3 de abril 2022
Con Hollywood narcotizado por los superhéroes, toca a otros suplir al mundo con el entretenimiento que un adulto puede ver sin sonrojarse. Dinamarca nos hace un gran favor con “Riders for Justice”.
Una niña quiere una bicicleta azul para Navidad. Su abuelo se la encarga a un vendedor callejero, que secretamente trafica artículos robados. Así, la adolescente Mathilde (Andrea Heick Gadenberg) es despojada de su medio de transporte, quien tiene que pedirle a su madre (Anne Birgit Lind) que la lleve a la escuela. Su carro no enciende. Justo en ese momento, su esposo, Markus (Mikkelsen), un soldado estacionado en una zona de guerra indefinida, la llama para avisarle que su misión se extiende por tres meses. Frustrada, la mujer le propone a su hija escapar a la ciudad para un día de diversión. Así, terminan montándose en un vagón de tren subterráneo sacudido por una explosión letal.
Es un accidente terrible. Pero quizás, no sea un accidente del todo. Eso cree Otto (Nikolaj Lie Kass), un experto en programación de software que se siente culpable por haber cedido un asiento a una víctima mortal. La Policía desestima sus sospechas y por eso, toca a la puerta de Markus, quien se ha desmovilizado para reconfortar a la familia que le queda ¿Y qué haría un hombre de acción con ese conocimiento, si no buscar venganza?
Las casualidades están en el corazón de los juegos dramáticos de la ficción, pero también en nuestro afán de encontrar sentido en la tragedia. Estamos ante una curiosa meditación sobre la búsqueda de justificaciones frente a lo inexplicable. La casualidad marca una senda que culmina en el callejón sin salida de la mortalidad. La religión y la psicología se ofrecen como paliativos, y eventualmente, la violencia retributiva también. Pero todas resultan insuficientes.
Una peligrosa banda criminal entra en el juego –los “Riders of Justice” del título en inglés–. Para cuando la pandilla entra en escena, la situación y los personajes se han definido con tanta humanidad, que aceptamos los giros más fantásticos de la trama. Entre las balaceras y el saldo mortal que incrementa, el foco de atención se mantiene en los personajes y los lazos que se estrechan en la adversidad.
Mads Mikkelsen asume el rol de macho estoico, empeñado en sofocar hasta el último vestigio de vulnerabilidad. Es muy bueno en su papel, y su actuación gana en estima sí ha visto la reciente “Another Round” (Thomas Vinterberg, 2020), donde encarna a un profesor de escuela deprimido, tratando de anestesiarse con dosis pequeñas, pero sostenidas de alcohol. Que ambas películas hayan sido estrenadas en el mismo año, delata la versatilidad del actor mejor conocido por ser villano en “Casino Royale” (Martin Campbell, 2006).
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Demasiadas películas de acción usan la muerte de un ser querido como catalizador de conflicto, pero la experiencia del duelo es ignorada, suplantada por violencia justiciera. El guion del también director Anders Thomas Jensen se toma la molestia de contemplar el proceso. Tiempo y atención son dedicados a personajes secundarios que expanden el espectro emocional de la película. Véase el caso de Bodashka (Gustav Lindh), joven migrante y trabajador sexual que se convierte en aliado de los protagonistas.
El contraste entre los compañeros de misión es una fuente inagotable de humor. Otto, un obsesivo con límites de movilidad en un brazo, es el líder de un escuadrón de ‘nerds’. Sus colegas son Lennart (Lars Brygmann), un veterano de 400 horas de terapia; y Emmenthaler, (Nicolas Bro) un ‘hacker’ temperamental, sobornado para participar en la misión con una pizza de peperoni. Markus se convierte en el músculo de la operación. La casa de Markus se convierte en una especie de centro de operaciones y hogar de repuesto para esta pandilla de excéntricos con pocas gracias sociales. Constituyen una especie de familia de repuesto, fortalecida bajo fuego.
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Este es el tipo de película óptima para una nueva versión norteamericana. Hubiera sido perfecta como vehículo estelar para Arnold Schwarzenegger o Bruce Willis, en sus mejores momentos de los 80 y los 90. Pero filmes como este han desaparecido del ecosistema de Hollywood, y quizás sea mejor así. Dudo que pudieran alcanzar el exquisito equilibrio de “Riders of Justice”. Llena todos los cuadrantes de un éxito popular: algo de drama, algo de comedia, mucha acción y un papel jugoso para una estrella magnética.
“Los justicieros”
(Riders for Justice)
Dirección: Anders Thomas Jensen
Duración: 1 hora, 56 minutos
Clasificación: * * * (Buena)
* Disponible en cines y Netflix