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Colombia: personalistas, antipolítica y populistas contraatacan

En Colombia, gane quien gane las elecciones, ya sea Petro o Hernández, tendrá un escenario complejo de gobernabilidad

El candidato presidencial colombiano Gustavo Petro, de la coalición de izquierda Pacto Histórico, patea un balón en Bogotá. Foto/EFE/ Carlos Ortega

Daniel Zovatto

6 de junio 2022

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Colombia acaba de vivir, el domingo 29 de mayo, unas elecciones presidenciales cruciales no solo a escala nacional, sino también regional.

El país andino llegó a la cita electoral en una coyuntura compleja, de profundo malestar social, elevado nivel de incertidumbre y volatilidad, marcada desconfianza en las autoridades electorales, máxima tensión y todos los escenarios electorales abiertos. La participación alcanzó un 54,98%, la más alta desde 1974.

El resultado de la primera vuelta marcó un cambio de época. Perdieron los partidos tradicionales, las maquinarias políticas, las opciones moderadas y de centro.

Ganaron los candidatos con propuestas de transformación radical, ejecutivas y lenguaje llano. Para nadie fue una sorpresa la clara victoria de Gustavo Petro, quien por tercera oportunidad busca llegar a la presidencia.


Obtuvo el 39,84% e incrementó en 500.000 los 8 millones de votos que había logrado en la segunda vuelta del 2018 —en la que perdió frente al actual presidente, Iván Duque—, pero sin alcanzar el 50% más uno necesario para definir la presidencia en la primera ronda.

En cambio, el segundo lugar de Rodolfo Hernández sí fue la sorpresa de estas elecciones, al superar en un 4% a la derecha tradicional, liderada por Federico Gutiérrez (un 27,82% y un 23,64%, respectivamente), lo que dio el pase al balotaje del próximo 19 de junio. El centro, encabezado por Sergio Fajardo, se desplomó (un 4,2%).

Colombia en clave comparada

Las colombianas son las séptimas elecciones presidenciales del súper ciclo electoral latinoamericano 2021-2024: cinco procesos tuvieron lugar en el 2021 (Ecuador, Perú, Chile, Honduras y la farsa electoral nicaragüense) y uno, en Costa Rica (el sexto), a comienzos del 2022.

Este resultado se enmarca dentro de las principales tendencias del superciclo: voto castigo a los oficialismos, segunda vuelta y reversión del resultado, y la irrupción de los candidatos PAP: personalistas, antipolítica y populistas.

Voto castigo a los oficialismos

En 13 de las 14 (el 92%) elecciones presidenciales celebradas en la región del 2019 al 29 de mayo del 2022 (incluida la colombiana) perdió el partido en el gobierno.

La única excepción es la farsa electoral nicaragüense de noviembre del 2021.

Segunda vuelta y reversión del resultado

En 11 de las últimas 14 elecciones presidenciales latinoamericanas (el 78,5%) está regulada la segunda vuelta. En 7 de estas 11 elecciones (un 63,6%) hubo necesidad de ir a un balotaje. Y en 5 de estas 6 elecciones —Colombia está aún por definirse—, donde hubo segunda vuelta, se produjo reversión del resultado, es decir, que quien perdió en la primera vuelta ganó luego el balotaje.

A los colombianos les gusta elegir a sus presidentes en segunda vuelta. De las últimas 7 elecciones, 5 requirieron ir al balotaje. Y de estas 5 en 2 hubo reversión del resultado: en 1998, Andrés Pastrana superó a Horacio Serpa y en el 2014 Juan Manuel Santos hizo lo mismo con Óscar Iván Zuluaga, pero en ambos casos con una diferencia en la primera vuelta entre los candidatos inferior al 4%. En esta ocasión, Petro aventajó a Hernández por un 12%.

Candidatos PAP

Un fenómeno que adquiere fuerza en nuestra región es la emergencia de candidatos PAP, es decir, personalistas, con discurso antipolítica y propuestas populistas.

Estos nuevos actores se presentan como outsiders e ingresan en la arena electoral y política aprovechándose del profundo malestar social y la falta de confianza ciudadana con respecto a las élites políticas tradicionales y las económicas, los altos índices de desigualdad y la ausencia de oportunidades —sobre todo para los jóvenes—, el sentimiento de que se gobierna en beneficio de unos pocos grupos poderosos, los elevados niveles de corrupción e inseguridad y la insatisfacción con las promesas incumplidas y la falta de resultados de las democracias.

En términos programáticos, en estos candidatos, predominan los discursos de mano dura contra la corrupción y la inseguridad, la eficiencia y reducción del tamaño del Estado, así como el desprecio por las principales instituciones de la democracia representativa.

En términos electorales, se valen de las redes sociales y medios alternativos para despertar las emociones y movilizar a sus simpatizantes de manera directa, y utilizan la descalificación de sus oponentes y la clase (casta) política.

Rodolfo Hernández es un claro ejemplo en el caso colombiano, pero también lo son, entre otros, Nayib Bukele en El Salvador, Javier Milei en Argentina y Rodrigo Chaves en Costa Rica.

Escenarios de incertidumbre e ingobernabilidad

El próximo 19 de junio los colombianos deberán elegir entre dos propuestas de “cambio” muy diferentes entre sí: una de contenido progresista de izquierda (Petro) y otra sin una definición ideológica clara y con fuerte contenido antipolítica y contra partidos tradicionales (Hernández).

Ninguno de los dos logrará ser elegido con su caudal actual de votos y, por ello, ambos deberán salir a la caza de nuevos electores de cara al balotaje.

Gane quien gane tendrá un escenario complejo de gobernabilidad, ya que ninguno cuenta con mayorías propias en el nuevo Congreso. Esto se torna aún más preocupante si se considera que ambos están proponiendo cambios radicales a asuntos espinosos (reforma tributaria, pensional, salud, justicia, etc.) que precisan amplios consensos para ser aprobados.

Además, Colombia es el único país de la región donde el Congreso se elige tres meses antes de las presidenciales, diseño que fomenta la fragmentación y dificulta la gobernabilidad.

Así, en las elecciones de marzo, la Cámara y el Senado terminaron fragmentados, con más de 10 partidos políticos. La primera minoría estará en manos de Gustavo Petro y su Pacto Histórico, con alrededor de 47 curules entre el Senado y la Cámara.

Para Hernández, el panorama es todavía más complejo, ya que no tiene congresistas propios. Como vemos, la incertidumbre y los riesgos de ingobernabilidad son de gran magnitud debido a que el diseño institucional promueve un “presidencialismo coalicional”.

A partir de este domingo, quedan solo dos semanas para el balotaje, y en las primeras encuestas Hernández sobrepasa a Petro en intención de voto en una horquilla que va entre un 1,6% (empate técnico) y un 3%.

En los próximos días veremos si Hernández logra mantener o incluso ampliar su ventaja sobre Petro, si este logra recuperar el primer lugar, o si ambos candidatos llegarán a la segunda vuelta en un escenario de empate técnico. La moneda está en el aire.

El autor es director regional para América Latina de IDEA Internacional.


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Daniel Zovatto

Daniel Zovatto

Investigador senior del Centro de Estudios Internacionales de la Universidad Católica de Chile. Es doctor en Derecho Internacional y Gobierno y Administración Pública. Máster en Gerencia Pública, Derechos Humanos, y Diplomacia. Es miembro del Consejo Asesor del programa para América Latina del Woodrow Wilson International Center for Scholars.

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