11 de enero 2022
Señora:
No tengo ningún lazo amistoso con usted, pero me atrevo aconsejarla que, si por si acaso tiene algún invitado chileno, y en esta circunstancia cuando tiene tanto protagonismo la atacara alguna fiebre, no diga que tiene calentura, porque en el país de su invitado a la calentura le dan una connotación prohibida para menores.
Pero como aún estamos en Nicaragua, usted puede decir tanto que tiene fiebre como que tiene calentura, y no pasará nada. No obstante, el motivo por el cual insisto en lo de la fiebre o la calentura, no es una ficción mía, sino algo serio en la realidad, pues usted con frecuencia está pensando, diciendo y haciendo disparates como si estuviera delirando.
Entonces, preocúpese, porque ese su delirio podría ser la causa de un trastorno psicológico peligroso, lo cual no sería raro, además de que usted lo hace notar con esa persistencia de repetir todos los días las mismas ideas, y siempre en manifiesta oposición a la realidad.
Si piensa que le estoy insinuando que usted sufre en todo momento de trastornos mentales no es culpa mía, tampoco es culpa totalmente suya, sino de sus parientes que han dejado pasar el tiempo sin buscarle la atención profesional con un psiquiatra.
La única justificación de sus parientes para dejarla a usted en ese estado delirante, sería que no tuvieran el cachimbo de plata que en verdad todos ustedes tienen. La cuestión es que ellos, igual que usted, tienen tanto de todo, que ni siquiera se pueden imaginar cómo es eso de trabajar y vivir con un salario del cual, generalmente, no sobra ni un centavo después de comprar la poca comida que se consume en un hogar pobre.
De la necesidad de vestirse de algún modo, ya ni se diga, pues los bajos salarios apenas alcanzan a los pobres para cubrir con trapillos baratos las partes pudendas de su anatomía, y así no tener que avergonzarse ante el respetable público.
Pero en la vida suya y la de sus parientes sucede todo lo contrario, pues por la plata que tienen viven dentro de una burbuja rosado chicha, muy chiche de identificar. Y es tal el parasitario confort en que viven ellos, que no se molestan en tomar la iniciativa –ni por agradecimiento— para sugerirle a usted cómo puede recuperar su salud mental.
Está claro que ellos se callan para no correr el riesgo de perder las ventajas económicas y políticas que les producen las delirantes formas suyas de hablar y de ser. También es posible que, si guardan silencio, sea porque no les da pena verla a usted expuesta ante el público tal cual es (pero como ellos saben mejor que nadie como es usted y no se lo dicen… no veo necesario que se lo diga yo, además de que cada quien es cada quien, ¿no le parece?).
Es posible que, si sus parientes se enteraran de que le estoy insinuando a usted que ellos deberían buscar cómo curarla, pensaran que lo hago por algún mezquino interés personal. Pero yo pienso que ellos no cometerían esa equivocación, pues saben muy bien que le insinúo lo de su urgente curación mental por un asunto de salud pública y bienestar social.
Sin embargo, ellos callan, igual que calla su parentela política, por pura conveniencia. Los miembros de ambas parentelas llevan años tras años haciéndose los inocentes respecto a la insana salud mental suya, para hacerla pensar que la aman a usted y a sus locuritas. Antes de concluir, mejor comparto con usted mis fundadas dudas acerca de que sus locuritas... son de mentiritas.
II
Ahora les escribo a ustedes, sus parientes parásitos:
En verdad, ustedes no pueden hacer nada por evitar el estado de su pariente, aunque lo aparentaran, y a pesar de que conocen los enormes perjuicios que ese su aparente delirio le causa a la estabilidad política y social del país. Se hacen los suecos, no solo porque su pariente les ha creado un mundo de ensueños paralelo al mundo de pesadillas donde vive el resto del vecindario nacional, sino también porque –tal vez sin darse cuenta— les han creído eso de su delirio.
Ustedes, además que lo hacen todo –o no hacen nada— por un puro interés material, vitorean y aplauden sus disparates, porque a lo mejor ya comenzaron a dudar si se puede o no se puede vivir en sentido contrario a la realidad.
O, lo que es igual, se acostumbraron a delirar sobre la inmortalidad del ser (no del ser de otros, sino el ser de su familia política), de la dolce vita para siempre, de la felicidad eterna, del Estado estático, de la vida artificial y artificiosa; y al final, ha resultado lo que les pregunto: ¿ustedes tampoco saben distinguir ya entre la ficción y la realidad, o se hacen los babosos?
Por lo que fuere, se los voy a recordar con unos pocos ejemplos de la dicotomía que están viviendo:
En la ficción: En la realidad:
Reconciliación nacional = Encarcelamiento masivo.
Armonía familiar = Prisión para abuelos, madres, padres.
Soberanía nacional = Poder absoluto de dos individuos.
Amor y solidaridad = Palabras de odio y golpizas a granel.
Patriotismo = Dar derechos a extraños sobre el país.
Bendición de Dios = Maldecir a quienes no piensan igual.
Terroristas = Quienes le disputan el poder al amo.
Diabólicos = Quienes se niegan obedecerle al amo.
Golpistas = Quienes pelean armados de banderas.
Pueblo presidente = Pueblo presidiario del presidente.
Patria bendita = Más que todo, bastante sacrificada.
Aquí reina Jesús = Y solo pocos gozan de su reinado.
Fuerza infinita del amor = A las imparables fuerzas del odio.
Vencedor del demonio = Malvado que actúa a nombre de Dios.
Etcétera, etcétera = Hechos perversos similares y continuos.
III
Como ustedes podrán ver, son las consecuencias de todos sus demenciales procederes. Pero no les oculto las ganas que tuve de meditar acerca de si, en verdad, todos ustedes necesitan una atención psiquiátrica especializada, o si más bien requieren de un tratamiento político ideológico, que les sacuda las sillas en donde permanecen y quieren seguir sentados sin solución de continuidad.
Mi conclusión, después de meditar un poco sobre el caso, es que necesitan más del tratamiento político ideológico, pues sería más adecuado que un tratamiento psiquiátrico, porque, realmente, sus peores males son unas ambiciones del tamaño de la catedral; aunque sus ambiciones están igual que la catedral de Managua… ¡iluminadita, pero en ruinas e implorando una reconstrucción o ser derruida de una vez!
Pero como no mucha gente ve posible hacer ambas cosas, o sea, reconstruir y construir, pero todos ustedes conocen muy bien a quiénes podrían darles un buen tratamiento político ideológico –acompañado con baños de masas populares— su parienta armó de odio y de fusiles a toda su parentela, y les dijo: “¡Vamos con todo!”
Y desataron una razzia indiscriminada en contra de ellos y de ellas, enviando a la cárcel a los que no murieron, en donde unos buenos muchachos a su servicio sacian su sevicia, y satisfacen la suya.
Pero como dicen, no hay mal que dure cien años, y ustedes ya descontaron los primeros quince años, y siguen esperanzados en que pueden llegar a dar muchos años más de abono a los 85 años que faltarían para completar el centenario que aspiran reinar… a través del montón de los relevos familiares en proceso de aspiración y preparación para estar siempre en lo que están.
Mientras ustedes siguen con sus malos pensamientos, nos seguimos viendo, pero solo…
Al margen de estas cuartillas
*Les confieso que cuando veo sus actos adornados con artificios suntuosos, con mucha gente satisfecha hasta con la vulgaridad de sus coloridas fantasías…
*Cuando los veo moviéndose como entre reyes, príncipes, cortesanos, embajadores y ministros en plena competición de zalamerías, comienzo a dudar de mi realismo político…
*Y riño con mis convicciones para no pensar en la reencarnación, ni en haber sido testigo de la podredumbre de alguna Corte europea del medioevo, como esclavo africano, ahora reencarnado en mí…
*Y como sigo viendo sus carnavales políticos enflorados y floridos, sigo mentalmente trasladado al pasado medieval y suponiendo cosas, como…
*Que siento el olor de tantas flores y olores de caros perjúmenes, de innobles señores y señoras tratando de esconder los malos olores por la falta de limpieza moral…
*También imagino que, debajo de los engalanados escenarios, están los oscuros sótanos de los castillos en donde gimen de dolor los torturados…
*Luego, como es lógico, se impone la realidad a la ficción: aquí no hay reencarnación ni reencarnados…
*Lo que hay en la realidad de hoy –bajo hipocresías y humillantes lujos opresores— son los cuerpos con el espíritu en alto de los encarcelados… ¡reclamando su libertad!