18 de enero 2022
A las puertas de una reunión este miércoles del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), en que fuentes diplomáticas aseguran que el secretario general Luis Almagro presentará finalmente su informe sobre las gestiones fallidas sobre la crisis de Nicaragua, el excanciller mexicano Jorge Castañeda dijo el domingo en el programa Esta Semana que no se hace muchas expectativas sobre la posibilidad de que se suspenda al régimen de Daniel Ortega.
Aunque el exministro considera que sí existen los votos para la aprobación de un informe crítico, no piensa que ocurra lo mismo si la decisión es suspender al régimen de la OEA, invocando el artículo 21 de la Carta Democrática.
El 12 de noviembre pasado, la OEA decidió con 25 votos de 34 miembros una resolución que declaró ilegítimas las votaciones en Nicaragua, con los cuales Ortega logró un cuarto período presidencial continuo—desde 2007—, demandó la liberación de los presos políticos, la restitución de sus derechos democráticos y una reforma electoral para convocar a nuevas elecciones.
Ortega ha mostrado un rechazo a cualquier negociación diplomática, basado en el argumento de que es objeto de acciones de intromisiones en política interna. El informe de Almagro debió ser presentado el 17 de diciembre. Sin embargo, el Secretario General de la OEA lo prorrogó hasta mediados de enero, luego que comunicó que no existía “una respuesta definitiva en particular” de parte de Ortega.
Castañeda lamentó que Argentina y México se hayan alineado con la posición de reconocer a Ortega como un “presidente legítimo”, tras las votaciones espurias de noviembre pasado, porque si “votaran a favor por ejemplo de invocar la Carta Democrática Interamericana y suspender a Nicaragua, eso tendría un impacto muy importante”, dijo en la entrevista con Esta Semana.
¿Cómo se lee la ausencia de delegaciones de la mayoría de Gobiernos democráticos de América Latina en la autoproclamación de Ortega el pasado 10 de enero?
Es un reflejo de la actitud que muchos Gobiernos tuvieron de desconocer los resultados, no considerar que fueron elecciones equitativas, competitivas, libres, abiertas, transparentes, y por lo tanto no reconocer de facto a Ortega como presidente de Nicaragua.
Lo que es notable, más que el no envío de delegaciones—algo otras veces visto en dictaduras— es que países que mantienen relaciones diplomáticas con Managua, que tienen embajadores y sus encargados de negocios en Managua, no asistieron a la ceremonia. Esa es una señal muy potente, importante de que países sí mantienen su postura de condena y desconocimiento de estas elecciones fraudulentas, espurias, una farsa.
La posición de México y Argentina de mantener esta complacencia con la dictadura de Ortega, ¿es invariable a mediano plazo?
Me da la impresión que sí. Después de muchos ires y venires, de cambios un poco erráticos por parte de la Cancillería argentina, con votaciones distintas en Ginebra o en la OEA, finalmente creo que se han alineado con la postura de México, Cuba, Venezuela, Bolivia, de considerar que Ortega simplemente es el presidente legítimo de los nicaragüenses y establecer una relación completamente normal con él.
De la misma manera hubo ciertos intentos, por parte de la Cancillería mexicana de ser un poco críticos, en algún momento llamaron a consultas al embajador, pero al final del día tanto en la OEA, Ginebra, como ahora en Managua, se ha mantenido en una posición idéntica—insisto— a la de Cuba, Venezuela, Bolivia, claro no fue un alto funcionario mexicano, ni el canciller ni el presidente como sí lo hicieron Maduro y Díaz-Canel.
Esto es algo que va a durar y es lamentable porque en la OEA, en particular, si México y Argentina votaran a favor por ejemplo de invocar la Carta Democrática Interamericana y suspender a Nicaragua, eso tendría un impacto muy importante. Independientemente que Ortega haya dicho que Nicaragua se retira de la OEA, es un proceso que dura dos años, mientras que invocar la Carta se podría hacer de inmediato.
En América Latina se ha producido recientemente el resurgimiento de algunos Gobiernos de izquierda, Boric en Chile, Xiomara Castro en Honduras, mientras que Petro en Colombia, Lula en Brasil también son favoritos para ganar las elecciones en sus países, ¿qué impacto puede tener esta tendencia en la agenda democrática del continente?
Mucho va a depender de la postura que adopten estos nuevos presidentes. En el caso de Boric y Pedro Castillo en Perú, y Xiomara Castro en Honduras, Lula y Petro en Brasil y Colombia frente a la situación en Nicaragua y Venezuela. Boric hizo declaraciones muy fuertes, críticas, democráticas durante la campaña. Por lo tanto, no creo que se vaya a alinear en el eje bolivariano de defensa de las tres dictaduras. Pedro Castillo en una votación en la OEA mandó una postura crítica y no envió una delegación de alto nivel ni mucho menos a Managua.
Lula por desgracia me parece que, aunque sin duda va a seguir un curso mucho más centrista en la política interna brasileña, de lo que hizo Vilma Rousseff antes y lo que quisiera el PT ahora, va seguir el mismo (camino) en materia de política exterior que siguió durante sus dos períodos a principio de siglo. Es decir, una ruta de cierta incondicionalidad frente a Cuba, Chávez en aquella época y ahora frente a Ortega. Lo lamento.
En Honduras, no cambia mucho. Por sus propias razones Juan Orlando Hernández se ha vuelto un aliado muy cercano de Ortega. Él estuvo presente en la ceremonia en Managua. En ese sentido, el cambio no se notará, aunque las razones pueden ser muy distintas en el caso de Hernández y Castro.
El próximo miércoles se reúne el Consejo Permanente de la OEA, y se espera que el secretario general presente su informe de las gestiones con Ortega, ¿qué opciones tendría Almagro?
Muy pocas. En la votación anterior, 25 países sobre 34 votaron a favor de un proyecto de resolución condenatorio. Esos votos sí están y están todavía, porque de todas maneras el Gobierno chileno que votará será el gobierno de Piñera, el colombiano el de Duque, el brasileño el de Bolsonaro. Almagro tiene los votos para la aprobación de un informe crítico, pero no creo que le alcancen los votos—dos terceras partes que se necesitan, serían 24— para invocar (el artículo 21 de) la Carta Democrática. No espero gran cosa.
¿Tiene EE.UU., la comunidad internacional, una estrategia de mediano plazo frente a la crisis del régimen de Ortega en Nicaragua, que no tiene una salida inmediata?
Nadie la tiene porque no es tan fácil tenerla. Más allá de la enorme simpatía que le pueden tener a los presos políticos, que se encuentran en una situación abominable; más allá del deseo que todos podemos tener de que vuelva a una normalidad democrática en Nicaragua, los dilemas son reales para Estados Unidos, la Unión Europea, para cualquier país, ¿qué hacer?, ¿sanciones?
Las que son personales tienen la ventaja que afectan solo a las personas, pero también tienen la desventaja de que realmente no muerden. Quitarle la visa a alguien o congelar la cuenta a alguien suponiendo que la tuviera en Estados Unidos, pues no es algo que represente el fin del mundo para Daniel Ortega o para Rosario Murillo.
En cambio, ya sanciones más potentes como la exclusión de Nicaragua del CAFTA (tratado de libre Comercio de Centroamérica con EE.UU.), o la expulsión de Nicaragua en la OEA, BID, BM, FMI pueden resultar ineficaces y al mismo tiempo lastimar mucho al pueblo de Nicaragua, pero no la economía personal de Ortega o Murillo. Mi inclinación es a favor de sanciones, no me gusta la idea de no hacer nada. Pero no puedo hacer caso omiso de este impacto negativo.
¿Se puede establecer una condicionalidad entre sanciones y el restablecimiento de las libertades democráticas y la liberación de los presos políticos?
Desde luego que sí, porque hay instrumentos. No se tiene que usar necesariamente la opción de la suspensión de Nicaragua del CAFTA. Lo que no está claro es que eso ayude al restablecimiento de las libertades, liberación de los presos, la suspensión del régimen de excepción, es muy difícil saber qué hacer.
He sido partidario desde la aprobación del NAFTA (el acuerdo de libre Comercio de México, Estados Unidos y Canadá en 1994), de vincular los acuerdos de libre comercio al respeto a los derechos humanos, defensa de la democracia representativa, garantías individuales, pero a Estados Unidos no le gusta. A la Unión Europea sí.
¿Qué repercusiones tendría para América Latina la prolongación de la dictadura de Ortega en Nicaragua?
Son consecuencias lamentables, muy críticas porque sería para el resto de América Latina, aceptar una normalidad dictatorial en uno de los países, ya sin tener el pretexto de que esto existía desde antes, digamos el caso de Cuba. Sería simplemente por resignación. Una coyuntura importante será la cumbre de las Américas que se va celebrar a invitación del presidente Biden en julio.
Habrá un momento muy complicado, ¿Va invitar Biden a Díaz-Canel, Maduro, Ortega y a Bukele, por cierto, que se encuentra en una situación muy parecida, no tan grave, pero parecida a la de Ortega? ¿Los va a invitar y los latinoamericanos qué van a hacer? ¿Van a saludarlos como si fueran colegas comunes y corrientes o les tratarán como dictadores?
Si la solución final a la crisis está en Managua, y no en Washington, ¿puede la comunidad internacional conseguir alguna otra forma de respaldo a la oposición política de Nicaragua?
No conozco los detalles de lo que ya se hace, pero supongo que siempre se puede hacer mucho más, tanto Estados Unidos como Canadá y la Unión Europea, y ahora Inglaterra, tienen muchos mecanismos de apoyo a la sociedad civil, al respeto a los derechos humanos, a una democracia representativa plena.
En Nicaragua hay una enorme frustración por la posición de López Obrador en esta crisis, ¿tiene respaldo en la sociedad mexicana?
Lo que hay en México frente a Nicaragua es indiferencia. No hay el tipo de compromiso que hubo frente a la dictadura de Somoza. López Obrador está consciente que puede mantener esta posición sin ningún costo político externo.