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Putin y el historicismo vulgar

Dado que Putin no es marxista ni comunista, su expansionismo se justifica como respuesta al expansionismo de Estados Unidos y Europa

Vladimir Putin, presidente de Rusia. Foto: Efe

Rafael Rojas

30 de enero 2022

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Con el memorándum secreto que ha enviado el Departamento de Estado de Estados Unidos al Kremlin, con el fin de iniciar una negociación de las garantías para la seguridad en Europa del Este, que demanda el Gobierno ruso, se ha abierto una vía de distensión en Ucrania. Ese canal diplomático, que molesta a comentaristas belicosos por “secreto”, más las gestiones paralelas que impulsan Alemania y Francia, desde el formato de Normandía, podrían desescalar un conflicto que en las últimas semanas ha llegado a niveles sumamente peligrosos.

Ha sido muy ilustrativo observar el importante despliegue de poder emprendido por el Gobierno de Vladimir Putin. Despliegue físico y simbólico, que ha involucrado desde la acumulación de 120 000 efectivos en la frontera con Ucrania hasta la puesta en circulación de expectativas como reconocer a las repúblicas separatistas de Donestk y Lugansk y aumentar la presencia militar en Venezuela, Cuba y Nicaragua. El tamaño de la respuesta del Kremlin a la posibilidad, ni siquiera el hecho, de que Ucrania se integre a la Unión Europea, da cuenta de la reconfiguración imperial de Rusia.

En una conferencia de prensa, en el Kremlin, a una pregunta de una periodista sobre las “garantías de seguridad” que demanda Rusia a Occidente, Putin dijo no entender qué había que aclarar sobre su posición. Esta estaba fijada desde hace dos décadas y se resume en un rechazo terminante a la reorganización de Europa del Este después de la desintegración de la URSS. El avance de la integración europea y la OTAN hacia el este, desde los años 90, es un proceso que Moscú quiere revertir a como dé lugar.

En sus conferencias de prensa, donde desde una alta tribuna lidia él solo con decenas de periodistas del mundo, Putin recurre con frecuencia a la historia. Acusa a Occidente y a Estados Unidos de “olvido del pasado” o de “tergiversación de la verdad histórica”, porque no admiten su propia tradición expansionista. Dado que Putin no es marxista ni comunista, su expansionismo se justifica como respuesta al expansionismo de Estados Unidos y Europa, desde una ideología ranciamente nacionalista y geopolítica.


En su uso de la historia, Putin recuerda con frecuencia que California, Texas, Nuevo México, Arizona y Oregon son territorios que Estados Unidos arrebató a México. También sostiene que la política de Washington hacia América Latina y el Caribe todavía se basa en la Doctrina Monroe de 1823 y se pregunta qué pasaría si Rusia amenaza militarmente a Estados Unidos desde Canadá o México. Con habilidad retórica, evita la especulación de si cualquiera de esos dos países estaría dispuesto a ofrecer su territorio para infraestructura militar rusa.

También recuerda que Ucrania surgió como país siendo una de las repúblicas socialistas fundadoras de la URSS en 1922. En su uso de la historia, borra de un plumazo que la nación ucraniana es anterior al proyecto soviético y que los ucranianos lucharon por su independencia, su cultura y su lengua, contra el imperio ruso, durante siglos. Cuando reivindica la Ucrania soviética o la soberanía mexicana sobre Texas, California o Nuevo México, Putin da por hecho que el México y la Ucrania de hoy son los mismos que los de 1845 o 1922.

En días pasados, analistas estadounidenses y europeos han llamado “historicismo” a esa visión del pasado y el presente. En realidad, el historicismo, como estudiara R. G. Collingwood, fue una corriente filosófica de fines del siglo XIX y principios del XX (Dilthey, Croce, Gentile), que entiende que el hombre y sus acciones están determinados por la historia. Pero como advirtieron críticos muy disímiles del historicismo, como el marxista Gyorgy Luckács y el liberal Karl Popper, una cosa es aquella escuela filosófica y otra la vulgarización historicista de quienes legitiman el presente de los Estados, no con todo el pasado de las naciones, sino con algunos de sus momentos propicios.


*Artículo publicado originalmente en La Razón de México.


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Rafael Rojas

Rafael Rojas

Historiador y ensayista cubano, residente en México. Es licenciado en Filosofía y doctor en Historia. Profesor e investigador del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE) de la Ciudad de México y profesor visitante en las universidades de Princeton, Yale, Columbia y Austin. Es autor de más de veinte libros sobre América Latina, México y Cuba.

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