4 de diciembre 2018
De las sanciones de Estados Unidos contra su Gobierno y su esposa y vicepresidenta, Rosario Murillo, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, no habla. Ni una frase, ni una palabra, ninguna referencia al tema. En su segunda comparecencia pública, después de que Estados Unidos castigó a la primera dama y a Néstor Moncada Lau, secretario personal del mandatario, Ortega calificó de “criminales y terroristas” a los obispos de la Conferencia Episcopal, culpó de todos los males al neoliberalismo y agregó un nuevo enemigo público a su lista: a su hermano, el general en retiro Humberto Ortega Saavedra.
El presidente acusó a su hermano de convertirse en un “peón” y “servidor” de la oligarquía y del imperio estadounidense, ya que a inicios de los años de 1990, según el mandatario, “lanzó al Ejército en contra del pueblo”, que protestaba en las calles por “defender” las empresas estatales.
Aseguró que a la salida del Gobierno sandinista, Humberto —entonces jefe del Ejército de Nicaragua— “decidió pasarse al lado de los que habían ganado las elecciones”. En esos comicios, Daniel Ortega resultó perdedor frente a Violeta Barrios de Chamorro, candidata de la Unión Nacional Opositora (UNO).
A inicios de julio pasado, durante los meses más duros de la represión orteguista, el general en retiro pidió su hermano adelantar las elecciones presidenciales para superar la crisis sociopolítica, que hasta el momento ha dejado al menos 325 muertos, miles de heridos y unos 600 presos políticos.
“Todos los nicaragüenses queremos la solución pacífica a la trágica crisis que sufrimos, y el presidente Daniel Ortega, al adelantar constitucionalmente las elecciones presidenciales para el año entrante, dice sí a la paz”, escribió Humberto Ortega a su hermano en una carta pública.
Obispos con “mente criminal”
Ortega fue el orador principal en la clausura del XVI Congreso de la Unión Nacional de Estudiantes de Nicaragua (UNEN). A diferencia de su última comparecencia pública, en la que habló menos de 15 minutos, el presidente se extendió por al menos 40 minutos, en los que hizo un repaso de los primeros años en la oposición y cómo el fallecido presidente venezolano, Hugo Chávez, “salvó” a Nicaragua de una grave crisis energética.
También tuvo palabras para los obispos nicaragüenses, a quienes volvió acusar de ser parte de las fuerzas “golpistas”, que intentan sacarlo del poder. “Se sumaron alegremente al golpe terrorista y criminal, no les dolió la muerte de los hermanos nicaragüenses, no les dolió la tortura”, señaló Ortega, quien no señaló a ningún jerarca católico en específico ni presentó pruebas de sus cargos.
Dijo que los obispos “que hablan en nombre de Cristo” no conocen la palabra perdón y que como “cristiano deberían rechazar cualquier crimen”. “(Los sacerdotes) no tienen nada de cristianos, y actúan con una mentalidad terrorista, criminal”.
Los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) emitieron la semana pasada un mensaje de adviento en el que se declararon “convencidos que el diálogo es la salida pacífica a esta crisis sociopolítica” y que el mismo “debe estar orientado a abrir nuevas perspectivas donde no las hay”.
“Esto requiere coraje, audacia, respeto al otro y, sobre todo, mucho amor a la patria”, subrayó el Episcopado. Los jerarcas católicos observaron que “un buen político es aquel que, teniendo en mente los intereses de todos, toma la oportunidad de dialogar con un espíritu abierto”.
Para cerrar el tema de los Obispos, Ortega comentó en tono de burla: “Dios quiera que en estos días de Navidad, desde la estrella de Belén les llegue un poco de luz, que les limpie”. Las palabras del presidente despertaron las risas y los aplausos del auditorio.
Premia a los fieles de la UNEN
Previo a su discurso, Ortega entregó la Orden de la Independencia Cultural “Rubén Darío” a la organización oficialista UNEN, así como a exlíderes estudiantiles, dirigentes sindicales y autoridades de las universidades.
Esa orden es la máxima distinción que Nicaragua concede a los ciudadanos, nacionales o extranjeros, que han destacado en los campos de la cultura, la educación y las ciencias.
Entre los exdirigentes estudiantiles condecorados sobresale Fidel Moreno, secretario de la Alcaldía de Managua, quien en julio pasado fue sancionado por el Departamento de Estado de EE.UU., que lo señaló como el responsable de dirigir “actos de violencia cometidos por la Juventud Sandinista y grupos armados progubernamentales que han sido implicados en numerosos abusos contra los derechos humanos relacionados con las protestas en curso contra el gobierno nicaragüense”.
Ortega condecoró también a Ramona Rodríguez, rectora de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-Managua) y presidenta del Consejo Nacional de Universidades, así como a Flor de María Valle, rectora de UNAN-León. Ambos recintos has acatado estrictas ordenes represivas contras el estudiantado que no se identifica como sandinista.
Además otorgó esa orden a Jasser Martínez, Walpa Pinenada, Julio César Orozco, Isaac Bravo, Alonso García, Bismarck Santana y César Pérez, todos afines al sandinismo y que fueron presidentes de la UNEN.
También fue condecorado el estudiante Leonel Morales, quien es dirigente de la UNEN en la Universidad Politécnica de Nicaragua (Upoli) y quien, según el orteguismo, sobrevivió en junio pasado a un atentado contra su vida.
Contra la UCA
Igualmente, el actual presidente de la UNEN, Luis Andino, fue condecorado. Este estudiante leyó a Ortega los acuerdos a los que llegaron los delegados en el Congreso, entre estos: “eliminar de la asignación presupuestaria (6 %) a la Universidad Centroamericana (UCA)”.
Las autoridades de la UCA en Nicaragua y Centroamérica, y la comunidad jesuita en el ámbito internacional, se han opuesto a la actuación policial contra las protestas cívicas. Además, han condenado los constantes ataques del régimen contra la universidad.
“Aquí tengo las conclusiones que leyó el compañero (Andino), nos las vamos a llevar para buscar respuestas”, dijo Ortega.
La inauguración de un incompleto paso a desnivel, las condecoraciones a sus fieles, nuevos ataques contra los obispos y un nuevo enemigo en la lista, varias cosas ha hecho el presidente desde que la semana pasada el Senado de EE.UU. aprobara la Ley Magnitsky Nica y el Departamento del Tesoro sancionara a Murillo y Moncada por “corrupción desenfrenada y desmantelamiento de las instituciones democráticas”. Sin embargo, Ortega no ha dicho una sola frase descalificando el castigo o defendiendo a su esposa. Sobre ese tema, todo es silencio de las puertas de El Carmen hacia afuera.