25 de marzo 2022
En las cartas públicas que recientemente han intercambiado los presidentes de México y Argentina, Andrés Manuel López Obrador y Alberto Fernández, se describen dos proyectos de integración regional diferentes. No necesariamente esos proyectos tendrían que ser contradictorios, pero para ser complementarios deberían reconocerse distintos.
Las cartas, intercambiadas durante el viaje de Beatriz Gutiérrez Müller a Argentina y a Chile, son otra muestra del ejercicio de una diplomacia presidencial volcada hacia América Latina, que discrecionalmente se alinea o se aparta del consabido soberanismo de la política exterior mexicana. López Obrador realizó posicionamientos sobre política interna argentina, al respaldar la renegociación de la deuda de Buenos Aires con el FMI y al dar su apoyo al presidente Fernández frente a sus enemigos, los “conservadores” de allá.
Lo curioso del ejercicio de AMLO es que la relación de Argentina con el FMI ha sido tradicionalmente apoyada por la derecha liberal argentina y no por la izquierda kirchnerista, que respalda al presidente Fernández y, sobre todo, a la vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner. El vínculo con el FMI y el BM es percibido en esa izquierda como una seña de identidad del neoliberalismo que caracterizó a Gobiernos como los de Carlos Saúl Menem y Fernando de la Rúa, o en México de Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.
En su carta de respuesta a AMLO, Fernández propuso crear una alianza entre los tres mayores países latinoamericanos, Brasil, Argentina y México, en el caso muy probable de que Luiz Inácio Lula da Silva llegue al poder en octubre de este año. Una alianza geopolítica e ideológica a la vez, que al proponerse luego del respaldo de Fernández a la respuesta airada de AMLO al Parlamento Europeo, suponía tanto un bloque desconectado de Estados Unidos, Canadá y Europa, como de otros foros latinoamericanos como la Alba o Unasur.
López Obrador respondió a la propuesta de Fernández con una reiteración del proyecto que presentó en el Castillo de Chapultepec, cuando la reunión de cancilleres de la Celac, en el verano de 2021. Entonces el presidente mexicano sostuvo que era necesario crear una plataforma de integración de todas las Américas, sin excluir a Estados Unidos y Canadá, que tomara como referente la Unión Europea. Es decir, una integración no solo comercial sino también migratoria y política.
A pesar de la divergencia entre ambos proyectos, tanto Fernández como López Obrador se distancian del latinoamericanismo de la izquierda antimperialista tradicional, impulsado por Fidel Castro y Hugo Chávez en la primera década del siglo XXI, al dar relevancia al sistema democrático y al respeto a los derechos humanos como premisas de la integración. No se trataría, por tanto, solo de dos sino de tres modelos en pugna, que se pondrán a prueba en los próximos años, a medida que se relance el regionalismo latinoamericano.
*Artículo publicado originalmente en La Razón de México.