23 de febrero 2022
Hasta hace un par de años, la mayor parte de los que migraban de Nicaragua eran personas desempleadas o perseguidas. Ahora hay un número cada vez mayor de jóvenes que tienen trabajo, que no se sienten en la mira del Gobierno, pero igual quieren irse del país.
“Sentía que me estaba ahogando”, confía a CONFIDENCIAL una joven, que pidió ser identificada como ‘Denise’, después que renunció a su trabajo en una oficina del Estado para buscar mejores condiciones económicas en el extranjero, y las halló en Europa.
La socióloga Elvira Cuadra, directora del Centro de Estudios Transdisciplinarios de Centroamérica (Cetcam), hace notar que “hay mucha presión económica y social, y la gente lo expresa en los sondeos de opinión: no ven condiciones para que mejore la condición familiar, ni la situación general del país”.
Añade que “la gente no ve oportunidades, pero sí muchas dificultades para el futuro, y eso hace que se arriesguen a buscar nuevos caminos en otros países como Costa Rica y Estados Unidos, principalmente”.
Costa Rica es precisamente la meta que se ha impuesto ‘Alejandro’, un joven que trabajó sin contrato durante sesenta días seguidos para un ministerio del Estado nicaragüense, lo que le generó ingresos por 7500 córdobas al mes, y la certeza de que su país no le ofrece esperanzas para superarse.
“Lo que ha sucedido (sobre todo en 2021) ha instalado una gran nube de incertidumbre. Hay mucha visión negativa sobre lo que puede suceder en el país, y eso pesa sobre la gente”, precisa Cuadra.
Ruptura del sistema
Uno de los afectados por esa ‘nube de incertidumbre’ es ‘Ricardo’, un ingeniero industrial que, a pesar de tener un empleo bien remunerado, no ve ambiente para cimentar su desarrollo personal y profesional.
‘Ricardo’ siente “decepción” por la dirección que lleva el país, e “impotencia” porque no se puede hacer mucho para cambiarlo, en especial al ver que “a los que intentaron hacer ese cambio, no les está yendo muy bien”, porque están muertos, presos o en el exilio.
“Hay una ruptura en el sistema (social, político y económico) del país, que afecta la vida de las personas. En los pueblos se ve hasta dos veces por semana, cómo salen buses llenos de jóvenes con rumbo norte”, relata una politóloga que pidió ser llamada ‘Gabriela’, para evadir la represión oficial.
Ella observa que mucha gente opta por emigrar, pese a tener empleo en un banco, una tienda, un supermercado. “Renuncian y se van por la precariedad de los trabajos en el país, donde hay salarios de 8000 córdobas, mientras la canasta básica cuesta 16 000, y todo sube cada semana”.
‘Henry’ es uno de esos asalariados precarios. Su sueldo de 9000 córdobas es insuficiente para cubrir los gastos de una familia encabezada por su madre desempleada, un abuelo con una pensión inferior a los 5000 córdobas, y dos hermanos menores.
“Es preocupante la gran cantidad de jóvenes que se están yendo del país”, remarca la politóloga, mientras alerta sobre la ‘fuga de cerebros’ que sufre la nación, y cómo eso conlleva a que se desperdicie el bono demográfico.
‘Jorge’ es uno de ellos. Es un padre de familia y esposo que aún no cumple los 30 años; con un buen trabajo en una entidad internacional, pero planea emigrar a Canadá pensando no solo en mejorar sus posibilidades de crecer en lo profesional y progresar en lo material, sino también para asegurar que su hijo recibirá mejor educación, y tendrá mejores expectativas para su vida.
“Yo misma me pregunto qué sigo haciendo aquí, si ni siquiera sacando dos títulos universitarios, tengo expectativa de comprar un carro, o una casa. La salida es migrar”, comenta ‘Gabriela’.
C$40 000 al mes no te amarran a Nicaragua
‘Ricardo’ es un ingeniero industrial de 28 años de edad, que tiene un puesto gerencial en una empresa agroindustrial, y es capaz de agenciarse ingresos mensuales que oscilan entre 1100 y 1300 dólares, si suma los pagos que obtiene por otras labores adicionales.
A pesar de pertenecer a un pequeño grupo de ciudadanos con ingresos superiores a 40 000 córdobas mensuales, ‘Ricardo’ quiere emigrar al Viejo Continente, pero no se ha ido porque “no me termina de convencer esa opción”, asegura.
‘Ricardo’ explica que no se va, porque no quiere dejar parientes, amistades, pareja, hasta que encuentre el balance entre el bienestar que espera encontrar, y la separación de su familia.
También identifica barreras económicas e idiomáticas, pero eso es parte de la planificación para cuando se decida a viajar.
Una opción es solicitar una beca para irse a Francia a estudiar en alguna universidad pública, aunque se pregunta si su familia le ayudaría a costear sus estudios.
Pensando en ser capaz de cubrir sus propios gastos, se plantea aprender alguna habilidad que le permita insertarse al mercado laboral galo y europeo, quizás en el campo de la programación, aunque recuerda también que “hay muchas opciones de trabajo en línea”.
Lo ideal para él sería “irme con un empleo en la mochila, trabajando para alguien en cualquier parte del mundo, así que la mía, más que una migración laboral, sería social, escapando de este mundo”.
Su meta a corto plazo sería conseguir un ingreso estable desde el primer mes, antes que se acabe el dinero de su liquidación. Por lo pronto, ahorra “ante la posibilidad de que esto empeore”, y para ayudarse, quizás, los primeros tres meses de su estadía en el extranjero.
Admite que por causa del idioma, sería más fácil migrar a España, donde encontraría pocas trabas, “pero siempre tengo a Francia como opción, porque tengo familiares que podrían recibirme y orientarme” en los primeros días.
No quiero esto para mi hijo
‘Jorge’ también tiene 28 años, pero no estudió números, como ‘Ricardo’, sino trabajo social.
Labora en un organismo internacional, lo que puede significar oportunidades de traslado a otra sede de esa entidad. Está casado, y es padre de un hijo, y aunque muchos envidiarían su posición laboral y su salario de 1200 dólares, hace planes para emigrar a Canadá. Y no es porque tenga problemas políticos.
“Mi familia política está ligada al partido de Gobierno, y aunque saben que no pienso como ellos, no estoy en riesgo de persecución”, aclara.
En la última década ha ocupado diversas plazas laborales, y aunque no todas han sido bien remuneradas, reconoce que es poco el tiempo que ha pasado desempleado.
“La garantía de un empleo, no es para mí un factor determinante para seguir en Nicaragua; si bien hace un tiempo, la idea de migrar era una ilusión muy vaga, ahora es un objetivo muy claro, que espero cumplir en el mediano plazo”, afirma.
Su razón no es económica ni política. Surge de la conclusión a la que ha llegado como padre, en especial, al ver los ciclos que ha vivido Nicaragua, comenzando por algo muy básico: “El país crecía, pero eso no se reflejaba en el bienestar de la población”.
“Este Gobierno ha generado un retroceso cultural, social y educativo, y aunque el Gobierno cambiara mañana, el rezago permanecería, y no quiero eso para mi hijo. Yo deseo que él tenga otras posibilidades de estudio y desarrollo”, confiesa.
“Faltan muchísimos años para que Nicaragua alcance un mínimo de calidad educativa”, afirma observando que “los vacíos educativos afectan las posibilidades de desarrollo de los jóvenes”.
“Jorge” reconoce que aunque su sueldo de 42 000 córdobas mensuales le permite enviar a su hijo a un colegio privado que le garantice la alta calidad educativa que busca, “aún así habría un rezago, y menores oportunidades al salir graduado”.
De paso, observa que “somos una sociedad violenta, polarizada, llena de estereotipos… a la que no quisiera exponer a mi hijo”. Por eso, tiene la mirada puesta en un país que, estando en el mismo continente, está en las antípodas sociales, culturales y económicas de Nicaragua.
‘Jorge’ ve a Canadá como un país culturalmente respetuoso, con una sociedad que no se muestra altamente polarizada “a diferencia de Estados Unidos, donde emigra la mayoría. Si bien en Canadá existe alguna discriminación, hay mayor aceptación hacia los migrantes, a diferencia de Estados Unidos, que tiene una cultura muy violenta”, opina.
En lo laboral, recuerda que Canadá atrae profesionales que contribuyan con su economía, pero también que algunas de las más deshabitadas provincias de ese país promueven la migración, cumpliendo requisitos del idioma, respaldo económico, o tener una oferta laboral.
Adiós Nicaragua, adiós Frente Sandinista
‘Denise’ es la única mujer de este grupo, y la única que simpatiza con el partido de Gobierno. Aunque la militancia partidaria no fue la razón básica para que la contrataran —“yo soy graduada en mi especialidad”, declara— reconoce que su filiación política fue clave para que la aceptaran por ser ‘confiable’.
Su título universitario y su afinidad ideológica, solo sirvieron para conseguir un puesto en una oficina menor, con un salario que ni siquiera llegaba a C$9000, y no alcanzaba para pagar las muchas deudas que generan una familia de cuatro adultos y dos niños, en la que solo ella trabajaba, aunque a veces recibían ayuda de familiares en el extranjero.
Tener un pariente gravemente enfermo complicó aún más las cosas, por lo que aplicó para conseguir un mejor puesto de trabajo en la misma oficina, pero pedían más requisitos que a otros a los que sí les mejoraban el salario, sin tener ni siquiera un título.
“Hubo favoritismo por razones políticas, pero también por amiguismo con el jefe, con la secretaria del jefe, o porque los que aprobaban esas promociones sentían que era más fácil controlar a quien estaban promoviendo, y eso me decepcionó. Aunque todos fuéramos (o dijéramos ser) simpatizantes del partido, sentíamos que elevaban a algunos que ni siquiera eran simpatizantes reales, pero sí muy amigos de su jefe inmediato”, relató.
Todo eso le mostró que había pocas oportunidades de crecimiento laboral, pero también que “las decisiones políticas del Gobierno estaban erradas, y siguen estándolo”, en especial, “al ver la situación del país después del 2018, y que no hay esperanza de diálogo, de un entendimiento del Gobierno con la oposición”, reflexiona.
En vez de eso, veía venir más impuestos… mayor carestía de la vida. “El panorama ya no era bueno para nadie, y vi que el salario ya no me iba a alcanzar ni para los pasajes”.
“Soy simpatizante del partido, pero creo que el Gobierno está mal. Borraron toda la ideología por la que se luchó en el pasado, y comenzaron a tomar decisiones personales, en beneficio propio, pero ya no para el pueblo”, lamenta.
La suma de todas esas dificultades la convenció que la solución era irse del país. Su meta inicial era Estados Unidos, donde tiene familia, pero cuando buscó información sobre México, buscando protección o una visa humanitaria, comenzó a ver noticias de secuestros y ataques a los viajeros que atravesaban ese país.
El anuncio el 4 de diciembre, de la política “Quédate en México”, terminó de convencerla que Norteamérica no era una opción, y se tomó una decisión en familia, incluyendo a los que están en Estados Unidos, de cambiar de rumbo.
El nuevo destino fue España, que costaba lo mismo y no representaba tantos riesgos, excepto el de deportación, en cuyo caso, “me regresaba en el mismo avión”, recuerda.
Eso no sucedió. Lo único que le pidieron al llegar a un aeropuerto en la Península Ibérica fue el código QR para mostrar que había completado su esquema de vacunación.
“La prueba PCR que te obligan a hacerte en Managua, cuesta 150 dólares, y solo la piden en Managua. Nadie, en ningún aeropuerto me la pidió: solo el código QR, la tarjeta de vacunación, el itinerario de viaje, la estadía en un hotel”, indicó frustrada por haber pagado por algo que no sirve para nada.
Alguien fue a buscarla al aeropuerto, y le orientó dónde alquilar habitación, dónde buscar un trabajo, cómo funciona la tarjeta para el bus, y cómo enviar dinero a Nicaragua para ayudar a su hermana, que consiguió trabajo y quedó a cargo de los gastos de la familia, “mientras logro generar dinero aquí, para enviarles”.
A la Legión Extranjera
‘Henry’ aún no cumple 25 años, pero su afán de conocer el mundo le llevó al Viejo Continente donde tuvo amores, conoció gentes y otras realidades que pusieron en su mente la idea de entrar a la Legión Extranjera francesa… si logra reunir varios miles de dólares para comprar un boleto aéreo, y mantenerse hasta que lo recluten.
Mientras tanto, todos los días burla a la muerte en la moto en que se traslada a la oficina, donde realiza gestiones y traslada documentos de siete de la mañana a seis de la tarde, cuando regresa a casa.
“Nueve mil córdobas al mes no compensan pasar casi nueve horas en moto, asoleado, con riesgo de muerte, de quedar lisiado, o de que un policía de tránsito halle una excusa para multarme, o pida mordida para no multarme”, reflexiona.
Suma a eso lo que considera “injusticias”, en su trabajo, porque “los jefes ven que yo soy eficiente y cumplido, así que me cargan más trabajo que a los demás”.
Convencido de que el estudio es la vía de escape hacia un futuro mejor, “Henry” buscó cupo en una universidad estatal, pero no clasificó en Derecho, ni en Banca y Finanzas.
Su plan para 2022 era estudiar en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli), “pero la confiscaron, y ya no se sabe en quién confiar, porque si el Frente [Sandinista] cree que la universidad está en su contra, la joden, y los estudiantes quedan en el aire”, graficó.
Como único miembro de la familia que tiene empleo (su madre está sin trabajo; su abuelo recibe una pensión que no llega a 5000 córdobas), y que “trabajo no hay, a menos que seas miembro del partido, lo que queda es emigrar a probar suerte, para ayudar a la familia”, concluye.
“Mientras esté Ortega en el poder, no me veo progresando, comprando una casa, un carrito, enviando a mis hijos a una escuela decente”, asegura, por lo que está convencido que la opción es cruzar el Atlántico.
Aunque pensaba en irse a España, donde ya vivió un tiempo, cuenta con el apoyo de la familia de una exnovia, y sabe que hay una amplia comunidad migrante nicaragüense, siente que “es ir a probar rodar, así que mejor me voy a Francia, para entrar a la Legión Extranjera”, confiesa.
El problema es que, dado que no tiene dinero para viajar, la opción es empeñar la casa para comprar el boleto aéreo, y cubrir sus gastos iniciales.
Aunque podría entrar al Ejército Nacional para vivir la vida militar que anhela, garantizar algún salario, y quizás, iniciar una carrera, siente que la institución armada nicaragüense “no es una opción, porque en caso de guerra, no será para defender al país, sino para atacar a la ciudadanía”, idea que rechaza, al recordar las palabras de Simón Bolívar: “Maldito el soldado que apunta el fusil contra su propio pueblo”.
Irme adonde sea, a trabajar en lo que sea
‘Alejandro’ está terminando sus estudios de secundaria, pero la realidad de una familia de cinco miembros (los progenitores, más él y dos hermanos menores) en la que solo trabaja el padre, le hizo aceptar una oferta que está en los límites de la explotación laboral.
Por tres meses, trabajó en la bodega de un ministerio, empacando y distribuyendo materiales, y aunque se suponía que cerrarían operaciones hasta en marzo, a comienzos de febrero les dijeron que ya no llegaran al día siguiente, “sin explicarnos por qué”.
Mientras lamenta haberlo perdido, reconoce que tampoco es que fuera un gran empleo, pues “nos pagaban 250 córdobas diarios, sin contrato. El trabajo era de lunes a domingo, y si no llegabas, estabas despedido, como le pasó a los que no llegaron el domingo 26 de diciembre, o el 2 de enero. Yo trabajé 60 días de corrido, excepto el 25 de diciembre, y el 1 de enero”, relató.
Esa experiencia le llevó a consolidar la idea de viajar “donde sea... para superarme, y ayudar a mi madre y hermanos. Quiero irme a un país donde consiga un empleo fijo para enviar dinero a la familia, sea en Centroamérica, Estados Unidos, o España, aunque llegue a pasar las duras”.
‘Alejandro’ reconoce los riesgos de atravesar Honduras, El Salvador, Guatemala y México para llegar a Estados Unidos “quiero intentarlo, con la protección de Dios", y el visto bueno familiar.
Aunque tiene quienes lo apoyen en Panamá y Estados Unidos -y quizás en Costa Rica- su opción más realista es “irme mojado” a la vecina del sur, para lo que requiere reunir 200 o 300 dólares para cubrir sus gastos iniciales, pero no ha podido conseguirlos.
“Lo he pensado mucho. Llegaría a trabajar en lo que sea, porque cuando hay interés y necesidad de ayudar a la familia, uno hace lo que sea”, promete.
‘Alejandro’ dice que quiere irse “para superarme, y eso no se puede en Nicaragua, porque los empleos se consiguen por conectes, y el que me consiguió el último no volverá a ayudarme”.