13 de noviembre 2018
Ya van varias veces que personas que pasan por mis páginas en las redes sociales y no están de acuerdo con mis comentarios sobre el caso de Nicaragua, me lanzan la estocada: "vos no estás aquí".
I
Si me permiten: "no estar aquí" no es argumento.
¿Pero, hay que explicarlo?
Me parece lamentable que gente que se agrupa en el campo de la democracia utilice la descalificación para tratar de impedir que un ciudadano, esté donde esté, ejerza el derecho a la libre expresión de su pensamiento.
No solo con cárcel y balas se reprime.
Hay que dejar que fluyan las ideas, los argumentos; y rebatirlos--si uno cree que hace falta--con lógica y datos, no con falacias.
Señores: discutir, debatir, criticar, no debilita un movimiento democrático: es precisamente lo que lo hace democrático. Vayámonos acostumbrando, si es que en verdad queremos que la de Ortega sea la última dictadura de Nicaragua.
II
Otra alternativa que les sugiero a los descontentos de marras, y que quizás sea más eficiente, es ignorar a "ese que no está aquí"
El tipo no es influyente, no tiene poder, ni dinero, ni fama, ni partido, ni siquiera ha tenido puesto en ningún gobierno, ni es un tipo arrojado, ni sabe "qué es lo que pasa".
Déjenlo hablar tonterías, que de todos modos nadie lo va a escuchar, ni a leer, mucho menos a seguir.
Es un ciudadano cualquiera, insignificante. No le corresponde opinar.
¿Para qué perder el tiempo acusándolo?
III
Cuando "los que están aquí" piden su solidaridad a "los que no están aquí", estos últimos se vuelcan, se entregan al esfuerzo de contribuir material, espiritual y políticamente.
¿A eso se reduce su papel, de acuerdo al criterio de quien "está aquí? ¿A ayudar en silencio, sin pensar, sin opinar?