionalistas extremistas, por ejemplo—, pero no hay tiempo para interrogar su ideología política más allá de la oposición a Putin.
Esto es de esperarse. Putin parece un villano de película de James Bond. Navalny, atractivo y carismático, es su opuesto perfecto. Sume la presencia de su esposa Yulia y sus hijos, todos imposiblemente fotogénicos, y tenemos un documental que no necesita ser adaptado a la ficción. Especialmente porque si el intento de asesinato fuera parte de un filme de ficción, nadie lo creería. Navalny se lanza a la tarea de probar la responsabilidad del Kremlin en el atentado del que apenas logró sobrevivir. Le acompañan su equipo de relaciones públicas y un periodista de Bellingcat.
Lo mejor de la película es su retrato del proceso de investigación. Un periodista, armado con una computadora y conocimiento sobre el manejo de datos en el ciberespacio, puede desenredar la trama urdida por uno de los aparatos de espionaje más temibles del mundo. Lo más cercano que tenemos a un momento de triunfo en “Navalny” es ver cómo las huellas digitales, y un poco de estupidez humana, bastan para desenmascarar a los hechores. Dejaré que descubra los detalles viendo la película, porque vale la pena la experiencia.
El placer no se disipa por saber cómo termina la historia. Después de todo, el novichok es el veneno insignia de Vladímir Putin. En 2006, Alexander Litivenko, desertor del Servicio Federal de Seguridad, recibió una dosis mortal en su exilio en Inglaterra —la Corte Internacional de Derechos Humanos encontró culpable al Kremlin—. En 2018, el desertor Sergei Skripal y su hija Yulia, apenas sobrevivieron a un atentado similar. Dawn Davies, una desafortunada ciudadana británica, murió por exposición accidental a la sustancia. Su novio habría encontrado en una papelera la pequeña botella de muestra de perfume utilizada por los sicarios. Se la regaló sin sospechar lo letal de su contenido. Aún con estos antecedentes, esto es lo que utilizaron contra Navalny. “Por eso es algo tan inteligente, porque la gente razonable se negará a creerlo”, dice exasperado el sobreviviente.
La estupidez y la inteligencia al final no cuentan. La fuerza bruta se impone. Navalny regresó a Rusia, y ahora, es un prisionero político, atrapado en un laberinto kafkiano diseñado por Putin. Está clasificado como “terrorista” y acaba de recibir una sentencia de nueve años de prisión por fraude, cargos que él califica de políticamente motivados. Para los nicaragüenses, la película tiene una carga emocional adicional. Podemos ver ecos de nuestra pesadilla nacional en esta historia. Los autócratas locales han copiado el manual represivo ruso. Vemos un programa de “debate” en la TV rusa que podría haber salido de los medios “del Poder Ciudadano”. Putin y Rosario Murillo nunca llaman por su nombre a sus adversarios políticos. Cualquier parecido no es coincidencia.
“Navalny”
Dirección: Daniel Roher
Duración: 1 hora, 38 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
Disponible en HBO Max