30 de marzo 2022
Nayib Bukele negoció con las pandillas para hacerlas sus socios políticos. Algo falló. Las consecuencias son una terrible ola de asesinatos y un país en Régimen de Excepción.
El engaño del llamado Plan Control Territorial ha terminado con un baño de sangre inédito en lo que va del Siglo XXI y el grupo que gobierna detrás de Bukele ha recurrido a los trucos de siempre para hacer frente a la crisis: el histrionismo mediático y la mentira, para ocultar la negligencia y la improvisación. Los salvadoreños amanecimos este lunes con nuestras garantías cercenadas y con un gobierno autoritario que ya no necesita órdenes judiciales para abrir nuestra correspondencia o escuchar nuestras conversaciones o detenernos hasta por quince días sin acusación. ¿Por qué? Porque a Bukele le falló su negociación secreta con las pandillas.
No, nunca hubo ningún plan ni eficacia de la Policía ni del Ejército. La baja en la cifra de homicidios estaba centrada en el poder de las pandillas de abrir y cerrar a voluntad la válvula de los homicidios y esa ha sido su moneda en la negociación bajo la mesa con Bukele. Todo parece indicar que el horror del fin de semana es el fracaso de esas negociaciones. Setenta y cuatro muertos en 48 horas. Fin del engaño del Plan Control Territorial.
Desde la tregua de Funes y su ministro de Defensa, las pandillas aprendieron a hacer política con las cifras de homicidios. Sus discursos son cuerpos en las calles y bajo la amenaza de que si no les cumplen El Salvador se llenará de cadáveres. Con esos criminales ha estado negociando Bukele desde que llegó al poder, para aparentar que él controlaba la seguridad del país. Nos mintió negando las negociaciones desde que las dimos a conocer hace año y medio. Protegió a los jefes criminales de ser extraditados a Estados Unidos. La Corte Suprema que instaló a golpe garantizó que no se aprobaría la extradición de ninguno de los jefes pandilleros.
Durante los casi tres años que han pasado ya desde que asumió la Presidencia, Bukele no ha dado ningún paso para debilitar a las pandillas ni mejorar las condiciones de seguridad en el país. Ninguno. Por eso, cuando les dio la gana, los jefes criminales abrieron otra vez la válvula y en una sola oleada dejaron más de setenta muertos.
Por la cantidad inédita de homicidios en un solo día, el performance sangriento de dejar un cadáver en plena carretera a Surf City y la extensión territorial donde quedaron los cuerpos, el mensaje de las pandillas es claro: exigen algo que no les han dado. Descifrar los detalles de esa inconformidad criminal que ha dejado en luto al país es algo más complicado debido a que el Gobierno ha cerrado todo acceso a información oficial... Pero el mensaje está allí, en forma de más de setenta muertos. Un mensaje al que otra vez Bukele y su gente han reaccionado como suelen hacerlo: con la improvisación, la mentira y el espectáculo mediático.
La aprobación de un Régimen de Excepción en medio del baño de sangre es muestra de ello: Durante toda la sesión plenaria extraordinaria, ningún diputado logró explicar en qué ayuda la suspensión de garantías al combate contra el crimen. ¿Acaso no tenía ya potestad la Policía de capturar a pandilleros activos que se encontrasen reunidos? ¿Acaso los allanamientos de las últimas horas, en los que encontraron armamento en casas de pandilleros, no eran ya posibles antes del régimen de excepción? ¿Acaso no han aprobado los jueces, desde hace años, intercepciones a los teléfonos de pandilleros en menos de 24 horas? ¿Acaso las pandillas no están ya tipificadas como organizaciones criminales y la pertenencia a ellas como asociación ilícita para delinquir?
Nadie ha explicado para qué sirven, pues, esas medidas. Pero sabemos que le dan más herramientas a un autócrata como Bukele para afianzar su autoritarismo.
Las intervenciones de varios diputados oficialistas fueron claras: sin una sola prueba, sugirieron una vez más que sectores de la oposición estarían detrás de la ola de homicidios.
Después de dos años en los que el presidente y sus propagandistas han calificado de defensores de pandilleros a todos aquellos que protestan por el atropello a la independencia judicial y al estado de derecho; después de acusaciones a la oposición de financiar pandillas y protestas, después de vincular a la prensa independiente con criminales, este régimen de excepción calza bien a un autócrata para perseguir a sus críticos, porque no lo necesita para combatir criminales ni la ha necesitado nunca, y a pesar de ello nunca los persiguió. Hoy todos los salvadoreños pagamos las consecuencias de su negligencia, de su improvisación, de sus mentiras y su obsesión con el show mediático.
Editorial publicado por El Faro