6 de junio 2022
Las horas previas antes de la Cumbre de las Américas, que se realizará entre el 6 y el 10 de junio en Los Ángeles, California, no ofrecen un panorama alentador. Más bien generan “bajas expectativas” sobre los posibles resultados, explica la expresidenta costarricense Laura Chinchilla (2010-2014), quien avizora una reunión enfocada en el tema migratorio.
Chinchilla es politóloga, con una maestría de Políticas Públicas de la Universidad de Georgetown y es una de las integrantes más destacadas del grupo Iniciativas Democrática de España y Las Américas (IDEA - Democrática), un foro de exjefes de Estado que promueve la democracia.
Para la exmandataria costarricense, quien ha trabajado como consultora del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) y es de las mejores informadas sobre la situación de la región, en este momento se percibe una división en la agenda, a partir de las posiciones distintas que muestran México y Brasil, liderado el primero por el presidente Andrés Manuel López Obrador y el segundo por su homólogo Jair Bolsonaro.
“Eso (la falta de comunicación entre México y Brasil) lo único que ha ocasionado es que América Latina hoy se haya convertido en una región bastante irrelevante en el escenario internacional”, sostuvo Chinchilla en esta entrevista publicada un día antes del inicio de la Cumbre en el programa televisivo Esta Semana, transmitido a través de redes sociales.
Chinchilla expone sus puntos de vista también sobre la posibilidad de que la crisis nicaragüense se convierta en un tema regional.
¿Cuáles son las expectativas de esta novena Cumbre de las Américas tras la pandemia, con una guerra en Europa que impacta a la región? ¿Cuáles van a ser los grandes temas?
No tengo muchas expectativas. De las muchas que me ha tocado ver y participar, siento que es a la que se llega en peores condiciones de diálogo político intrarregional. Esto resulta sumamente desalentador, porque precisamente este debería ser un momento en que los gobernantes podrían dejar a un lado algunas de las discrepancias de tipo ideológico y comprender que, nunca como antes, la región requiere de un esfuerzo colectivo, porque estamos en una situación sumamente crítica.
Recuerdo que América Latina fue la región que salió más perdedora de la crisis de la pandemia en materia sanitaria, económica y social, y hoy estamos recibiendo las consecuencias negativas del conflicto con Ucrania. A pesar de las complejas situaciones que vive la región, no hemos visto una voluntad para llegar con una agenda común y un diálogo político medianamente sensato.
Es la segunda vez, desde que iniciaron las cumbres, que Estados Unidos es el anfitrión. La primera vez fue en 1994. ¿Qué tanto ha cambiado la posición de ese país en cuanto a su peso como potencia mundial y cuáles son sus intereses cuando hay una mayor presencia de China en la región?
Definitivamente el contexto es muy diferente. No solamente por el peso relativo de Estados Unidos en la región. En ese momento (1994) era la potencia por excelencia. En este (instante) tiene un peso en materia de comercio, de inversión solamente en los países del norte de la región. Mientras más bajamos hacia el sur, más presencia tiene China.
Pero, además, también con la situación interna de EE. UU.; en esa primera Cumbre había un acuerdo en muchas cosas, pero muy especialmente en política exterior en la que los ejes de comercio y democracia predominaban. Ahora ni siquiera esto.
EE.UU. ha perdido fuelle en ambos temas. La democracia ha entrado también en crisis. De manera que esa autoridad moral no le alcanza y en materia comercial ha habido decisiones erráticas, en algunos casos volviendo a medidas proteccionistas. De manera que el contexto es sumamente diferente.
¿Cuáles son los temas que más les interesan a los países grandes de la región como Canadá, México, Brasil, Colombia y Chile?
Es muy difícil, por lo menos lo que podemos decir es que no hay una agenda común; que nunca como antes han estado más distanciados, divididos, particularmente entre Brasil y México. Cosa lamentable, porque cuando logran coordinar acciones juntas, la región tiende a enrumbarse, a ser más ordenada y tener más incidencia en el escenario internacional.
Hoy no hay diálogo, tienen perspectivas (que) parecieran diferentes, aun cuando los estilos de los gobernantes se asemejan en algunos aspectos. Eso, lo único que ha ocasionado, es que América Latina hoy se haya convertido en una región bastante irrelevante en el escenario internacional.
Algunos han señalado que la inasistencia de algunos países podría debilitar la Cumbre, ¿qué pasa si finalmente se ausentan varios mandatarios?
Sí, claro que una Cumbre se mide por el número de jefes de Estado que acuden, particularmente de las economías más importantes. En este caso, sabemos que Brasil, Argentina, Chile, Colombia, que son economías importantes, estarán presentes. La discusión se está centrando en México. No sabemos lo que va a pasar. Pero miren, yo les quiero decir una cosa: la gente ha cambiado, las expectativas de los ciudadanos latinoamericanos son otras. No son las mismas de hace veinte años. Hay mucho escepticismo en ellos.
De manera que, cuando vemos presidentes haciéndose rogar para participar en una Cumbre, lo único que están es confirmando esas malas percepciones de que no podemos esperar mucho de la acción de los Gobiernos en el plano colectivo para resolver los problemas que hoy tiene la región.
Hay además actividades del sector privado, la sociedad civil, ¿qué podrían lograrse en la Cumbre desde esos espacios?
Yo soy de la tesis de que, ante esta circunstancia, de este escenario tan deprimente que estamos viendo por parte de Gobiernos y gobernantes, le corresponde a la sociedad civil, al sector privado, tomar control, el escenario de esa Cumbre. Por supuesto que no pueden jamás sustituir a los gobernantes, pero sí pueden utilizar el escenario para levantar la voz, posicionar sus inquietudes, aprovechar para hacer prevalecer posiciones en muchos ámbitos; uno de ellos que claramente va a suceder: el fortalecimiento de las alianzas en materia de defensa de la democracia y también el sector privado va a llevar una agenda bien clara en materia de reactivación económica.
En la Cumbre de 2001 se dio la propuesta de la Carta Democrática Interamericana, que finalmente se firmó en septiembre de ese mismo año. Veintiún años después hay tres dictaduras en el continente: Nicaragua, Cuba y Venezuela, ¿qué prioridad va a tener ese tema en la Cumbre?
Lamentablemente la democracia no parece que vaya a ser un tema de la Cumbre. De hecho, hasta Biden había organizado un capítulo global sobre esos temas de democracia cuando convocó a una Cumbre sobre la misma. Qué, dicho sea de paso, dejó por fuera a varios países que hoy precisamente se resisten a ir porque precisamente no fueron invitados en su momento.
Concretamente países como Bolivia, Guatemala o El Salvador. Siento que está cumbre va a ser monotemática en la que el tema migratorio que es la prioridad uno de los Estados Unidos —lo ha sido y lo sigue siendo— va ocupar el espacio central de la misma. De los países latinoamericanos que podemos esperar si ni siquiera han sido capaces de coordinar una agenda común.
Entre grupos de la sociedad civil nicaragüense, que abogan por la democracia, hay alguna expectativa de que haya algún gesto sobre la situación en Nicaragua y los presos políticos, ¿usted considera que existe esa posibilidad?
Van a haber muchos gestos de solidaridad. En estas actividades paralelas de la sociedad civil, yo de hecho estoy incorporada en varias. Vamos a tener en varios discursos expresiones de solidaridad, pero me parece que va a ser la expresión individual de los Gobiernos y no lo veo como parte de una declaración. Si nos ha costado tanto avanzar en el seno de la OEA, no veo que vaya a individualizarse los casos como Nicaragua, Venezuela, en cualquier declaración que pueda tener ahí.
¿Cuál considera que pueda ser el mejor resultado para el continente?
Que encima de todo no nos receten estas groserías que a veces se dicen entre ellos. Eso sería ganancia. Tan bajas están las expectativas, con toda franqueza, que creo que no se espera mucho. Es muy probable que haya una declaración en los temas de migración.
Ojalá que tenga sustancia y que no sea más que retórica; que podamos ver la convergencia de mecanismos que garanticen movimientos migratorios más ordenados, apegados a los derechos humanos, y una agenda que acompañe a los problemas. Si seguimos tratando ese tema como su expresión final, que es la movilidad forzada de personas, muy poco va a cambiar en nuestra región.