20 de enero 2022
El último escándalo diplomático de Daniel Ortega parece un capítulo de una novela. Un iraní acusado de terrorismo en Argentina, Mohsen Rezai, es invitado a la investidura del dictador nicaragüense y comparte el acto con el embajador del país agraviado, Mateo Daniel Capitanich, que no se retira del evento, tampoco denuncia y menos pide la captura de inmediato del cuestionado, a pesar que lo busca Interpol desde hace años.
El argentino Daniel Santoro, uno de los más destacados periodistas de investigación de la región, dice que “estamos hablando de una torpeza por lo menos enorme” que ha provocado dolor y amargura en ciertos sectores de la sociedad argentina, porque los familiares “ven una incomprensión por un tema que tiene que ver con el terrorismo internacional”.
La justicia argentina atribuye la autoría intelectual del atentado a exfuncionarios de Irán y la autoría material a un comando del grupo terrorista libanés Hezbollah. Un carro bomba con 300 kilos de amonal estalla en la sede de la Asociación Mutual Israelita Argentina (AMIA). El edificio de siete pisos se desploma, fallecen los que están en el interior y un niño que camina por la vereda del complejo. Fueron 84 muertos en aquel doloroso 1994.
“Murieron aplastados”, recuerda Santoro que investigó también el fallecimiento en circunstancias extrañas en enero de 2015 de Alberto Nisman, el fiscal que denunció a la expresidenta Cristina Fernández de Kirchner (actual vicemandataria) por la firma de un memorándum de entendimiento con Irán que, dos años antes, revistió de impunidad a los acusados iraníes en el caso de AMIA. Ya no pudo hacer la denuncia en el Congreso, sin embargo, lo encontraron sin vida en su apartamento un día antes de la cita prevista en el Legislativo.
¿Cómo puede incidir esto en la relación inmediata de Argentina y Nicaragua después del escándalo desatado por la presencia del iraní en la toma de posesión de Ortega?
El escándalo tuvo una denuncia penal que presentó el abogado de las víctimas del atentado contra la mutual judía AMIA. Tres diputados de la oposición se sumaron a ella. También ha habido una serie de pedidos de informes y protestas de los partidos de la oposición, porque el gobierno argentino protestó tarde y mal.
Además, por una cosa que sería importante: que el servicio de inteligencia argentina supiera de antemano si iba a estar presente o no Rezai. Ya hubo casos anteriores como una visita que otro de los acusados iraníes por el atentado en Bolivia, pero ahí la reacción fue rápida y se retiró inmediatamente. Estoy hablando de la época de Evo Morales durante la segunda presidencia de Cristina (Fernández de) Kirchner.
¿Qué te sorprendió más? ¿La posición del embajador argentino que compartió el acto con el alto funcionario iraní o las explicaciones a las que se ve obligada la Cancillería de tu país un día después?
El embajador argentino en Nicaragua, Daniel Capitanich, debería haber sabido que un personaje de esa importancia como Rezai, en el Gobierno iraní, iba a estar presente y haberse retirado en forma automática. Haber presentado una protesta ante el Gobierno de Nicaragua que debería haber activado a la Policía, que es miembro de Interpol, para su detención. Y ahora debería quejarse, porque no se ha ejecutado una orden que está vigente desde hace años.
Eso acá tiene una repercusión enorme, porque la única herramienta que tiene la justicia argentina para intentar llegar a hacer justicia en este caso, que sigue impune, son esas alertas rojas en la medida que Argentina no tiene recursos para detener, menos invadir o atacar Irán como ha hecho Estados Unidos con Afganistán e Irak, después del atentado contra las Torres Gemelas.
Acá es un tema que está siempre en la agenda, porque ha habido incluso un debate; una causa judicial contra la expresidenta Cristina Kirchner, porque ella durante su última presidencia firmó un polémico memorándum de entendimiento con Irán donde delegaba la soberanía de la justicia argentina en Irán, creaban un tribunal binacional para revisar lo que decidiera la justicia argentina en cuanto a la participación de estos iraníes como autores intelectuales y una causa que fue sobreseída meses atrás, pero que todavía ha sido apelada frente a lo que se llama la Cámara de Casación Penal.
Es un tema realmente preocupante, que ha roto con una tradición que se había abierto en 1983. Argentina, después de haber tenido, esta cifra simbólica de 30 000 desaparecidos —¡qué importa si son más o menos, la gravedad de la tragedia de la dictadura es enorme!— puso a los derechos humanos a una categoría universal —por encima al derecho del país a la no injerencia en sus asuntos internos y otros argumentos que usaba la dictadura.
En 1983, cuando se restableció la democracia en Argentina, todos los Gobiernos, incluso de Néstor Kirchner, siempre pusieron por encima el tema de la violación a los DD. HH., sea un Gobierno de derecha o de izquierda, teocrático o lo que fuese.
Sin embargo, el Gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner ha vuelto a retroceder en esa materia y ha tenido una actitud de tolerancia ante las violaciones a los DD. HH. del régimen de Ortega y Venezuela. Por eso, por acá ha provocado polémica, decepción, amargura, en muchos sectores.
¿Por qué crees que ocurre este silencio del Gobierno de (Alberto) Fernández?
Porque en 2013, cuando Cristina Kirchner firmó este fallido memorándum de entendimiento con Irán, rompió también con otra política de Estado de todos los presidentes —desde que ocurrió el atentado en 1994 para adelante—, estoy hablando del presidente Carlos Menem, De la Rúa, de Duhalde, de Néstor Kirchner que defendían la hipótesis de la Justicia argentina de que Irán era el autor intelectual.
¿Por qué hizo eso? Porque se lo pidió Hugo Chávez. Eso lo cuento en mi libro “Nisman debe morir”. Néstor Kirchner tuvo una muy buena relación con Hugo Chávez hasta el punto que le dio un préstamo para pagar la deuda a la Argentina con el Fondo Monetario Internacional, pero nunca se sumó al ALBA. Nunca hizo acuerdos políticos.
Cristina empezó a dar marcha atrás con eso y se hizo una cómplice de la violación a los derechos humanos en Venezuela. Incluso, el Gobierno de Alberto Fernández cuando Michelle Bachelet, la expresidenta de Chile de un Gobierno socialista llega a los organismos de Naciones Unidas hace un informe impecable sobre este tema, ni siquiera el Gobierno argentino la apeló.
Por eso, Cristina tiene mucha influencia. Se habla de que tiene el poder pese a que no sea la presidenta. Es la que ha decidido, con tal de mantener esa alianza hecha con Chávez y sus socios del ALBA como Nicaragua y otros regímenes, seguir adelante cueste lo que cueste.
¿Cómo valoras la actitud de Ortega?
Si el Gobierno de Nicaragua sabía esto en forma anticipada debería haberle avisado por una cuestión de buenas relaciones a Capitanich para que por lo menos no vaya. Realmente ahí hay un punto muy oscuro. No se sabe si la Cancillería de Nicaragua alertó a Capitanich de que Rezai, este alto funcionario iraní, acusado por la AMIA iba a estar en ese acto de homenaje.
Para que tenga una idea: todos los presidentes argentinos cuando van a Naciones Unidas y se hace presente el presidente de Irán, el primer ministro o lo que fuese, se retiran del palacio de Naciones Unidas en Nueva York, entonces acá estamos hablando de una torpeza, por lo menos enorme. Aquí hay una denuncia penal.
Lo sabés porque el Gobierno argentino debería haber activado esas alertas rojas (de Interpol), de tener una actitud distinta a la que tuvo ante un escándalo como este que tiene realmente características internacionales. Hasta el punto que el Departamento de Estado de los Estados Unidos también se quejó por esta presencia de Rezai en Nicaragua.
¿Cuál es la reacción inmediata de los familiares una vez que miraron al iraní en la toma de posesión?
Conozco, sobre todo, a Luis Czyzewski, el expresidente de la asociación de los familiares de los muertos en la AMIA. Él sacó un comunicado con una nota de profundo dolor, porque se ha sentido manoseado, ultrajado.
La decepción es enorme y ven una incomprensión por un tema que tiene que ver con el terrorismo internacional, y en donde en Argentina —por lo menos la oposición, los familiares y demás— quisieran ver que el Gobierno de Nicaragua hace una distinción entre lo que puede llegar a ser política, que puede haber diferencia de todo tipo, y un acto de terrorismo internacional.
¿Cómo impacta en el Gobierno de Nicaragua haber invitado primero a este personaje y luego tener un encuentro privado con él, pese a las críticas?
Ahí hay que ver qué van a hacer el Departamento de Estado y la Unión Europea. Estados Unidos ya tiene a estos iraníes y a los miembros de Hezbollah en una lista negra de países y miembros del terrorismo. Han tomado una serie de sanciones financieras contra aliados de ellos en el exterior, no solo por el atentado en Argentina.
Irán está acusado por el asesinado de disidentes en Alemania, por la voladura del auto de otro disidente iraní en Grecia, hay varios casos de este tema. Creo que el comunicado (de EE. UU.) van a estar estudiando con atención para ver si eventualmente también sancionan a Nicaragua, pero obviamente es un resorte que no lo conozco y lo único que puedo decir es lo que ha pasado en otros casos.
Durante meses investigaste el asesinato del fiscal Nisman que sigue en la impunidad como los atentados de 1994, ¿cómo una sociedad puede vivir con la falta de castigo a los responsables?
La impunidad en la causa AMIA se debe a las peleas políticas internas de la justicia, la política, los servicios de inteligencia e incluso la comunidad judía de la Argentina. Pero lo más grave fue la firma del memorándum de entendimiento con Irán de parte de Cristina Kirchner.