16 de marzo 2022
Fabiola Lalinde murió el 12 de marzo de 2022. Su historia es probablemente desconocida por la gran mayoría de quienes leen este medio. Fabiola era colombiana: una mujer pequeña, pero gigante.
Además de dejar una huella indeleble en la lucha por la justicia en Colombia, su vida (creo) debe ser motivo de reflexión y aliento en un contexto como el nicaragüense. Por esta razón, comparto parte de su historia.
Fabiola era la madre de Luis Fernando Lalinde, un joven estudiante que fue detenido, torturado, asesinado y desaparecido por el Ejército colombiano en octubre de 1984. Desde su desaparición, Fabiola buscó y buscó, y, de hecho, encontró parte de los restos de su hijo y muchas respuestas. Pero nunca paró de buscar, y siguió preguntando por qué, por qué, por qué…
Fabiola enfrentó a todos los que dijeron que dejara de buscar. Junto con otras personas – “ángeles de carne y hueso” e “hijos a hijas de la memoria”, como los llamaba – buscó y nunca paró de perseguir verdad y justicia. Reconoció siempre la solidaridad y el apoyo de muchas personas que la acompañaron y la alentaron en su búsqueda. Decía: “Sin ellos, sin su fuerza y complicidad, toda esta lucha no tendría sentido”.
Fabiola deja un legado para Colombia, para Nicaragua y para todo el mundo. Su memoria es fuente de inspiración; es ejemplo de una vida llena de dignidad y sentido. Su legado, según ella, fue una “operación cirirí”.
El cirirí como símbolo
En abril de 2018, Fabiola donó el archivo documental de su búsqueda a la Universidad Nacional de Colombia, sede Medellín. Su discurso de ese día refleja de manera espléndida su esencia y su lección de vida. Comparto con la lectora algunos apartes porque creo que pueden ayudar a dimensionar algunos de los retos en la lucha contra la injusticia que tiene lugar en el contexto nicaragüense.
Reflexionando sobre su sino, contó Fabiola: “Papá decía que yo era insistente, persistente e incómoda, que era como un cirirí, pues siempre estaba preguntando por qué, por qué, por qué... Ya de grande, como mamá, Luis Fernando me decía Jodelina, o Jode, con cariño, porque echaba mucha cantaleta”.
El cirirí (sirirí o suirirí) es un pájaro común y silvestre en Colombia; en Nicaragua, creo que, se le conoce como el tirano tropical. El nombre científico es diciente: Tyrannus melancholicus (o tirano melancólico). Es chiquito, pero defiende lo suyo como pocos. En Colombia se dice que “todo gavilán tiene su cirirí”, queriendo decir que aún los más fuertes, los más poderosos, también tienen alguien que los puede molestar. Esa era Fabiola.
Al cerrar su discurso de 2018, habló a los jóvenes: “Universitarios, dejo como herencia mi símbolo, el Cirirí insistente, persistente e incómodo que nunca ha matado un gavilán. Símbolo dedicado a todos aquellos ciudadanos del mundo, que nos convoca a cesar toda violencia, con la gratitud siempre presente por los logros de este legado que hoy ustedes reciben, en la recta final de una vida sin sentimientos de odio ni de venganza”.
Dignidad, decencia y honestidad, junto con terca e inevitable persistencia; esa era Fabiola.
Fabiola se enfrentó a generales, ministros, burócratas inertes, jueces y fiscales. En un momento de su búsqueda terminó presa. Recordaba: “Justo en los días que salió la condena (por la desaparición de Luis Fernando) al Estado (colombiano) por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, me llevaron presa, con falsas acusaciones de ser la jefa de la narcoguerrilla en Antioquia, terrorista y subversiva. En la cárcel, estaba desenredando unos nudos con las monjas y otras presas del Buen Pastor, y de repente se me vino a la mente la infancia, el cirirí, las enseñanzas de papá y mamá, y pensé —“¡Esperen y verán! Ahora si van a saber quién es Fabiola Lalinde, carajo, y se va a llamar Operación Cirirí y voy a buscar a Luis Fernando toda la vida, aunque no lo encuentre.”
Y Fabiola salió y lo buscó hasta encontrarlo. Su lucha perseverante es fuente de sabiduría e inspiración.
En contra de todo, montaña arriba…
Avanzados los años desde la desaparición de Luis Fernando, Fabiola logró establecer que los militares colombianos habían enterrado a su hijo como una persona sin identificar (un NN) y que luego lo exhumaron y lo desmembraron para que no lo pudieran encontrar.
Recordaba Fabiola que, en abril de 1992, “encontramos los primeros restos óseos y prendas de vestir” de Luis Fernando, en un terreno montañoso. El cráneo no aparecía. Las proyecciones de los peritos indicaban que, por el efecto de la gravedad, el cráneo tenía que estar cuesta abajo. Buscaron en la zona proyectada y no encontraron nada.
Fabiola recordaba: “Yo insistí en que deberíamos seguir buscando montaña arriba”, en contra de toda lógica. “(F)ue entonces cuando las dije: —‘¡cuándo van a entender que aquí en Colombia las leyes de la impunidad van incluso contra la ley de la gravedad’. Seguimos buscando, cuesta arriba, hasta que encontramos el cráneo en las raíces del árbol más alto de la montaña”.
“Necesitamos seguir preguntando por qué, por qué, por qué…”
Años más tarde, luego de sobrepasar otros obstáculos en el proceso de identificación genética, Fabiola logró enterrar los restos de Luis Fernando. Pero, ahí no paró su búsqueda y siguió preguntando por qué, por qué, por qué.
Incluso cuando un alto mando militar reconoció que “el crimen de Luis Fernando nunca debió ocurrir”; ella aceptó el reconocimiento, pero volvió a preguntar “por qué, por qué, por qué…”.
Decía Fabiola: “Cuando buscamos, dudamos, preguntamos, vamos en busca de la verdad, pero cuando encontramos, cuando tenemos una respuesta, nos damos cuenta (de) que este es solo un paso, que la verdad no es certeza absoluta ni dogma, (…) y que, en el curso de la vida y de generación en generación, necesitamos seguir preguntando por qué, por qué, por qué...”
Hasta el día de su muerte Fabiola fue ejemplo de integridad y de lucha.
“Hay que ser incómodo en un país injusto”
La historia de Fabiola es el recorrido de, como ella decía, “una señora común y corriente que no estudió en la Universidad”, que nunca paró de buscar y de preguntar.
Al hacer entrega de su archivo documental, expresó ante los jóvenes universitarios: “ya tengo muchos años, pero todavía soy como un cirirí, inquieta como cuando era niña, así que para terminar voy a echar algo más de cantaleta. Jovencitos, duden, opinen, hagan hablar al archivo, no dejen que guarde silencio”.
Continuó: “El archivo de un cirirí tiene que seguir siendo incómodo en un país injusto y violento como el nuestro (Colombia)… Este es mi presente de dignidad a las generaciones que están y a las que vienen, ustedes que son amantes de la verdad, la libertad, la justicia y la belleza, ustedes que tienen en sus manos construir un país distinto. Persistan, no dejen de buscar, de preguntar siempre por qué, por qué, por qué...”
Fabiola Lalinde siempre inspirando e instigando.
Sin olvido
Ojalá esta historia colombiana llegue a lo más profundo del recorrido de tantas personas que en Nicaragua se han levantado en contra de la arbitrariedad y la violencia del régimen.
Igualmente, espero que sea una historia o un recuerdo que inspire para que el olvido no se instale en Nicaragua y que los hijos y las hijas de la memoria mantengan viva la buscadera y la preguntadera, para que los gavilanes no estén tranquilos y sepan que, aunque aparentemente más fuertes, siempre habrá un cirirí presente.
Fabiola siempre decía que solo morimos cuando nos olvidan. ¡Sin olvido, Fabiola! Sin olvido.