Guillermo Rothschuh Villanueva
8 de mayo 2022
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La Bestia, de Carmen Mola, premiada por Planeta, fue escrita por tres autores y sentó un precedente
Los escritores españoles Antonio Mercero (i), Agustín Martínez (c) y Jorge Díaz (d) con una edición de su novela en Buenos Aires, Argentina. Foto/EFE
“Las personas tienen derecho a leer o no leer lo que quieran, pero esos libros deben estar disponibles, para el adolescente que tiene preguntas y quiere encontrar respuestas en privado; para el adulto que siente curiosidad por temas en los que no tiene experiencia personal; para aquellos que quieren hacer su propia indagación y tomar decisiones informadas basadas en hechos”.
Tony Marx Presidente de la Biblioteca Pública de Nueva York
I
Apenas se supo quiénes estaban detrás del nombre de Carmen Mola, se armó el despelote. Siempre quiso saberse quién era la autora de La novia gitana (Alfaguara 2019), La red púrpura (Alfaguara, 2020) y La nena (Alfaguara, 2021). Los tropezones y falta de agudeza de la inspectora Elena Blanco, resultaban sorprendentes. El denominador común de la trilogía, son la violencia, la sangre y muerte que tiñen sus entrañas. Las entrevistas escritas nunca aquietaron los ánimos. Hubo quienes especularon sobre su identidad. El anonimato quiso ser develado varias veces. Bajo el nombre de la persona con el seudónimo de Sergio López, se ocultaba otro seudónimo: Carmen Mola. En cuestión de minutos supimos que no se trataba de una mujer, sino de tres hombres, autores de La bestia, novela ganadora del Premio Planeta 2021, con la bicoca de un millón de euros. Una recompensa mayor al que reciben los ganadores del Nobel de Literatura.
El anuncio de los resultados el viernes 15 de octubre de 2021, sacó ronchas. Libreros y lectores no salían del asombro. La realidad sobrepasaba a la ficción. La polémica devino por tratarse de tres escritores reconocidos (Jorge Díaz, Agustín Martínez y Antonio Marcero). El argumento esgrimido en contra, es que al ser tres y no uno los autores de La bestia, contaban con ventaja frente a los demás participantes. Nadie se detuvo a pensar sobre las bondades de la obra. Este hecho quedó relegado. El descontento fue visible. Articulistas y críticos literarios se sumaron a la controversia. ¿Será que el jurado no tomó en consideración la supremacía numérica qué gozaban? ¿Cómo iban a saberlo antes de conferirlo si no habían abierto la plica? Objetarán algunos. Al saberse que eran tres y no uno, ¿no debió ser otorgado? Todavía las aguas no terminan de aquietarse.
En la historia de la literatura, escándalos y desavenencias, resultan fructíferas. Despiertan curiosidad. Los lectores se lanzan en búsqueda de obras señaladas de malditas, pornógrafas o blasfemas. Prohibiciones y censuras son un acicate. Existe desconfianza acerca del mal gusto o animadversión política de los censores. Muchas veces lectores contratados por las editoriales para contar con su venia, incurren en errores garrafales. Abundan los ejemplos. Carlos Barral se jactaba de haber salvado de la pena de muerte a La ciudad y los perros. Ulises de James Joyce, fue objeto de censura y publicado de manera tardía, aduciendo razones pornográficas. Cuando gobiernos cierran aduanas e imponen prohibiciones, no hay manera que los lectores cedan a sus caprichos. En la actualidad resulta sobrancero imponer restricciones. Las ediciones en línea burlan fronteras.
Una librería española (Mujeres & Compañía), retiró de sus catálogos, libros firmados por Carmen Mola. ¿Una decisión antojadiza o un ajuste de cuentas? Soy un firme creyente que los lectores deben tener la última palabra. Deslizarse por la pendiente de las prohibiciones o eliminar de las librerías a escritores u obras por el prurito de estar en desacuerdo con sus creaciones, resulta inadmisible. ¿Las dueñas de Mujeres & Compañía tomaron la determinación como una manera de reivindicar a las mujeres ante tanta injusticia cometida por los hombres? Sería bueno que hicieran de públicas las motivaciones. Algunas dijeron que era un abuso que tres hombres se escudarán detrás del nombre de una mujer. A través de los años había sido a la inversa. Las mujeres, debido a discriminaciones machistas, tuvieron que utilizar seudónimos masculinos.
La naturaleza disruptiva de La bestia se debe a que sentó un precedente. Muchos autores podrán recurrir en el futuro a este mismo mecanismo. Las objeciones sobre la ventaja de escribir a seis manos son válidas. Por vez primera una novela escrita por tres autores resulta premiada. ¿Cambiarán las bases de los concursos las casas editoriales o más bien añadirán un Ítem donde impongan límites al número de autores que pueden aspirar a sus premios? Los folletines en el pasado eran escritos por dos o tres autores. Un hecho común en la Francia de entonces. Algo similar plantean Michèle y Armand Mattelart. En El carnaval de las imágenes: la ficción brasileña, (Ediciones Akal, 1987), exponen que los guiones de las telenovelas de Globo, son redactados a cuatro o seis manos. Los tres autores premiados por Planeta ejercen como guionistas. Estamos ante un hecho mayor.
II
Para muchos la pregunta fundamental continúa siendo si La bestia merecía el premio. ¿Era digna de un millón de euros? La fuerza y velocidad del relato, la indagación y puesta en escena de Madrid del segundo tercio del siglo diecinueve, el entrecruzamiento de las historias, las informaciones sobre el tratamiento del cólera, las supercherías, el poder omnímodo del clero, las disputas por el trono español, la doblez de algunos personajes, su estructura folletinesca, el uso reiterado del suspense, el carácter funcional del lenguaje, la bestialidad con que cada bando impone su criterio, las filtraciones, el agudo contraste de los personajes, las conspiraciones y asesinatos a mansalva de niñas, ante la creencia que la peste se curaba bebiendo su sangre menstrual y la condena irremisible de los pobres, fueron engastadas de manera magistral, en los 85 capítulos que conforman el libro.
Una lectura cuidadosa permite apreciar que no existen fisuras de estilo. En las 541 páginas no hay variaciones. La bestia goza de uniformidad estilística. ¿Es posible discernir la intervención de varios autores? Hay párrafos largos proseguidos de párrafos de cuatro a cinco líneas, que amplían o ratifican el desarrollo de la trama. ¿Intervino otro autor? La única manera de saber con exactitud cómo fue escrita la novela, es si los tres mosqueteros deciden confesar qué es suyo y qué fue escrito por los otros. El éxito editorial alcanzado a través de cuatro novelas, firmadas con el seudónimo de Carmen Mola, desaconseja cualquier acto de striptease. Tal vez algún día Martínez, Díaz y Mercero, decidan exhibir su taller de orfebrería. Podrían hacerlo mediante la publicación de un libro de preceptiva literaria o ante estudiantes universitarios inscritos en un curso de escritura creativa.
Investigadores se han encargado de correr el velo a algunos misterios. Los autores de los folletines más sobresalientes —Alejandro Dumas, padre, Frédéric Soulíe y Eugéne Sue— fueron asistidos por otros escritores, como expone el filósofo español-colombiano Jesús Martín Barbero, en su lapidario, De los medios a las mediaciones Comunicación, cultura y hegemonía (1987). En La bestia son tres los empeñan sus mejores artes, hasta moldear una criatura que más allá de la polémica, posee ingredientes literarios para volver gustosa su lectura. Durante los primeros doce capítulos las historias discurren de manera paralela. A partir del capítulo trece el relato transita por un mismo carril. El drama de Lucía y Diego se unifican. Como telón de fondo aparece el cólera y su ensañamiento con los pobres; muestran un Madrid cercado, sucio, maloliente, turbulento y vengativo.
Los autores de La Bestia se engancharon en el drama español de 1834, en instantes que el coronavirus hacía estragos por todo el planeta. Al hablar de la peste, incorporan medidas recomendadas actualmente por los médicos. Para atenuar las consecuencias de la peste, señalan que no podían congregarse más de diez personas en un mismo lugar. Un recordatorio que sacude nuestro imaginario. Seguimos presa de una de las crisis sanitarias más violentas en lo que va del siglo veintiuno. Continúa segando vidas en distintos países. El periodista Diego Ruiz, comprometido en develar a los autores de asesinatos de niñas que mantienen en ascuas a los madrileños, llega a pensar que España vive muchas desgracias juntas y que ese año carga un repertorio de desdichas. La novela se inscribe en un contexto de hambrunas, discriminaciones, enfermos, muertes y desaparecidas.
Mientras los altercados sigan su curso, la corriente de simpatía generada por los autores de La bestia, continuará acrecentando el número de lectores. Los vientos le son favorables. La querella favorece a los escritores de una novela redactada a seis manos y con un solo resultado: descubrir la intriga que corre por sus páginas. Solo podremos conocerla en la medida que nos adentremos en su lectura. En La bestia, contraponen a la ciencia con las creencias religiosas. Una disputa donde los favorecidos son quienes detentan el poder. La invocación a Dios por los curas, constituye un acto de exorcismo para beneficiar al carlismo. La iglesia ejercía como mediadora a su favor. El poder divino puesto al servicio de reyes y políticos. Para tener una idea cabal, el único camino que nos queda es empinarnos La bestia sin temor a atragantarnos. Posee todo para cautivarnos.
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Comunicólogo y escritor nicaragüense. Fue decano de la Facultad de Ciencias de la Comunicación de la Universidad Centroamericana (UCA) de abril de 1991 a diciembre de 2006. Autor de crónicas y ensayos. Ha escrito y publicado más de cuarenta libros.
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