11 de febrero 2022
Un informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), asegura que, al tercer trimestre de 2021, en Nicaragua había casi 11 000 desempleados menos que antes que estallara la pandemia de covid-19. El dato generó reacciones de escepticismo en dos expertos independientes consultados por CONFIDENCIAL.
“Las estadísticas oficiales en Nicaragua tienen un sesgo bien fuerte: si un señor usó su machete para chapear unas horas a la semana, ya está autoempleado. Si alguien hace una venta de garaje una vez a la semana, el BCN (Banco Central de Nicaragua) dirá que se está generando un empleo”, observó el economista Marco Aurelio Peña.
El BCN, el Ministerio del Trabajo, y el Instituto Nicaragüense de Información para el Desarrollo (Inide), “aplican el criterio que si una persona tiene un nivel de ingreso y consume, entonces hay una fuente de empleo, aunque sea un trabajo irregular, ilegal y subempleado”, añadió.
Para esas instituciones, “el trabajador por cuenta propia es alguien que generó su propio empleo. Es un autoempleado según ese criterio, omitiendo su calidad, complejidad, cobertura social, remuneración y otras variables”, sostuvo.
Para el exintegrante de la Comisión Económica de la Asamblea Nacional, Eliseo Núñez, “estas organizaciones, incluyendo las financieras multilaterales, califican como ‘empleados’ a los que venden en los semáforos, a los jardineros, o a los que venden pollo asado en las calles”.
“Si hicieran la distinción entre empleo formal e informal, verías que el empleo formal ha disminuido muchísimo, y lo que ha aumentado es el empleo informal, que no tiene buena remuneración, ni protección social”, detalló Núñez.
Empleos de una hora a la semana
En efecto, el informe de la OIT admite que consideran ‘personas ocupadas’, a aquellas que habían laborado “al menos una hora”, en el periodo de referencia de la encuesta.
Basado en los datos oficiales -que los especialistas ven con escepticismo ante la opacidad con la que se administra el país- que cita la OIT para preparar su informe, en 2017 el país habría tenido unos 174 048 desempleados, cifra que habría crecido hasta los 228 030 afectados en 2020, y disminuido hasta los 217 080 en 2021, o sea, 10 950 personas menos.
“Son datos ‘alegres’ y poco creíbles. Desde un punto de vista metodológico, no reflejan la realidad microeconómica, porque son poco confiables. En toda encuesta seria, el nicaragüense dice que uno de sus problemas más sensibles es el déficit de empleo”, citó el economista.
Peña también recordó que hay un aumento de las remesas, y de la cantidad de gente saliendo del país. “Esas son variables perfectamente correlacionadas con el desempleo estructural”, explicó.
También recordó que, en 2021, la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), dijo que “el desempleo cíclico (recesivo) disparó la tasa de desempleo a 10%, cuanto menos, pero para el Gobierno nunca pasó del 6%, casi cercano al ‘pleno empleo’ del 4%, mientras países como Costa Rica vieron cómo se disparaba su tasa de desempleo”.
En efecto, el Instituto Centroamericano de Estudios Fiscales (Icefi), detalló en su más reciente informe sobre el Contexto Fiscal en Centroamérica, que Costa Rica reportó 12.4% de desempleo en 2019 y 14.4% al cierre de 2021; Panamá, 7.1% en 2019 y 11.3% en 2021, mientras el resto de países, que solo reportan datos para 2020, reportan crecimientos significativos del desempleo.
¿Menos crecimiento, pero más empleados?
El ‘Panorama Laboral 2021 para América Latina y el Caribe’, elaborado por la Oficina Regional de la OIT, muestra que “dos años después del inicio de una pandemia que causó una profunda crisis en los mercados laborales de América Latina y el Caribe, la recuperación económica ha sido insuficiente para que el empleo regrese a niveles de 2019”.
En el caso de Nicaragua, la entidad regional asegura que al cerrar el mes de septiembre del año pasado, la ‘tasa de ocupación’ todavía no se había recuperado, y permanecía tres puntos porcentuales por debajo de lo que mostraba antes de la pandemia.
Si bien en la mayor parte del mundo esta crisis comenzó en marzo de 2020, para Nicaragua fue solo el tercer año de una debacle que arrancó en 2018, cuando la represión gubernamental generó una recesión que derivó en la depresión económica que se marcó a partir del 31 de diciembre de 2020.
Los datos de la OIT muestran que, en 2017, el nivel oficial de desempleo reportado por la dictadura equivalía al 3.7% de la población económicamente activa (PEA), y se elevó al 5.5% en 2018, lo que tiene sentido si se considera que ese año, el producto interno bruto decreció 3.4%, según datos publicados por el Banco Central de Nicaragua (BCN).
De forma contradictoria, los datos oficiales muestran que, mientras la economía se contraía 2.0% en 2019, el desempleo, en vez de crecer, caía al 5.4%, y disminuía hasta el 5.0% en 2020, pese a que la economía volvía a encogerse una vez más.
El reporte señala que al tercer trimestre de 2021, la tasa de desempleo abierto equivalía al 4.8% de la PEA, lo que representa una disminución de 0.2 puntos porcentuales, desde el 5.0% que arrojaba al tercer trimestre de 2020.
Hombres, mujeres y jóvenes en informalidad
Algunos de los hallazgos del documento -extrapolables a la realidad nicaragüense- apuntan a que si al principio de la crisis se redujo la tasa de informalidad “pues la pérdida de este tipo de empleos fue enorme”, la mayor parte de los puestos de trabajo recuperados ha sido en condiciones de informalidad.
De forma adicional, muestra que “a finales de 2021 faltaba recuperar alrededor de 4.5 millones de empleos…. La gran mayoría, mujeres”, aunque el caso nicaragüense sería la excepción.
Mientras el desempleo general creció 1.1 puntos porcentuales entre diciembre de 2017 y septiembre de 2021, el golpe habría sido mayor para el género masculino, cuyas estadísticas muestran una contracción de 1.4 puntos, mientras el del femenino se detiene en 0.8 puntos porcentuales, lo que podría explicarse por el crecimiento del empleo informal, en donde se observan muchos rostros femeninos.
En el caso de los jóvenes, estos han regresado al empleo con mayor velocidad que los adultos, pero la tasa de desocupación regional es aún mayor que la observada antes de la pandemia, que se consideraba “excesivamente alta”, sin olvidar que “muchos jóvenes suelen entrar al primer empleo que consiguen, con gran frecuencia en condiciones de informalidad”.
No hay datos actualizados sobre el empleo juvenil en Nicaragua. El más reciente que ofrece el Informe, data de 2012.
Un dato adicional para entender la recuperación económica nicaragüense (y por ende, la generación de empleos y reducción de la pobreza), es “la cantidad de recursos disponibles para implementar medidas orientadas a compensar o amortiguar los efectos de las restricciones a la movilidad, a la realización de algunas actividades económicas, y la pérdida de ingresos que ello implicó para las familias y las empresas”, dijo la OIT.
En América Latina, Nicaragua fue el tercer país que ofreció menos apoyo fiscal o financiero a sus ciudadanos para paliar el golpe económico de la pandemia de covid - 19: mientras en el extremo superior, Perú destinó el equivalente al 19.6% de su producto interno bruto (PIB), la dictadura destinó apenas el 1.3% del PIB (el mismo porcentaje que Jamaica), para ese mismo fin.
Solo Ecuador (0.7%), y Haití (0.6%), ofrecieron menos a sus ciudadanos.