25 de marzo 2022
La esencia de la “Cuarta Transformación” (4T) no es el aeropuerto de Santa Lucía. Reside más bien en el hecho en sí, y en el timing, de la instauración del Grupo Parlamentario de Amistad México-Rusia, y la visita de la secretaria general de Morena a La Habana. Revelan su verdadero ser, sus simpatías, su insensibilidad ante el mundo, su insularidad, y su vehemente vocación antidemocrática.
Como ha sido ampliamente reportado por los medios impresos, este miércoles se reunió el recién formado Grupo de Amistad México-Rusia con el embajador ruso en nuestro país. Los representantes de Morena, del PT y uno del PRI (a don Augusto Gómez Villanueva se le perdona todo por su afinidad casi centenaria con la URSS, Cuba y Nicaragua) se desvivieron en evocaciones de los anacrónicos principios de política exterior inscritos en la Constitución, de la amistad de México con todos los pueblos del mundo, y en un silencio ensordecedor sobre la invasión rusa a Ucrania y los posibles crímenes de guerra que Putin esté cometiendo en ese país.
Pero no solo es el hecho en sí. Esto sucede en el peor momento: cuando la guerra se eterniza y sus estragos entre la población civil en Ucrania se generalizan; cuando un número creciente de países se suman a las sanciones o a la condena de la conducta rusa; y cuando en la ONU los representantes de uno de los Gobiernos de México (hay varios) impulsan resoluciones contra la invasión y a favor del acceso a la ayuda humanitaria. Los diputados del PT son conocidos por la venta de sus simpatías geopolíticas e ideológicas (lo han hecho desde hace años con Corea del Norte). Pero Morena no necesita dinero: tiene al erario entero a su disposición. ¡Qué necesidad! A menos de que no se vendan por dinero, sino por simpatías.
¿En qué mundo viven los diputados de ese partido? Muy fácil: en el de la solidaridad con los regímenes más odiosos del planeta, en el de la nostalgia por la URSS y el bloque socialista, en el del antiimperialismo —el enemigo (Putin) de mi enemigo (Estados Unidos) es mi amigo—, en la hermandad de los pueblos de América Latina.
En efecto, el corolario del Grupo de Amistad yace en el viaje de la secretaria general de Morena a Cuba justo en el momento en que ese Gobierno condena a penas interminables a decenas de jóvenes cubanos por haber participado en las protestas del 11 de julio. Penas tan aberrantes que hasta un aplaudidor consuetudinario del régimen como Silvio Rodríguez las considera excesivas.
Huelga decir que la apparatchik de Morena no pronunció una palabra de protesta, duda, cuestionamiento o siquiera curiosidad a propósito de los presos recién condenados, que se suman a muchos más encarcelados o sentenciados antes. Para ella, protestar contra la revolución es efectivamente un delito, y debe ser castigado. El Gobierno revolucionario se encuentra en peligro, asediado por el imperialismo, y cualquier grieta en el monolito de apoyo merece la reprobación y represión absolutas. La secretaria general cree en todo ese cuento absurdo; su jefe inmediato, Mario Delgado, lo ha asumido por completo, y el jefe de jefes lo comparte desde hace medio siglo.
He allí la esencia de la 4T. A quienes sorprende su inclinación autoritaria en lo interno, su falta de respeto por la ley, la democracia, la pluralidad y la crítica, solo queda decirles que nunca escondieron todo esto. Son prosoviéticos, procastristas, antiimperialistas de hueso colorado. Si no lo quisieron ver, allá ellos. O si pensaron, como la mayoría de esos compañeros de viaje, que las posturas internacionales de Morena y AMLO no importaban porque se reducían a mera retórica sin consecuencias, ¡qué ingenuos fueron! Y seguirán siendo.