1 de junio 2022
La historia política de Nicaragua tiene más memoria de represión y dolor que vida pacífica y democrática. La migración ha sido una gran consecuencia de esta realidad. Estados Unidos ha sido uno de los principales destinos de muchos nicaragüenses. En cuestión de un año, los nicaragüenses en ese país aumentaron de 300 000 a más de 400 000. La generación post-2018 ahora representa uno de tres migrantes.
Una ola migratoria brutal
El éxodo migratorio se repite de nuevo y por razones políticas. En los años ochenta, durante la llamada revolución sandinista, salieron muchos nicaragüenses escapando de la represión, el servicio militar, una economía destartalada. Para 1990 había 168 659, 33% del cual había llegado entre 1987 y 1990, y 50% había llegado entre 1985 y 1990. Ahora, treinta y dos años más tarde, el número de nicaragüenses que ha entrado a Estados Unidos entre enero de 2021 y abril de 2022 es de 141 000, la mayoría pidiendo asilo político. Ese número ahora representa un alto porcentaje como en los ochenta, los nicas en Estados Unidos son más de 400 000, 45% de los cuales entraron desde la crisis política.
De hecho, en una encuesta reciente realizada por Dialogo Interamericano en mayo de 2022, 40% de los entrevistados dijeron haber llegado después de la crisis de abril. Las razones de haber salido difieren sustancialmente entre las dos generaciones, en donde casi la mitad de los que salieron después de la crisis lo hicieron por razones de inseguridad y situación política. Este número es mucho más alto que en los otros países de la región centroamericana que pasan por situaciones de violencia asociada con pandillas o crimen organizado.
Esta razón coincide con encuestas que muestran una creciente intención a migrar a salir del país que se correlaciona con el empeoramiento de la represión en Nicaragua. En esa misma encuesta más del 80% de los que respondieron dijeron conocer a alguien, desde un pariente cercano hasta a una amistad.
Razones de haber salido de Nicaragua
El régimen Ortega-Murillo es percibido para una fuerte mayoría de nicaragüenses como dictatorial, y especialmente para quienes salieron después de la crisis reciente. Esta realidad se refleja en las razones de haber migrado pero también en la creencia de resolver la situación política. Para los nicaragüenses la importancia de liberar a los presos es crucial, aunque para quienes salieron después de la crisis tan importante como cambiar de régimen.
Perspectiva sobre el régimen Ortega-Murillo
Lamentablemente como los nicaragüenses en Costa Rica, esta generación también se encuentra dispersa, no solo separada de sus familiares. 70% tiene a sus familiares en Nicaragua, a diferencia de quienes llegaron antes en donde se observa más unificación. Sin embargo, en ambos grupos, la separación incluye la dispersión más allá del país de origen. Por definición, esta población se ha constituido en una diáspora.
Ubicación de los familiares
Esta diáspora está empezando a asentarse y es consciente de la necesidad del cambio político y del rol de la política exterior de Estados Unidos. Desde su perspectiva las sanciones incluyen penalidades institucionales como el Ejército y el Banco Central de Nicaragua, negación de visas a funcionarios públicos. La posición sobre el tratado de libre comercio es menos fuerte y menor entre quienes llegaron antes de la crisis. Al preguntarles sobre límites a remesas, nadie apoyó esa medida como instrumento de presión. Un dato importante e interesante es que la mayoría de los nicaragüenses que llegaron antes de 2018 conocen más de la Ley Renacer y el Nica Act, comparado con los que llegaron después del 2018, indicando que su salida urgente los ha dejado menos al tanto de lo que ocurre en el país.
Posición sobre la política exterior de Estados Unidos
La experiencia de Nicaragua es un ejemplo extremo de lo que es el deterioro del Estado de derecho y la preminencia de la impunidad. La movilidad de las personas entre fronteras y territorios nacionales históricamente han constituido el test de la elasticidad y calidad democrática de un régimen político. Es decir, la magnitud y ámbito de la libertad de movimiento de los ciudadanos ha dependido de la discrecionalidad soberana del ejercicio de la autoridad del Estado. Las autoridades políticas han pautado quién y cómo uno entra y sale de un territorio. En este siglo XXI, y en coincidencia con la observación de Saskia Sassen[1], la exclusión y la expulsión se han convertido en dos determinantes de la forma de cómo la política está operando en el mundo y las Américas en particular al punto de crear patrones migratorios.
En algunos contextos esta exclusión y expulsión resulta del extremo deterioro de la estructura estatal, llevando a muchos países en condiciones de Estado fallido, así como de la ausencia de consenso o la polarización social y política sobre el tipo de sujeto político que conforme la sociedad moderna. En ambos casos, la migración está surgiendo como consecuencia. Viendo los ranqueos que realiza el Banco Mundial sobre Estado de derecho y estabilidad política en 30 países de América Latina y el Caribe, en relación con el crecimiento migratorio la tendencia es negativa, ante el deterioro del Estado de derecho o estabilidad política, la migración aumenta.[2]
Frente a la Cumbre de las Américas, es importante tener presente por qué la gente sale de sus países, y cómo abordar las raíces de la misma. Para Nicaragua la presencia de represión, impunidad, populismo económico son la realidad del día. Las democracias de la región tienen ahora como tarea pendiente resaltar la razón de ser de la democracia, adaptándose al cambio global que incluya la prevención de la violencia, la defensa de la democracia y la promoción del desarrollo.
El problema migratorio no solo afecta a otras democracias, también resulta del incumplimiento de muchos Estados de sus obligaciones internacionales, los cuales como Nicaragua tienen que rendir cuentas y las evitan. De la misma manera que Estados Unidos introduce su estrategia para abordar las causas de la migración, es importante extender esa perspectiva a nivel regional, pero reinsertar una hoja de ruta de democratización para todos los países y de tal forma mitigar la migración, pero también adaptarse a los valores de la sociedad moderna.
Esta situación es imperativa ya que reduce los riesgos de continuidad migratoria, de inestabilidad, pero también de los costos inherentes a la migración, ya sea aquellos asociados con el crimen al que se exponen los migrantes, o por los costos económicos que incurren. Típicamente aquellos que salieron después de la crisis y han solicitado asilo en su mayoría representan un grupo que entro por la frontera con México. Estas personas han invertido grandes cantidades de dinero (un promedio de US$5000) para salir del país, y se han expuesto a problemas de extorsión en muchos casos. Es importante darle una mirada más sistemática a la economía migratoria para encausarla dentro de un marco más legalizado, y de desarrollo económico en vez de fragilidad estatal o falta de democracia.