10 de octubre 2018
Con el Gobierno de doña Violeta Barrios de Chamorro se inició lo que se denominó “la triple transición”: de la guerra a la paz, de una economía estatizante a una economía libre de mercado y de la dictadura a la democracia. Las dos primeras transiciones fueron un éxito: hoy no existe una guerra ya que no hay dos ejércitos en lucha armada (lo ocurrido en estos meses es una masacre) y predomina la economía libre de mercado. La tercera transición terminó fracasando en el 2007. Pasar de la dictadura a la democracia sigue siendo una tarea pendiente.
En la transición de 1990 influyó el derrumbe de la Unión Soviética en 1989. Se produjo un efecto dominó que indujo a cambios sustanciales en los países comunistas de Europa Oriental y también en Nicaragua. Joaquín Villalobos, excomandante guerrillero del FMLN en El Salvador, sostiene que hoy hay otro efecto dominó: el hundimiento económico de Venezuela es la causa de la crisis en Nicaragua: al reducirse sustancialmente la colaboración económica de Venezuela ello tuvo efectos políticos y provocó la insurrección cívica. No compartimos esa tesis. Lo económico ejerce influencia, pero no es la causa determinante de la crisis. Tampoco lo fue el incendio de Indio Maíz o el caso del INSS.
La causa determinante de lo ocurrido es la ausencia de democracia: la existencia de una política de Estado de concentrar el poder absoluto y de no permitir en 11 años el ejercicio del derecho constitucional a las protestas cívicas ciudadanas. La represión trágicamente escaló de los garrotazos utilizados por 11 años, a los balazos y crímenes de los meses recientes. En cualquier país civilizado un problema como el del INSS no produce una matanza. La democracia es la manera civilizada de resolver los conflictos económicos, políticos y sociales que siempre existirán en cualquier país. Como no tenemos democracia, hemos retrocedido de la civilización a la barbarie.
Aunque parece difícil, la necesaria transición a la democracia es hoy relativamente menos difícil que la “triple transición” de 1990. A diferencia de la década del ochenta, nadie plantea hoy una lucha armada. La resistencia ciudadana es pacífica. Adicionalmente, a diferencia de la década del ochenta, no existe hoy una lucha ideológica entre “izquierda” y “derecha”. La lucha y las alternativas de hoy son entre la civilización y la barbarie.
Como resultado del derrumbe de la Unión Soviética en 1989 el denominado “socialismo real” hizo implosión y el fracaso en Venezuela del llamado “Socialismo del Siglo XXI” es evidente. A nivel internacional sólo los partidos social demócratas -principalmente europeos- que renunciaron al marxismo y al totalitarismo han desempeñado un papel histórico positivo. De hecho, existe hoy en Nicaragua un consenso tácito por una economía libre de mercado. Inclusive el Gobierno actual ha continuado con las peyorativamente denominadas políticas “fondomonetaristas y neoliberales”: libre empresa, libre mercado, apertura comercial y estabilidad macroeconómica.
Con lo anterior no pretendemos señalar que no existen matices y algunas variantes importantes en relación al papel del Estado y del mercado y a las políticas sociales. Esos matices son sanos y siempre existirán. Pero son solo eso: matices importantes, pero no diferencias radicales. Llámese economía social de mercado o economía de libre mercado con justicia social, o liberalismo social o inclusive socialismo democrático, lo fundamental es que no existe en las fuerzas a favor la democracia y en contra de la dictadura, ninguna diferencia radical sobre la “modelos” económicos y políticos alternativos. No hay lucha ideológica al estilo de los ochenta. Hay acuerdo en lo objetivos fundamentales: construir la democracia, el Estado de Derecho y justicia para las víctimas de la represión.
Naturalmente que el proceso de formulación futuro de las políticas públicas deberá ser incluyente de todos los sectores. No habrá retorno al modelo corporativista autoritario. Un aspecto esencial de la democracia es la discusión incluyente de las políticas públicas que afectan a todos.
Es importante recordar que después de la derrota de Somoza en 1979 el conflicto armado de la década de los ochenta fue el resultado de factores ideológicos y geopolíticos. La ideología marxista del FSLN de ese entonces metió a Nicaragua en la Guerra Fría o conflicto Este Oeste-entre capitalismo y comunismo. El objetivo estratégico lo fue el “modelo cubano” aunque por la correlación de fuerzas el objetivo estratégico se disfrazó de economía mixta, pluralismo político y no alineamiento”. Las condiciones objetivas de ese entonces no le permitieron al FSLN establecer el “modelo cubano”. Ello no fue posible dada la correlación de fuerzas y las características de la economía nicaragüense. El objetivo de construir el socialismo desapareció, a pesar de la retórica para algunos pocos ingenuos. El FSLN de hoy, a diferencia del de la década de los ochenta, no tiene ideología. Más que un partido político, es un proyecto familiar de control del poder absoluto. El respaldo minoritario de algunos sectores a la dictadura, tiene un carácter clientelista prebendario.
La dictadura sandinista de los ochenta pudo prolongarse por varias razones. Primero. La utopía en esos años de “construir el socialismo”, fue un factor motivacional de la izquierda de ese entonces. Hoy la “ïzquierda” en cierta manera no existe –o al menos no tiene ningún proyecto viable. Los viejos conceptos de “izquierda” o “derecha “confunden, no explican nada. ¿Es de “izquierda” o de “derecha” la represión y los paramilitares? ¿Son de “izquierda” o de “derecha” las políticas fondomonetaristas y neoliberales del actual Gobierno”? El único objetivo es el poder por el poder. Segundo. El Gobierno sandinista recibió una ayuda económica masiva de los países socialistas de aquella época. La deuda externa creció de cerca de US$1600 millones en 1979 a cerca de US$12 000 millones en 1990. La mayor parte con países del desaparecido bloque socialista. Tercero. Se utilizó el impuesto-inflación. En una economía y un sistema financiero no dolarizado, el uso de la maquinita de imprimir córdobas le permitió al Gobierno financiar un enorme déficit fiscal-aún a costa de una hiperinflación. Hoy el sistema financiero en su mayor parte está dolarizado. Ello limita seriamente la posibilidad de utilizar el impuesto-inflación.
Es indudable que sin la ayuda económica masiva del bloque socialista al Gobierno sandinista y sin el financiamiento de los Estados Unidos a la contra o resistencia, la guerra civil de los ochenta no hubiese durado lo que duró. La economía nicaragüense era incapaz hasta de financiar las armas y las balas con las que se mataron hermanos nicaragüenses. Es igualmente indudable que sin el impuesto-inflación creado con la maquinita de imprimir córdobas el Gobierno sandinista no hubiese podido haber financiado los enormes déficits fiscales y la expansión del crédito nominal de los bancos a los productores.
Aunque hoy no hay lucha armada, la fragilidad de la economía, no hace sostenible ningún grave conflicto político de mediano y largo plazo. El socialismo se derrumbó y ni Rusia ni Venezuela, ni Cuba, están en condiciones de financiar a Nicaragua. Tampoco se puede recurrir al impuesto-inflación. Con una economía y un sistema financiero dolarizado, si se imprimen córdobas sin respaldo, ello además de producir inflación y devaluación, agravaría la fuga de dólares y profundizaría la ya grave crisis económica. Y con una grave escasez de dólares la economía no podría funcionar, salvo a niveles de mera sobrevivencia.
Es oportuno recordar que Nicaragua tiene un déficit estructural en la balanza comercial. En 2017 las exportaciones de bienes fueron de 2548 millones de dólares y las importaciones alcanzaron 5661 millones de dólares. Somos un país más importador que productor y exportador. Ese déficit estructural en la balanza comercial se ha financiado con inversión extranjera directa, cooperación internacional y remesas familiares. Tanto la inversión extranjera directa como la cooperación internacional han disminuido. De hecho, el principal sostén de la economía lo son las remesas familiares cercanas a 1500 millones de dólares anuales. Es obvio que un país con un enorme déficit comercial no puede darse el lujo de prescindir de sus fuentes de financiamiento externo ni podrá funcionar adecuadamente con una mayor fuga de dólares. Adicionalmente, la Magnitsky Nica no dejará muchas opciones para evitar un mayor derrumbe económico.
La única salida a la crisis es el diálogo. Es necesario realizar la transición pendiente de la dictadura a la democracia para cerrar la triple transición histórica que se inició en 1990 con el Gobierno de doña Violeta. La otra alternativa es apocalíptica.