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¿Cuál es la meta final de la regulación de las criptomonedas?

Una pregunta más interesante es qué pasará cuando los Gobiernos finalmente se pongan serios respecto de la regulación de Bitcoin y sus parientes

Foto: Agencias | Niú

Kenneth Rogoff

8 de junio 2022

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Ahora que los precios de las criptomonedas se están derrumbando en tanto los bancos centrales empiezan a aumentar las tasas de interés, muchos se preguntan si éste es el principio del fin de la burbuja. Tal vez no todavía. Pero un costo de oportunidad más alto del dinero hace bajar desproporcionadamente los precios de los activos cuyo uso principal reside en el futuro. Las tasas de interés ultrabajas favorecieron a las criptomonedas y los inversores jóvenes hoy experimentan lo que sucede cuando las tasas de interés suben.

Una pregunta más interesante es qué pasará cuando los Gobiernos finalmente se pongan serios respecto de la regulación de Bitcoin y sus parientes. De las economías más importantes, solo China hasta ahora ha comenzado a hacerlo. La mayoría de los responsables de las políticas, en cambio, han intentado cambiar de tema y hablar de las monedas digitales emitidas por los bancos centrales (CBDC por su sigla en inglés).

Pero esto es una suerte de incongruencia. Si bien es probable que los CBDC incluyan funciones de privacidad para transacciones pequeñas, las transacciones más grandes casi con certeza exigirán que los individuos revelen su identidad. Por el contrario, una de las mayores atracciones de las criptomonedas privadas es la oportunidad que ofrecen de eludir a los Gobiernos. Es verdad, las transacciones con criptomonedas son absolutamente rastreables mediante el libro mayor de la cadena de bloques, pero los usuarios por lo general crean cuentas bajo seudónimos y, por lo tanto, es difícil identificarlos sin otra información, cuya obtención es costosa.

Algunos economistas ingenuamente sostienen que no hay ninguna urgencia en particular para regular a Bitcoin y sus pares, porque las criptomonedas son difíciles y costosas de utilizar para transacciones. Vayan a decírselo a los responsables de las políticas en las economías en desarrollo, donde las criptomonedas se han convertido en un vehículo relevante para evadir impuestos, regulaciones y controles de capital.


Para los países más pobres con una capacidad estatal limitada, las criptomonedas son un problema creciente. Los ciudadanos no necesitan ser genios informáticos para evadir a las autoridades. Les basta simplemente con acceder a uno de varios intercambios simples “off-chain” (fuera de la cadena de bloques). Si bien las transacciones con criptomonedas intermediadas por un tercero son en principio rastreables, los intercambios están basados en economías avanzadas. En la práctica, esto hace que la información les resulte prácticamente inaccesible a las autoridades de los países pobres en la mayoría de las circunstancias.

¿Pero acaso no se trata de que las criptomonedas cumplen su promesa de ayudar a eludir a Gobiernos corruptos, ineficientes y poco confiables? Tal vez, pero, al igual que con los billetes de 100 dólares, es posible que las criptomonedas en el mundo en desarrollo sean utilizadas tanto por ciudadanos comunes como por actores malignos.

Por ejemplo, Venezuela es un actor importante en los mercados de criptomonedas, en parte porque los expatriados las usan para enviar remesas de dinero sin que sean capturadas por el régimen corrupto del país. Pero las criptomonedas seguramente también serán utilizadas por el Ejército venezolano en sus operaciones de contrabando de drogas, para no mencionar por individuos adinerados y políticamente conectados que son blanco de sanciones financieras. Dado que Estados Unidos actualmente mantiene sanciones financieras con más de una docena de países, para cientos de entidades, y miles de individuos, las criptomonedas son un refugio natural.

Una razón por la cual los reguladores de las economías avanzadas han sido lentos en su accionar es la idea de que mientras que los problemas relacionados con las criptomonedas afecten principalmente al resto del mundo, estos problemas no son de su incumbencia. Los reguladores aparentemente se dejaron seducir por la idea de que las criptomonedas son esencialmente activos en los cuales invertir –y que el valor de cualquier transacción no es relevante— y ahora están más preocupados por la protección de los inversores domésticos y por la estabilidad financiera.

Pero la teoría económica hace mucho tiempo ha demostrado que el valor del dinero en definitiva depende de sus potenciales usos subyacentes. Los mayores inversores en criptomonedas pueden estar en economías avanzadas, pero los usos –y perjuicios— hasta el momento se han producido esencialmente en mercados emergentes y economías en desarrollo. Uno podría inclusive decir que invertir en algunos vehículos de criptomonedas de economías avanzadas en un sentido no difiere de invertir en diamantes procedentes de zonas en conflicto.

Los Gobiernos de las economías avanzadas muy probablemente encuentren que los problemas con las criptomonedas tal vez lleguen a casa para quedarse. Cuando eso suceda, se verán obligados a instituir una prohibición de base amplia a las monedas digitales que no permitan que se rastreen fácilmente las identidades de los usuarios (a menos, es decir, que los avances tecnológicos terminen eliminando todos los vestigios del anonimato, en cuyo caso los precios de las criptomonedas colapsarán por sí solos). La prohibición ciertamente tendría que extenderse a las instituciones financieras y a las empresas, y probablemente también incluiría algunas restricciones a los individuos.

Una medida de estas características debilita marcadamente los precios de las criptomonedas de hoy al reducir la liquidez. Por supuesto, las restricciones serán más efectivas cuantos más países las apliquen, pero no hace falta una implementación universal para un impacto local de relevancia.

¿Se puede implementar alguna versión de una prohibición? Como ha demostrado China, es relativamente fácil cerrar los intercambios de criptomonedas que utiliza la gran mayoría de la gente para negociar monedas digitales. Es más difícil prevenir las transacciones “on-chain” (dentro de la cadena de bloques), ya que los individuos subyacentes son más difíciles de identificar. Irónicamente, una prohibición efectiva sobre las criptomonedas del siglo XXI también podría exigir una eliminación gradual (o al menos una reducción progresiva) del dispositivo mucho más antiguo del papel moneda, porque el efectivo es, por lejos, la manera más conveniente para que la gente use “ramas” para trasladar fondos a sus billeteras digitales sin ser detectados fácilmente.

Solo para ser claro, no estoy sugiriendo que se deberían restringir todas las aplicaciones de cadena de bloques. Por ejemplo, las criptomonedas estables reguladas, respaldadas por el balance de un banco central, todavía pueden prosperar, pero es necesario que exista un mecanismo legal sencillo para rastrear la identidad del usuario si fuera necesario.

¿Cuándo podría producirse en realidad una regulación más estricta de las criptomonedas, si es que esto alguna vez ocurre? Si no hay una crisis, podría llevar muchas décadas, especialmente porque los principales actores del universo de las criptomonedas están invirtiendo sumas siderales en lobby, de la misma manera que lo hizo el sector financiero en el período previo a la crisis financiera global de 2008. Pero quizá no lleve tanto tiempo. Desafortunadamente, la crisis de las criptomonedas probablemente llegue más temprano que tarde.


Kenneth Rogoff, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, es profesor de Economía y Políticas Públicas en la Universidad de Harvard.

Artículo publicado originalmente en Project Syndicate.

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Kenneth Rogoff

Kenneth Rogoff

Economista estadounidense. Actualmente es profesor de Economía y Política Pública en la Universidad de Harvard. Obtuvo su licenciatura y maestría en economía summa cum laude de la Universidad de Yale y un PhD en Economía del Massachusetts Institute of Technology.​

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