13 de febrero 2022
Le llaman “la pequeña Managua”, está llena de fritangas, pequeños negocios familiares y parques que enarbolan la bandera azul y blanca. Es la ciudad de Sweetwater, al sur de la Florida, en el condado de Miami Dade, que se ha convertido en un lugar referente para la comunidad migrante nicaragüense que vive en este Estado de Estados Unidos.
En Sweetwater viven unos 4 000 nicaragüenses, que conforman el 20% del total de habitantes, de acuerdo a la Oficina del Censo de Estados Unidos. La mayoría de habitantes son cubanos que llegaron a la ciudad antes y acogieron a los migrantes nicas.
“Hemos trasladado parte de Nicaragua para acá, nos sentimos en nuestro país y con nuestros hijos estamos completos”, dice con una sonrisa Martha Mejía, la dueña del famoso restaurante nicaragüense El Madroño.
El profesor Héctor Darío Pastora, presidente del Movimiento Mundial Dariano y exiliado nicaragüense en Miami, concuerda con Martha y cuenta cómo, a lo largo de las décadas, la población nicaragüense en Miami ha logrado “estatus”, ha adquirido casas y conseguido traer a sus familiares a Sweetwater, y también a otros sitios como la Pequeña Habana e inclusive Coral Gables, en el caso de los nicaragüenses con mayor poder adquisitivo que se han asentado en esa zona privilegiada.
Martha recuerda que cuando ella llegó en la década de 1980, la zona de Sweetwater estaba poblada mayormente por cubanos, y los nicas recién llegados vivían en los trailers o casas rodantes.
Una ciudad fundada por miembros de un circo ruso
Los primeros habitantes de la ciudad, fundada en 1941, fueron unas personas con enanismo pertenecientes a un circo de Rusia. El grupo se llamaba “Royal Russian Midgets”. La comunidad fue diversificándose hacia la década de 1970, cuando se construyó la Universidad Internacional de la Florida. (FIU, por sus siglas en inglés).
Fue a finales de esa década cuando la presencia de los nicaragüenses en el sur de la Florida empezó a ser notoria. Aquí vive una buena parte de nicaragüenses exiliados en Estados Unidos, que han llegando de manera constante en diferentes etapas. La primera se registró inmediatamente después del triunfo de la Revolución Sandinista, en 1979. Estos migrantes pertenecían a las élites económicas.
“Primero llegaron los nicaragüenses comprometidos con la dictadura somocista, tras su derrocamiento: militares y el gran capital de ese entonces, personas que fueron confiscadas, la élite, que optaron por los lugares periféricos, más residenciales, para mantener un perfil bajo, para posteriormente tomar un rol más político y de denuncia en contra del Gobierno sandinista”, comenta Pastora.
Este primer grupo, que no se estableció en un área específica de Florida, fue recibido con los brazos abiertos por la comunidad cubana que ya tenía en Miami un importante poder político y económico. Hubo un hermanamiento entre quienes se miraban afectados por el régimen castrista de Cuba y el sandinista de Nicaragua.
El segundo grupo de refugiados llegó a Miami entre 1980 y 1986, cuando en Nicaragua transcurría una guerra civil. Muchos pertenecían a la clase media, entraron con visas de turista y se quedaron a echar raíces. Se establecieron en Sweetwater, como lo hizo Martha, que llegó en 1986. Originaria de Matagalpa, emigró a sus 22 años de forma irregular, junto a su hijo de seis años. Trabajó en la cocina de varios restaurantes, luego fue trayendo a toda su familia, y creó su propio restaurante de comida nicaragüense.
“Antes era el sentimentalismo de que no encontraba nada uno, ahora todo se encuentra (en Miami), no hay necesidad de traer tanta cosa de Nicaragua”, dice, refiriéndose a comidas típicas y otros productos de nostalgia. “Uno se moría, te mandaban un pinolillo y lo ibas a buscar donde fuera, un queso… Luego los mismos nicaragüenses fuimos trayendo cosas, ahora todo está aquí, hecho en Nicaragua”, agrega.
Este grupo de exiliados estableció una presencia visible de la comunidad nicaragüense en Miami, trayendo sus tradiciones religiosas, culturales y gastronómicas.
Un parque llamado Rubén Darío
El tercer éxodo masivo de los nicaragüenses se consolidó a finales de los 80, resultado del deterioro económico que sufría el país por la guerra. Llegaron muchos jóvenes menores de veinte años, huyendo del servicio militar. Poco a poco creció aún más la presencia de los nicaragüenses, con la inauguración de calles, avenidas y escuelas con el nombre del poeta Rubén Darío.
“El 15 de septiembre de 1992 se consigue el parque Rubén Darío. El 15 enero de 1993 he traído ya, en una forma audaz y novelesca, la estatua de Rubén Darío que la hizo don Pablo Leiva”, recuerda Pastora, una de las personas que luchó porque se estableciera este parque.
“Yo dije ese día, ‘inauguramos el altar de la patria, el centro neurálgico y cívico de la identidad nicaragüense, cuando enarbolamos la bandera azul y blanco, se enarbolaba en un territorio nicaragüense, que es el parque Rubén Darío’ y desde ese momento la comunidad nicaragüense tomó posesión de un territorio propio en el exilio”, añade Pastora.
El más reciente flujo migratorio de nicaragüenses hacia Estados Unidos empezó en 2018, debido a la represión del régimen Ortega Murillo. Solo en 2021 se dieron 87 530 detenciones de personas de nacionalidad nicaragüense en fronteras estadounidenses, según la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de los Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés).
Muchos de estos nuevos refugiados se encuentran en el sur de la Florida, y fueron acogidos por la solidaridad de los que ya pasaron por la misma situación.
Cada vez más nicas migrantes que han llegado en los últimos años se han establecido en La Pequeña Habana, un barrio de clase trabajadora que por décadas fue enclave del exilio cubano. Poco a poco, el área ha cambiado su fisonomía. La Calle 8, espina dorsal de este emblemático lugar, además del famoso café Versalles y el parque Dominó, se han llenado de fritangas, una de las comidas predilectas de turistas y locales de todas las nacionalidades.
*Con el reporteo de Leana Astorga, de Telemundo 51.