16 de enero 2022
Al fundador y director del medio digital salvadoreño El Faro, Carlos Dada, no le queda “ninguna duda” de que el espionaje con el software Pegasus, del que fueron víctimas 22 miembros de ese medio de comunicación entre 2020 y 2021, está ligado a la serie de ataques, amenazas, acoso, agresiones e intentos de deslegitimación contra la prensa, que ha emprendido el Gobierno de Nayib Bukele. Y aunque la Administración salvadoreña ha intentado desvincularse de los hechos, son los únicos sospechosos en la lista del periodista.
Dada sostiene su acusación en el hecho de que el fabricante de Pegasus, el software utilizado para intervenir los teléfonos móviles en 226 ocasiones, es una empresa israelí llamada NSO, que ha asegurado —incluso judicialmente— que solo le vende esta tecnología de espionaje a agencias de seguridad estatales, por lo que concluye “es un Gobierno el que está detrás de esto” y, según el análisis de los aparatos realizado por las organizaciones Citizen Lab y Access Now, el operador de Pegasus está en El Salvador.
El espionaje, del que han sido víctimas los miembros de El Faro y otros medios de comunicación salvadoreños, es tan agresivo que Citizen Lab y Access Now lo califican como “obsesivo”. Por lo que Dada señala que el operador de Pegasus no solo buscaba sus fuentes de información, sino también querían detectar “todos nuestros movimientos” y al haber obtenido toda su información personal “tenemos la preocupación de que sea utilizada justamente para hacernos daño”.
En esta entrevista con el periodista Carlos F. Chamorro, que se transmitirá en el programa Esta Semana este domingo 16 de enero a las 8:00 p. m., Dada sostiene que El Faro tiene el firme compromiso, con la audiencia y las fuentes de información, de continuar informando. Sin embargo, admite que el espionaje los obliga a buscar nuevas maneras de comunicarse y regresar probablemente a los métodos tradicionales. Pegasus, agrega, solo “se añade a la serie de amenazas, hostigamientos y ataques contra la prensa en El Salvador”.
¿Qué significa esta operación de espionaje contra 22 periodistas de El Faro, con 226 intervenciones durante casi un año y medio, entre 2020 y 2021, y también contra otros periodistas y activistas de la sociedad civil salvadoreña utilizando este software israelí llamado Pegasus?
Es una intromisión inaceptable en nuestras vidas privadas, en nuestras conversaciones privadas, por parte de operadores de Pegasus que —yo creo— reflejan cabalmente el grave deterioro de la situación de la democracia y para el libre ejercicio de la prensa en El Salvador. Tal como lo has dicho, solo de El Faro son 22 personas las que hemos sido infectadas con Pegasus. Y no solo es la cantidad de personas, sino la cantidad de intromisiones en nuestros teléfonos y la duración de esas intervenciones, lo que ha hecho que Citizen Lab y Access Now —dos organizaciones internacionales que son las que analizaron los datos de nuestros teléfonos— hayan concluido que se trata de un espionaje tan agresivo que solo lo califican como obsesivo, por la agresividad con que han tratado de detectar todos nuestros movimientos. Creo yo que es un fiel reflejo de esta situación.
¿Cómo detectaron que los teléfonos celulares estaban siendo intervenidos por Pegasus?
Empezamos detectando anomalías en el teléfono de una de nuestras colegas, una periodista de El Faro, Julia Gavarrete, y decidimos hablar con estas organizaciones, Access Now y Citizen Lab, para que analizaran su teléfono y determinar si estaba infectado con Pegasus. Salió positivo y, al ver la cantidad de intromisiones, ellos mismos sugirieron que enviáramos otros teléfonos, de más gente de El Faro, para determinar los alcances de este espionaje. Los otros teléfonos salieron infectados y pidieron más y más. Al final enviamos, solo de El Faro, 30 aparatos de los cuales 22 resultaron infectados con Pegasus, no solo de periodistas, sino también del Departamento de Ventas, de la Administración, y de nuestra Gerencia General habían sido infectados con Pegasus.
En tu caso personal, ¿cuántas veces fue intervenido tu teléfono?
Aquí hay que hacer una diferenciación, una cosa es la cantidad de veces que se meten a tu teléfono y otra es lo que dura cada una de las intromisiones. Te doy un ejemplo para entender la diferencia. Óscar Martínez —que es a quien más número de veces lo intervinieron— lo intervinieron durante 49 veces, pero entre esas 49 veces están un poco más de 50 días. A mí, en cambio, solo se metieron en mi teléfono 12 veces, pero la duración de cada una es tal que en total estuvieron en mi teléfono durante 167 días, en un periodo de poco más de un año. En el caso de Carlos Martínez es todavía peor, Citizen Lab determinó que básicamente fue una intromisión ininterrumpida, estaban casi todo el tiempo metidos en su teléfono, encendiendo nuestras cámaras, nuestros micrófonos, teniendo acceso a nuestras fotos, vídeos, chats, passwords, aplicaciones, cuentas bancarias, absolutamente todo.
¿Se puede conocer qué tipo de información ha sido extraída y cuál ha sido el objetivo específico de esta operación de espionaje, tomando en cuenta el periodo en que se llevó a cabo?
Las primeras intromisiones que hemos detectado son de julio de 2020 y las últimas en septiembre de 2021, ese es el periodo que abarca las intromisiones con Pegasus que logró detectar Citizen Lab y Access Now. ¿Qué estaban buscando? Bueno, es evidente que estaban buscando quiénes son nuestras fuentes, quiénes son nuestros informantes. Pero, a diferencia de casos anteriores de intromisiones en teléfonos de periodistas, Citizen Lab cree que en nuestro caso ha sido tan obsesivo el espionaje que realmente querían detectar todos y cada uno de nuestros movimientos y, evidentemente, al poseer información también de nuestra vida privada, en manos de gente que ha demostrado su voluntad y su capacidad de hacernos daño, pues tenemos la preocupación de que sean utilizados justamente para hacernos daño.
Antes de detectarse, documentarse y denunciarse esta operación masiva de espionaje, desde hace ya un par de años El Faro ha venido denunciando diferentes formas de ataques, intimidación, asedio fiscal, amenazas —incluso— expulsiones de algunos periodistas por parte del Gobierno de Nayib Bukele, ¿esta acción de espionaje está relacionada con ese contexto político de tensión en la relación entre el Gobierno y la prensa?
Sí, por supuesto. Nosotros, aprovechando los datos del reporte técnico que nos enviaron estas organizaciones, hicimos un cruce de información entre los momentos de mayor intensidad en el espionaje telefónico con Pegasus y nuestros propios ciclos de publicaciones y coinciden perfectamente. Los momentos de mayor intensidad son siempre alrededor de alguna de nuestras noticias más impactantes durante este periodo, antes y después de la publicación de las negociaciones de Bukele con las pandillas, antes y después de nuestras publicaciones sobre actos de corrupción de este Gobierno, y también coinciden con algunos ciclos de la vida nacional sobre los cuales estábamos pendientes o de los cuales, lamentablemente, hemos sido protagonistas involuntarios; por ejemplo, otro momento de gran intensidad (en el espionaje) es alrededor de los días en que el presidente Nayib Bukele, en cadena nacional, nos acusó de lavar dinero, a eso me refiero con involuntariamente y lamentablemente hemos sido protagonistas de estos momentos.
No tenemos ninguna duda que esto se une a la serie de ataques, de amenazas, de acoso, de agresiones, deslegitimación contra la prensa que ha emprendido el Gobierno de Nayib Bukele. Agrego dos elementos que me parecen importantes para determinar, porque, efectivamente, Citizen Lab no puede determinar que es el Gobierno de El Salvador. Citizen Lab llega a decir “todo apunta a”, pero yo agrego más elementos para sostener nuestra acusación contra el Gobierno salvadoreño: el fabricante de Pegasus es una empresa israelí llamada NSO, que ha asegurado —incluso judicialmente— que solo le vende esta tecnología de espionaje a Gobiernos, es decir, agencias de inteligencia o agencias de seguridad estatales, es decir, es un Gobierno el que está detrás de esto, porque además son aprobados las compras a NSO por el Ministerio de Defensa de Israel.
Una vocera del Gobierno salvadoreño declaró este jueves que el Gobierno de El Salvador no ha contratado el software Pegasus a esta compañía para hacer espionaje, ¿cómo interpretas esta declaración? ¿Libera al Gobierno de una posible responsabilidad en esta operación?
De ninguna manera. Desde hace varios años venimos viendo lo mismo en otros países y escuchando lo mismo por parte de la empresa fabricante. ¿Qué venimos viendo? Que el software, según NSO, Pegasus, fue diseñado y solo se vende a estas agencias estatales para combatir terrorismo y crimen organizado. Pero lo que hemos visto en los últimos años es que se ha utilizado para espiar a periodistas, activistas, defensores de derechos humanos, en todo el mundo. Y, en todos los casos —salvo si no me equivoco en el de Polonia que la semana pasada admitió haber comprado Pegasus—, todos los Gobiernos lo niegan. ¿Por qué están casi obligados a negarlo? Porque están haciendo un mal uso de ese software, porque están cometiendo una ilegalidad, porque están espiando activistas, periodistas y miembros de la sociedad civil, porque están poniendo en riesgo a nuestras fuentes, porque están obteniendo los datos de nuestra vida privada.
A mí no me sorprende que el Gobierno de Nayib Bukele haya negado cualquier responsabilidad sobre eso, es lo mismo que hicieron los otros Gobiernos: el Gobierno de Hungría, el Gobierno de Filipinas, etcétera.
Pero hay otro elemento muy especial en esta investigación de Citizen Lab y Access Now. Cuando estaban analizando el teléfono de Carlos Martínez, pudieron atestiguar en vivo el momento en que el operador de Pegasus estaba extrayendo su información, eso nunca había sucedido. Eso permitió a Citizen Lab determinar la ubicación geográfica del operador de Pegasus y concluyeron que ese operador está en El Salvador. Una de dos: o es el Gobierno salvadoreño o hay alguien que está poniendo en riesgo nuestra seguridad nacional, que está atentando contra nuestra seguridad, pero el Gobierno de Bukele ha respondido simplemente lavándose las manos. Yo invito públicamente al Gobierno a que permitan una investigación internacional e independiente —ya que no es confiable el sistema de justicia salvadoreño— para que de verdad determine quién es el responsable de estar espiando a periodistas, activistas y miembros de la sociedad civil, pero el Gobierno de Nayib Bukele no ha respondido a esta solicitud. Para nosotros, en nuestra lista de sospechosos, solo hay una persona o una entidad y este es el Gobierno de Nayib Bukele.
Esto es un crimen que viola la legislación salvadoreña, ¿ustedes van a presentar o han presentado un reclamo, una denuncia ante las autoridades salvadoreñas, o se van a centrar en lo que has dicho hace un momento de demandar una investigación independiente?
Somos 35 personas, no todos salvadoreños, los que hemos sido intervenidos por Pegasus, entre ellos periodistas de varios medios: de Gato Encerrado, La Prensa Gráfica, de Revista Disruptiva, del Diario de Hoy. El viernes 14 (de enero), a las 2:00 de la tarde, la Asociación de Periodistas de El Salvador presentó una notificación a la Fiscalía General de la República para exigirle que investigue estas intervenciones telefónicas; es decir, ya hay una acción formal en este sentido, pero nosotros no hemos descartado ninguna opción sobre la mesa.
Entre estas opciones está también la revisión de las leyes internacionales porque, efectivamente, hay espionaje extraterritorial en este caso. Mi teléfono fue intervenido durante dos semanas en que yo me encontraba en territorio mexicano, lo mismo el editor mexicano de El Faro, Daniel Lizarraga que, después de ser expulsado de El Salvador y ya de regreso a su país, siguieron interviniendo. No hemos descartado ninguna opción.
Mencionaste que, en esta extracción de información, los espías están obteniendo información de las fuentes, de El Faro y de otros medios de comunicación, no solamente la identidad sino —seguramente— documentos, conversaciones, información en muchos casos protegida que ellos están brindando al medio de comunicación. Yo leí un editorial de El Faro en el que alertaba a las fuentes sobre esta situación, ¿qué consecuencias tiene para el ejercicio del periodismo el hecho de que no solo los periodistas, sino también la fuentes son objeto de espionaje?
Efectivamente, obstaculiza enormemente nuestra labor, sobre todo cuando en mi país ya no tenemos acceso a información pública y dependemos —cada vez más— de fuentes que sean capaces de brindarnos información poniendo en riesgo su seguridad, su estabilidad laboral, su vida familiar o su misma estadía en el país. Nuestra obligación, y por eso ese editorial, era advertirle a toda persona que haya intercambiado cualquier tipo de comunicación con nosotros, durante este período, que esta comunicación con nosotros puede estar en manos del Gobierno salvadoreño. Hemos recibido ya respuestas de algunas fuentes que nos sirvieron para algún reportaje, diciéndonos, bueno, después de hablar con ustedes a mi esposa la despidieron de su trabajo en el Estado o recibimos amenazas, etcétera. Dificulta mucho nuestro trabajo, (pero) les hemos prometido a nuestras fuentes que seguiremos buscando vías seguras para poder hablar con ellas, porque en estas condiciones —sin hablar con fuentes— nuestra labor es cada vez más difícil y, por tanto, la situación mucho más conveniente y más cómoda para quienes quieren seguir ocultando las cosas que nosotros estamos empeñados en informar.
¿Cómo se puede seguir haciendo periodismo bajo espionaje? Los periodistas, las fuentes están en una indefensión total, ¿se pueden proteger de alguna forma? ¿Cómo se puede evitar que esto desemboque en un estado de ansiedad, de autocensura incluso?
Nosotros hemos prometido seguir haciendo periodismo, ciertamente —como decimos en el editorial— es cada vez más difícil hacer periodismo en El Salvador, pero es todavía más difícil ser fuente de periodistas en estas condiciones. Yo creo que la experiencia de ustedes en CONFIDENCIAL, que han estado bajo unas amenazas, hostigamientos y ataques bastante más graves; es una experiencia de la que nosotros también abrevamos para ir aprendiendo. ¿Cómo se puede seguir haciendo periodismo cuando hay condiciones muy difíciles para ejercerlo, porque estamos frente a un Gobierno obsesionado con evitar que se presente una narrativa distinta a la que ellos quieren presentar y con ocultar actos de corrupción y violaciones al Estado derecho, de la Constitución? Tendremos que buscar nuevas maneras de hablar con las fuentes y regresar probablemente a los métodos tradicionales… Pegasus solo es una de las maneras que nos han espiado, ya habíamos denunciado antes seguimientos, intersecciones, envío de drones a nuestras casas, robos de computadoras, etcétera. Pegasus efectivamente se añade a la serie de amenazas, hostigamientos y ataques contra la prensa en El Salvador.