8 de junio 2022
La polución por plásticos en los océanos se ha convertido en un problema mundial. Se estima que 14,5 millones de toneladas de plástico son vertidas al mar cada año.
A lo largo de los últimos años, han surgido numerosas plataformas con el fin de reducir el impacto de los plásticos en la naturaleza. Pero ¿podemos considerar esto una solución válida al problema que genera el vertido incontrolado de estos residuos?
El plástico y su interacción con el ecosistema
La vida de los plásticos no acaba una vez llegan al mar. La presencia de algunos elementos plásticos, como útiles de pesca en el caso de la pesca fantasma, pueden tener un efecto negativo en la supervivencia de los ecosistemas marinos.
Pero los plásticos presentes en el medio marino también pueden ser usados por numerosos organismos que necesitan vivir fijados a una superficie. Pueden ser el hogar de bacterias, pólipos, moluscos y otros seres vivos que de otra forma no podrían haber colonizado ese espacio, reforestando un medio que podría estar asolado anteriormente.
Como ocurre con los arrecifes artificiales, la presencia de estos nuevos sustratos puede fomentar la creación de ecosistemas que a la larga se harán más complejos, incrementando la biodiversidad de la zona. Por eso en ocasiones su retirada del medio una vez ha pasado el tiempo y se ha creado un ecosistema alrededor del residuo puede generar mayor destrucción que dejar que éste permanezca.
A esta posible destrucción del medio hay que añadir otros factores que dificultan la recogida de los residuos plásticos, en especial a largo plazo.
Un material que pierden su integridad
Por un lado, el continuo estrés físico y químico que sufre el plástico en el mar provoca la fragmentación de macroplásticos en micro y nanoplásticos, con un diámetro menor a 5 mm.
Los microplásticos, a pesar de su pequeño tamaño, causan numerosos efectos negativos en el medio marino. Su talla tan reducida hace casi imposible su detección y recuperación. Además, su composición es tan variada que su reutilización es casi imposible.
Los plásticos de mayor tamaño son más fáciles de detectar, pero no por eso estamos ante una tarea sencilla. Su flotabilidad y bajo peso les permiten recorrer largas distancias antes de llegar a nuevas costas. Además, se pueden dar grandes zonas de acumulación, como ocurre en la gran isla de basura del Pacífico.
Por otra parte, la heterogeneidad y pérdida de calidad que presentan estos residuos reduce la posibilidad de que sean devueltos a la vida útil, suponiendo que podamos recuperarlos.
Las condiciones del medio, la climatología y la actividad biológica de microorganismos marinos alteran la integridad y la composición química de los plásticos. Esta modificación resulta en una disminución de la calidad del plástico como materia prima y, por tanto, en una pérdida de interés por parte del comprador de plástico.
Un negocio poco rentable
La falta de rentabilidad económica en la reutilización de plástico marino reciclado es uno de los principales problemas a los que se enfrenta ahora mismo la industria. El problema es que su bajo valor económico desemboca en que no se desarrollen las actividades necesarias para extraerlo.
A la baja calidad del material se le suman los altos costes asociados a la recogida y limpieza del residuo plástico. El plástico proveniente del mar deberá ser “capturado” y llevado a tierra. Asimismo, es necesario limpiar los restos biológicos u otros contaminantes que se hayan adherido a su superficie.
En la actualidad se está tratando de concienciar e incentivar a pescadores para que dediquen parte de su actividad a recoger plásticos y especialmente a no devolver al mar aquel plástico recogido durante la extracción de peces. Sin embargo, el escaso beneficio que les reporta dificulta la incorporación de esta actividad económica en el sector.
Todos estos factores encarecen un producto de calidad inferior a la del plástico nuevo, ya de por sí más barato, y a la del residuo que ya está en el ciclo de reciclaje desde su desecho. Esto es determinante para las empresas a la hora de elegir la materia prima para sus productos. En consecuencia, se continúa produciendo plástico en lugar de reciclar o reusar aquel recuperado del mar.
Hoy en día, existen empresas que ofrecen productos hechos con plástico reciclado o recuperado. Sin embargo, si miramos atentamente la materia prima, es probable que esta no provenga del mar, sino que haya sido recuperada antes de ser desechada. La compra del residuo se hará directamente al generador de este, eliminando los costes asociados a su recuperación y tratamiento.
Cambios necesarios en el modelo actual
Es necesario desarrollar y fomentar la valorización del plástico usado como un producto de uso y no como un desecho. Esta sería la mejor forma para evitar que acabe en el mar, ya que la industria lo captaría antes de ser desechado.
Si bien en la actualidad existen iniciativas a nivel europeo y global que promueven el uso de plástico reciclado en la industria, es necesario consolidar la implantación de prácticas de economía circular. Las empresas productoras tienen que incorporar esta dinámica de reutilización en sus procesos productivos. El consumidor debe exigir productos sensibles con el medio ambiente y estar dispuesto a pagar un poco más por ellos.
Para ello, son necesarios avances tecnológicos que ayuden a aprovechar más los residuos ya generados, mejorando los procesos de producción y reciclaje. No obstante, las soluciones van más allá de la innovación tecnológica. Se necesitan cambios en la legislación que fomenten el reciclaje y la reutilización, prohibiendo acciones como la exportación de basura fuera de la Unión Europea. Y más allá de la política, es necesario promover prácticas sociales que ayuden a la reutilización del plástico acordes con los principios de la economía circular.
Como se puede deducir después de este análisis, una vez llega el plástico al mar, el problema se vuelve cada vez más complejo. Cuanto más tiempo pasa un residuo en el océano, más probable es que nunca llegue a salir de este. Sin embargo, evitar que los plásticos lleguen requiere atajar el problema desde distintos ángulos, buscando innovaciones tecnológicas, políticas y sociales.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.Saray Ramírez Rodríguez, Profesora e investigadora en CREDA/ Departamento de Ingeniería Agroalimentaria y Biotecnología, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech; David Fernández Guerrero, Investigador postdoctoral, especializado en política de innovación, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech; Lourdes Reig Puig, Profesora-investigadora en el Departamento de Ingeniería Agroalimentaria y Biotecnología, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech; Martín Federico Alba, Técnico de apoyo a la investigación en el CREDA - UPC - IRTA, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech y Riccardo Palazzolo Henkes, Técnico de Investigación, Universitat Politècnica de Catalunya - BarcelonaTech