15 de octubre 2018
El país está a merced de la corriente y de los vientos, sin gobierno alguno. Y esa falta de rumbo nos lleva al desastre en un ambiente huracanado. Peor aún, va al garete con un demente que armado hasta los dientes impide que alguien alcance el timón o lance el ancla, y rompe exasperado la brújula oficial que informaba las cifras del banco central. Una opción impensable para todos es abandonar el país a la deriva.
En manos de un demente sin gobierno
Contra el somocismo el pueblo emprendió con entusiasmo una inmensa obra de demolición. Un proyecto de ingeniería de un altísimo costo humano. Era una obra planificada, histórica, como abrir el macizo de la Culebra en el canal de Panamá. Ahora, el país va a la deriva. Hemos dejado simplemente nuestra suerte en manos de un demente que diariamente comete nuevos crímenes.
Por desgracia, esta alocución confusa, con un toque de anarquía destructiva en ciernes, bastante alarmante, tiene el valor de una toma de estado, de un enfoque estratégico de las perspectivas en curso, es casi un análisis certero de la situación política, con la brevedad que usaban los clásicos. En especial, Cicerón en la Filípicas. Parece una paradoja que un Estado extraordinariamente discrecional y absolutista, un Estado bajo un control personal hasta el ridículo, como el orteguista, desaparezca de pronto como forma de gobierno real cuando la crisis en gravedad creciente reclama capacidad de gestión efectiva, definición política, coherencia, toma de decisiones prioritarias metódicas, capacidad de negociación política, contacto preciso con la realidad, capacidad de previsión, profesionalismo multidisciplinar.
La mentira golpista como política
En fin, las crisis en desarrollo, como siempre ocurre, ponen a luz de manera deslumbrante los defectos de quien se encuentra al frente en un proyecto, cuando los hechos no logran sostener las palabras vanas, la falta de pensamiento crítico, y muestran la bufonada de una corte llena de cursilerías. El Estado, en la presente convulsión social, se ve reducido a una organización mafiosa al margen del concepto de ley, y enfrenta la crisis con el crimen. Esto ocurre no sólo por maldad o demencia, sino, también, por falta de recursos intelectuales de dirección y por disonancia cognitiva, que explicaría neurológicamente los actos inmorales ejecutados por el orteguismo en las prisiones, aplacados psicológicamente con la justificación irreal del injerencismo y la fabricación de prejuicios (convertidos en leyes discriminatorias contra ciudadanos no orteguistas). Quien no es orteguista, no es nicaragüense. El orteguista es finquero, el resto es tomatierras.
No dialogar con Ortega, sino apartar a Ortega
La observación más importante del momento, aportada por la economía, es que Ortega demuestra hasta la saciedad que no está a la altura de las circunstancias, y que debe ser despedido con urgencia del puesto de Gobierno que ocupa, como se hace con un mal administrador en cualquier empresa con un mínimo de gestión que, además, debe llevarle a responder legalmente por su pésima gestión. No sólo por sus crímenes sino, además, por incapacidad absoluta en la toma de decisiones.
No hay, en ninguno de sus discursos o entrevistas, un solo análisis de la realidad percibida por la información general, o un solo intento de resolver los problemas del país que él causa como déspota, sino, que amenaza y violenta en aumento los derechos humanos de los ciudadanos nicaragüenses. Esto es un modelo que teóricamente genera crisis, lo que lo hace insostenible. Ortega miente, pero, no sabe mentir, porque mentir con habilidad es una actividad inteligente. Los prejuicios de Ortega contra la ciudadanía libertaria azul y blanco le eliminan como gobernante nacional, y lo convierten en jefe pandillero
El clandestinaje es una forma de guerra. Pero, La guerra es lo más difícil porque se basa en el engaño. La guerra de Ortega es una masacre porque todo cerebro limitado sólo se engaña a sí mismo.
Un Gobierno Provisional del pueblo en rebelión
Antes que el barco dé una vuelta de campana, el país debe nombrar a lo inmediato un Gobierno Provisional de la rebelión, que dialogue obligadamente con el ejército (no porque sea progresivo, sino, porque los militares son culpables por acción y omisión del desastre actual). Y que la comunidad internacional reconozca como fuerza beligerante al gobierno provisional, para dar pasos negociados hacia una transición legal urgente que desmonte con eficiencia el espantoso modelo orteguista, aún sus expresiones más violentas lumpen proletaria.
Es una torpeza creer que sea estratégico dialogar con un demente armado que no gobierna. Lo lógico es echarlo por la borda. De modo, que toda discusión sobre el diálogo con Ortega, con el SICA o con cualquier organismo ha perdido sentido en la medida que Ortega ha mostrado que manda, pero no gobierna, porque carece de capacidad política.
El gobierno provisional, una vez reconocido como fuerza beligerante por la comunidad internacional, cansada de tratar con un demente sin capacidad política, podrá dar los pasos necesarios, urgentes, para una salida legal al orteguismo terrorista.
Aquí no se trata de botar el caballo para bajar a Ortega del poder, ante la tozudez de Ortega. Lo lógico es construir otra alternativa de poder, cuya legitimidad provenga de la excepcionalidad prevista en todas las constituciones del mundo cuando se enfrenta una tiranía, y el pueblo en su inmensa mayoría se rebela al crimen creciente a un alto costo humanitario.
Una alternativa de poder, elecciones adelantadas
El Gobierno Provisional pedirá sometimiento militar ejecutivo al ejército actual, para evitarle peores consecuencias. Porque el rumbo estratégico lleva a profundos cambios inevitables de reducción del ejército, fingidamente neutral frente al genocidio.
No la unidad azul y blanco (variopinta y burocratizada, con viejos dirigentes tradicionales que deciden por consenso), sino, el Gobierno Provisional, será quien deberá formar ministerios disciplinados de excepción, con tareas concretas provisionales para contrarrestar los esfuerzos anárquicos del orteguismo en guerra. Control de los medicamentos y de los hospitales. Formar un ministerio de defensa que organice milicias de autodefensa, con armamento proveído por la comunidad internacional. Una reorganización de una nueva policía que neutralice ese orden armado orteguista, capturando torturadores, carceleros y elementos chivatos u orejas en los barrios. Crear un fondo de ayuda alimentaria y jurídica, con préstamos internacionales y contribución empresarial al gobierno provisional, para salvaguardar a los ciudadanos detenidos en las mazmorras orteguistas. Ordenar al ejército que no capture a ningún nicaragüense que desee refugiarse provisionalmente en algún país vecino, y que proceda a liberar de inmediato de las prisiones a todos los patriotas detenidos.
Un Gobierno Provisional y una Asamblea Constituyente
La misión del gobierno provisional es la de organizar debidamente, con un procedimiento consensuado internacionalmente y con supervisión interna y externa, las elecciones adelantadas, generales y municipales. El nuevo gobierno electo, además de terminar de desmontar a todo el aparato orteguista, en especial a los paramilitares, para que paguen por sus crímenes, deberá organizar una Asamblea Constituyente que discuta democráticamente la refundación de la nación, bajo un nuevo orden legal, en un debate ideológico libre.
Sin una Asamblea Constituyente con plena libertad ideológica y partidaria y con proyección de programas sociales (salvo los orteguistas) organizada de inmediato por el gobierno electo, en lugar de refundar el nuevo orden jurídico del país, se impondría un orden a favor de los poderes fácticos constituidos (oligarquía, ejército, corrupción), repitiendo el ciclo perverso de corrupción y autoritarismo antinacioal.
*El autor es ingeniero eléctrico.