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La voz de mando del Banco Central

En su nuevo estilo de comunicación, el BCN oculta información pública y envía por canales informales, mensajes ambiguos y contradictorios

En su nuevo estilo de comunicación

José Vélez Morgan

29 de noviembre 2018

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El presidente de la Reserva Federal se propone implementar transformaciones en sus instrumentos. Jay Powell anuncia que los cambios van sobre todo orientados a mejorar la comunicación.  En junio inició procesos de consulta con actores de la sociedad y la economía. Gran parte de la efectividad de una medida económica depende de lo bien informado que estén los actores. El Banco Central de Nicaragua (BCN), por el contrario, ha implementado un nuevo estilo de comunicación, oculta información pública y envía por canales informales, mensajes ambiguos y contradictorios.

La actual estrategia de comunicación del Banco Central implementada después de la crisis de abril se puede resumir en tres actos; la encerrona en la cual renunció el primer directivo, la conferencia de los bonos de fortalecimiento y las llamadas de “48 horas” a los tesoreros de los bancos.

En la encerrona a finales de mayo, se reunió el Consejo Directivo del BCN con tesoreros de los bancos privados. A los banqueros se les ofreció facilidades de liquidez para sortear la fuga capital y hacer frente a la demanda de divisas. De paso y como si nada, se les informó que se estaba abriendo una línea de crédito para el INSS. El respaldo a la liquidez bancaria se confirmó en junio, a los bancos se les redujo la tasa de encaje del 12 al 10%, es decir; si no te doy no te quito. Sobre el crédito al INSS hasta la fecha no hay información. Es difícil aceptar que los miembros del Consejo Directivo hubiesen aprobado tal crédito, porque estaría contra la Ley Orgánica del Banco Central y porque atenta contra la estabilidad financiera de la institución. El riesgo que trae otorgar un crédito contra la ley se refleja en la incapacidad de ejercer cobro legal y efectivo. Dicho en tres palabras, sería dinero perdido.

La conferencia de prensa del 21 de agosto es una joya dialéctica. El presidente del Banco Central anunciando los bonos para de solidez financiera cuestiona la confianza en la banca privada. El promueve la compra de los bonos sobre todo porque garantizan sumas mayores a los 10 000 dólares que cubre el Fogade.  El Banco Central entra a competir por depósitos con los bancos privados, ofrece respaldo sin límites a quienes depositen en dólares y reciban algún día sus ahorros en córdobas. Esta atractiva emisión habría colocado menos del 1% para finales de octubre.


En octubre los banqueros recibieron llamadas telefónicas del Banco Central. El mensaje que dejaron a los tesoreros de la banca era claro, la espontánea compra de dólares en línea sería eliminada y a partir de ese momento tenían que solicitar la compra con 48 horas de antelación. Además el retiro de sus propios depósitos en las bóvedas del Banco Central y las transferencias de sus excedentes al exterior se tenían que ajustar a esos mismos términos. La fuga de capital se complementa muy probablemente con la captura de divisas y cada banco genera su propia reserva.

El Banco Central fracasa en todo lo que se le ocurre impulsar. La institución mejor informada en materia económica no encuentra forma de incidir. El capital continúa nervioso, los ahorrantes no recuperan la confianza, los empleadores continúan despidiendo, de los inversionistas ya ni se habla. Además del interminable conflicto sociopolítico y de la deficiente comunicación con los actores hay otro elemento que cala la efectividad de las medidas del Banco Central.

En la emotiva conferencia donde se anuncia la emisión de los bonos de fortalecimiento y los títulos de inversión quedó clara la nueva estructura de mando del Banco Central. Quienes presentan de forma fraterna dichos instrumentos financieros son el presidente del Banco Central y el ministro de Hacienda. Ellos después de las renuncias de los representantes del sector privado, son los hombres fuertes en el consejo directivo. Ambos tienen misiones bien definidas pero generan en materia macroeconómica conflictos de interés irreconciliables.

Mientras el presidente del BCN tiene que cuidar las reservas para garantizar el pago del servicio de la deuda y de las mermadas importaciones, el buen ministro tiene que cubrir el déficit presupuestario del Gobierno. La incompatibilidad de estas metas la anticipa el artículo 62 de la Ley Orgánica del BCN que establece que “El Banco Central de Nicaragua no podrá conceder crédito directo ni indirecto al Gobierno de la República para suplir deficiencias de sus ingresos presupuestarios”. En este contexto es llamativo que desde el 30 de septiembre, hace ya dos meses el presidente de la institución monetaria oculte el estado de las reservas que daban una cobertura para esa fecha de 2.7 meses.

Conciliar conflictos de interés macroeconómicos echando mano de fraternidades políticas no genera frutos duraderos. En el mejor de los casos estas hermandades pueden solucionar emergencias por muy corto plazo. Un ejemplo de estas acciones de rescate las dio el Banco Central de Costa Rica en septiembre pasado. Con un plazo de 90 días pudo financiar el déficit fiscal, el Gobierno pagó salarios y pensiones un trimestre y muy seguramente al repago al Banco Central, la Ministra de Hacienda solicitará el mismo placebo. En el peor de los casos si el financiamiento al déficit presupuestario se ejecuta bajo secreto de Estado con las reservas causaría un daño irreversible.

Los actores económicos no obedecen a la voz de mando de ninguna autoridad, se orientan con información y deciden en la incertidumbre cuando carecen de ella o con confianza cuando la tienen. Bien podría el Banco Central compartir la información pública a como era su sana costumbre y de esta manera modular mejor sus instrumentos. Mientras no sea así lo único que nos queda es decir, a como bien reza la monedita de 25 centavos que ya nadie recoge “En Dios Confiamos”.


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