14 de abril 2022
En la noche, cuando miles de empleados públicos se encuentran cómodos en sus casas, el abogado Marlon Gerardo Sáenz Cruz, conocido como Chino Enoc en las redes sociales, desafía con frecuencia a Rosario Murillo, número dos del régimen.
Se dirige a los militantes históricos: aquellos que participaron en la lucha contra la dictadura de Somoza, derrocada en 1979, pero también lo hace con quienes se integraron al Ejército en el primer Gobierno sandinista y que luego fueron desmovilizados.
No hay claridad de cuántos son. Si efectivamente incluyen a los colaboradores sandinistas, a los militantes, cuántos de ellos son víctimas de guerra, pero un breve perfil construido –a partir de unas diez entrevistas en este reportaje– indica que la mayoría son pobres, de entre 60 y 70 años, padecen enfermedades crónicas propias de su edad como diabetes, hipertensión arterial o artritis. Políticamente se definen como leales a Daniel Ortega y al “ideal de la revolución” y rechazan —todos— a la vicepresidenta.
Empieza a sonar la tumba del guerrillero (canción sandinista) y Sáenz comienza a dirigirse a su audiencia. Dos banderas rojinegras a su espalda, una pañoleta en su cuello completa su escenografía. Dice que a Ortega lo mantienen aislado.
Sáenz instó a una rebelión el 5 de abril pasado, dirigiéndose a Lenín Cerna Juárez, exjefe de la Seguridad del Estado en los ochenta, antigua dirección del extinto Ministerio del Interior a cargo del espionaje y señalado de graves violaciones a derechos humanos.
Cerna fue separado del cargo de la Secretaría de Organización del FSLN en 2011, tras pugnas internas precisamente con Murillo. “El comandante Lenín le tiene un gran cariño, un gran amor a Daniel, y por eso su disciplina, pero quiero hacerle un llamado: no dejemos caer al FSLN (…), en la medida que se fortalezca ese control de derecha que está haciendo Rosario dentro del FSLN, eso puede causar una división. Es el momento de pararla en treinta. Estoy seguro que usted nos hace un llamado y Nicaragua entera nos convocamos y hacemos sentir nuestra fuerza”, le dice Sáenz.
Para él, Ortega es el líder “moral” de los sandinistas, lo seguía Tomás Borge—ya fallecido— y Cerna. “No está Tomás, usted es la autoridad moral”, dijo Sáenz dirigiéndose al exjefe de la Seguridad del Estado.
El 28 de marzo pasado, las grietas entre los históricos y Murillo se abrieron más. Un memorándum firmado por el coronel en retiro Leopoldo Rivas Alfaro, coordinador de la atención a los sandinistas históricos en el oficialismo, los irritó.
No fue el primer choque que Rivas Alfaro ha protagonizado en los últimos años con este grupo de viejos cuadros del FSLN, pero ahora les ordenaron que se desactivaran y que cesara su participación en actividades de inteligencia contra “el enemigo”, a través de la Policía.
Según una nota de 100%Noticias, en uno de esos roces públicos que antecedieron a esta nueva decisión, Rivas Alfaro les preguntó en una asamblea a los históricos en febrero de 2020 quién sostuvo al partido, mientras estuvieron en la oposición. “¿Ustedes? —preguntó y luego les dijo—: No fue el sandinismo histórico, fueron estos nuevos compañeros, encabezados por el comandante Ortega que recorrió tres veces Nicaragua”.
El nuevo intento de Murillo es visto como la búsqueda del control total de las estructuras del FSLN, alegando una supuesta unidad entre los más experimentados y los profesionales en las llamadas Unidades de Victorias Electorales (UVE), que fueron útiles para las labores de espionaje en los barrios de cara a las votaciones presidenciales ilegítimas del año pasado.
Como evidencias públicas de las contradicciones a lo interno del FSLN, señalan el asedio de la Policía Nacional a la veterana militante Sandra Martínez, quien responsabilizó a los secretarios políticos de la zona.
Recuerdan igual la detención de Gerardo Miranda, exalcalde de San Juan del Sur y exdiputado sandinista, quien estuvo una semana arrestado en el Chipote, luego de una reunión con “sandinistas históricos”, que fue tomada por Murillo como una “conspiración”.
Igual se pueden encontrar algunas publicaciones en redes sociales, en las cuales orteguistas intentan disuadir a los críticos internos. Desde un perfil en Facebook, llamado “el combativo”, se recuerda un supuesto discurso de Tomás Borge en que sostiene que la victoria de Ortega fue una “luz de esperanza en la conciencia de los revolucionarios”. “Si ha ganado la derecha, el Gobierno de Bush no les hubiera dado ni sal para un jocote”, dijo.
Silencio en tiempos de represión
Cuando se intenta consultarlos, sean simpatizantes o disidentes del FSLN, se impone el silencio, producto del contexto de represión. En Nicaragua predomina un estado policial de facto que conculca los derechos a reunión de la población. Hay al menos 181 presos políticos.
CONFIDENCIAL conversó con un integrante del llamado “sandinismo histórico''. Aceptó hablar bajo condición de anonimato, igual que tres más separados orgánicamente del partido gubernamental desde hace años, pero con vínculos con sus antiguos compañeros de armas.
“Para nosotros es un asunto de disciplina partidaria. Acatamos las órdenes de la Chayo (Rosario Murillo) para no desafiar a Ortega. Nosotros somos sandinistas, aunque no la queramos a ella”, explicó el militante.
El primer disidente sandinista rechazó a secas la posición de desactivarlos. “El sandinismo histórico simplemente no puede morir”, dijo, pero reconoció que cada vez son menos las personas que hablan sobre el tema, lo que se explica por el terror impuesto desde el poder.
Como ejemplo, de lo que es capaz de hacer la pareja presidencial para preservar la Presidencia, recuerdan el fallecimiento en cautiverio el viernes 11 de febrero pasado del general en retiro Hugo Torres, héroe de la lucha antisomocista y prisionero político del régimen actual.
También piensan en el encarcelamiento de Dora María Téllez, otra excomandante con una trayectoria destacada en el derrocamiento de la dictadura en 1979. “De nada importó eso (la trayectoria política de Torres y Téllez), aquí no hay respeto”, sostuvo.
De los grupos de choque a la represión de 2018
El origen de la organización de los sandinistas históricos se remonta a 1990, cuando Daniel Ortega agrupó en un solo bolsón a los que tuvieron participación en la guerra.
El objetivo era mantenerlos bajo control—algunos de ellos seguían con el planteamiento de la lucha armada, a pesar de la paz—, pero también estaba el fin de usarlos como tropas de choque cuando lo requerían.
En el FSLN, junto a la figura del “combatiente histórico”, estaba también la del “colaborador histórico” que era gente que no estuvo vinculada a la estructura política, pero aportaron con casas de seguridad, recursos económicos o simplemente participaron como correos en la guerra, es decir llevaban mensajes de manera segura entre la red sandinista.
Los históricos a partir de los 90 fueron los grupos usados por el FSLN para sembrar el caos como el reconocido Víctor Cienfuegos en el barrio San Judas, a quien acusaron de agitador y terrorista en su momento.
En el mismo bolsón de esos “cabezas calientes”, al servicio de Ortega y su círculo, alcanzaron desde combatientes en la etapa de la insurrección contra Somoza, pero también la gente que participó en la guerra distribuidos a lo largo y ancho del territorio nacional.
León, Matagalpa, Diriamba (Carazo), Estelí y Masaya fueron los lugares donde tuvieron un papel más destacado los históricos, ayudando a Ortega en su proyecto de “gobernar desde abajo” como se conoció a la etapa de desestabilización promovida por el FSLN en los Gobiernos que siguieron a 1990.
“Son las llamadas fuerzas de choque que buscaban una reivindicación económica”, explicó la fuente sobre el principal motivo que tenían para movilizarse.
El papel que jugaron en la represión
Cuando estallaron las protestas antigubernamentales en 2018, las mismas fueron reprimidas con brutalidad por el Estado. La CIDH reportó 355 fallecidos, 2000 heridos y más de 100 000 personas yéndose al exilio para resguardar su integridad.
Ortega reorganizó esos grupos de choque bajo el mando precisamente de cuadros con experiencia militar. Ellos ponían supuestamente el orden en los territorios. Convencían a la población de seguir sus órdenes, alegando mística, cercanía con Ortega y algunos de ellos manejaban recursos económicos para llevar a cabo los planes previstos por el partido.
En su intervención del 5 de abril, el Chino Enoc reconoció que recogió información contra la oposición en Masaya y Matagalpa en 2018. “Me disfrazaba, me ponía barba, sombrero, pero yo no anduve en el cachimbeo, porque no puedo caminar”, reconoció.
Una fuente explicó que en la mayoría de casos, sin embargo, “el papel de los viejos militantes era ser el mando único con lo que resolvieron la operación limpieza”.
La “operación limpieza” fue el despeje violento de las barricadas. Las mismas habían sido levantadas en los barrios por la población para protegerse de la Policía y paramilitares. El intento de las autoridades por desinstalarlas era sofocar a la fuerza la inconformidad masiva de la población con el régimen.
En los cuatro años siguientes, esos viejos militantes fueron bajando el perfil. Algunos de los más conocidos han fallecido como Edén Pastora, el antiguo “Comandante Cero”, que murió siendo fiel a Ortega.
Alguien que conoce la historia del partido sandinista comentó que las contradicciones que se observan en las instituciones, entre los veteranos y los “murillistas” se expresan también en la cúpula.
La vicepresidenta tiene el control territorial y también el del gabinete, lo que facilita recursos económicos que pueden ser usados en función de sus propios intereses.
Un sociólogo opinó que cuando los militantes históricos citan los estatutos del FSLN, para reclamarle a Murillo, simplemente se refieren a un partido que ya no existe. Todo está bajo control de la familia presidencial desde hace años.
“Para mí es como la última pataleada del viejo FSLN. Muchos de ellos se sienten insatisfechos, excluidos de las prebendas del Estado. La realidad sobre lo que pueda ocurrir depende de cómo se compagina eso con la insatisfacción en otras áreas, pero lo que nadie puede negar es el episodio de tensión con Rosario nuevamente en el centro del mismo”, expresó el experto.
Las prebendas y la lógica del FSLN
El politólogo nicaragüense Silvio Prado, radicado en España, afirmó que se debe entender primero que este partido “no tiene ética ni mística, sino que está unido por intereses”.
“El FSLN es una organización que sobrevive de distribuir incentivos selectivos de su gente, dentro del territorio, los que manejan explotación de oro, madera, narcotráfico y los que manejan vínculos con tráfico de personas. Es un partido que funciona de prebendas y feudos en los territorios”, razonó Prado.
Para el municipalista, un factor que no se puede descartar es que este año hay votaciones municipales y estos juegos de poder locales se forman en torno a las cuotas de poder que se obtienen precisamente en ese proceso.
“Quiero ser concejal, alcalde, quiero manejar poder, a mí de Condega (en Estelí) no me vas a poner un chavalo que no hizo nada por el partido en 2018”, dijo Prado intentando explicar estas posibles contradicciones.
Durante más de 15 días continuos, de manera consistente, los históricos han estado denunciando frecuentemente a Murillo, a lo que el Chino Enoc llama el “chayotal”, refiriéndose a los simpatizantes de la vicepresidenta.
La noche del 12 de abril, mientras la Policía captura a integrantes de una banda de música crítica al régimen—en el aniversario cuatro de las protestas—, el Chino Enoc luce emproblemado en su vídeo habitual.
Días atrás denunció que recibió en su casa la visita inesperada de un supuesto sicario hondureño. Alertó que su vida y la de su familia corren peligro. “No me voy a escapar ni me voy a correr, no cargo drogas, cualquier invento que digan, ¡no es cierto! Cualquier cosa que me pase es responsabilidad de la Policía”, insistió Sáenz Cruz desde sus cuentas de redes sociales.