19 de mayo 2022
“El desempeño global de la economía nicaragüense después de la Segunda Guerra Mundial, ha estado condicionado por los conflictos armados, y la inestabilidad social y política que ha vivido Nicaragua en su historia reciente”, según el documento “Patrones de Desarrollo Económico en los seis países de Centroamérica”, publicado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal).
La lucha armada que expulsó del poder al dictador Anastasio Somoza en 1979, marcó la frontera entre un período en el que el producto interno bruto (PIB), creció 6.0% entre 1951 y 1977, y pasó a otro en el que el PIB decrecía -2.7% entre 1978 y 1993. La combinación con el resultado de los tres subperíodos siguientes (4.2% entre 1994 y 2008; -3.3% en 2009 y 5.2% entre 2010 y 2017), generó un resultado absolutamente pobre.
“El balance de la economía nica durante este periodo muestra resultados muy modestos, al compararlos con la evolución de otros países de la región centroamericana”, señaló el economista Arturo Grigsby, encargado por la Cepal para escribir el capítulo sobre Nicaragua.
“El crecimiento promedio del PIB per cápita durante el periodo de posguerra ha sido débil y con grandes fluctuaciones: la tasa promedio de crecimiento ha sido menor al 1% anual, y su valor absoluto, en términos constantes a finales del período, (o sea, en 2016), era equivalente al que ya había alcanzado en la primera mitad de la década de los 60”, señaló.
El resultado es más palpable cuando se compara el desempeño de las economías de los cinco países de Centroamérica, destacando cómo la economía costarricense creció 7.92 veces entre 1950 y 2016. En ese mismo período, Nicaragua ni siquiera pudo duplicar la actividad, mientras que El Salvador crecía 2.13 veces; Guatemala, 2.23 veces, y Honduras 2.91 veces.
El crecimiento que Costa Rica, Guatemala y Honduras habían obtenido en 1980, es incluso mayor que el que pudo acumular Nicaragua en 2016, o sea, 36 años después.
Crecimiento insuficiente
Los errores políticos y económicos cometidos en la década de 1980 -que derivaron en una nueva guerra civil, con Estados Unidos y la Unión Soviética apoyando a los bandos en conflicto- dieron como resultado un aumento en los niveles de pobreza de los nicaragüenses.
“El tercer período inicia con la firma de los acuerdos de paz en 1990, y significó el abandono de la estrategia de organización productiva, y satisfacción de las necesidades básicas del período revolucionario, por la adopción de las políticas del Consenso de Washington”, anotó Grigsby.
“Las transformaciones incluyeron la reducción del ámbito de intervención del Estado en la economía y el tamaño del sector público. La liberalización del comercio, la reforma del sector financiero, y la privatización de las empresas estatales. El ciclo de recuperación económica posconflicto puede dividirse en dos etapas: la implantación del modelo liberal es la primera, que prácticamente estuvo financiada con apoyo de la cooperación internacional, y la segunda, que estuvo marcada por el auge de la inversión extranjera, y de la maquila”.
Aunque el PIB nicaragüense creció 4.2% entre 1994 y 2008 primero, y 5.1% entre 2010 y 2017, eso fue inferior a la tasa promedio del 5.5% anual que el Banco Mundial (BM), estima como la tasa de crecimiento necesaria para que Nicaragua logre una reducción sostenida de la pobreza, recordó el autor.
Basado en las estimaciones oficiales provistas por el Instituto Nicaragüense de Información para el Desarrollo (Inide), el experto señaló que “los altos niveles de pobreza general y pobreza extrema permanecieron relativamente estancados desde 1993 hasta 2009 y tuvieron una reducción significativa hasta 2014”.
Usando esos mismos datos, el Banco Central de Nicaragua (BCN), indica que la pobreza general se redujo del 42.5% al 29.6%, y que la pobreza extrema descendió del 14.6% al 8.3% entre 2009 y 2014. Grigsby recuerda que esos cálculos se basaron en líneas de pobreza general (1.81 dólares de consumo diario per cápita) y de pobreza extrema (1.11 dólares diarios) más bajas que las calculadas con la metodología del BM.
Cooperación venezolana produjo nuevos ricos… y más migrantes
En contraste, la Fundación Internacional para el Desafío Económico Global (Fideg), obtuvo resultados diferentes en su encuesta en 2015, al usar la metodología del BM, hallando que “la reducción de la pobreza general fue del 3.5% y la de la pobreza extrema fue del 7% entre 2009 y 2015”, mientras los datos oficiales estiman una reducción de 12.9% y 6.3%, respectivamente.
Fideg trabajó con una línea de pobreza general de 2.5 dólares de consumo diario per cápita, mientras que la de pobreza extrema fue de 1.2 dólares diarios.
Esos resultados están en línea con los datos de empleo de la población económicamente activa según los cuales en 2008, el 6.1 de la PEA estaba en desempleo abierto, mientras que el 31.2% estaba en el subempleo. Para 2017, esos datos habían cambiado 3.7% y 42.9% respectivamente.
Citando datos del BM, Grigsby apunta que “la población en edad de trabajar casi se triplicó en las últimas cuatro décadas o aumentó en 2.5 millones de personas. Una de las salidas para la creciente fuerza laboral ha sido la emigración. Se estima que entre 20 000 y 30 000 nicaragüenses emigran anualmente. Se calcula que en 2017 alrededor del 10% de la población vivía fuera del país”.
Finalmente, en referencia a la cooperación petrolera venezolana, el autor destaca cómo “estos recursos financiaron la creación de un nuevo grupo empresarial privado con inversiones en energía, agroindustria, construcción y otros sectores productivos y de servicios. También financió programas sociales que no estaban incluidos en el presupuesto del Gobierno, y abrió un nuevo mercado para las exportaciones de productos agropecuarios”.
El acuerdo de cooperación “fue severamente afectado por la drástica caída de los precios del petróleo y la subsecuente crisis económica de la República Bolivariana de Venezuela”, concluyó.