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Voces y verdades

La normalidad de los tiranos es externa. Por fuera es blanca, vigilada e iluminada. La normalidad de los tiranos es tener sojuzgado a todo un país.

Entierro de Ezequiel Leiva García de 26 años, fue herido el pasado 28 de mayo durante una protesta. Ezequiel estuvo más de 3 meses hospitalizado, murió el 17 de septiembre. Carlos Herrera | Confidencial

Luis Rocha Urtecho

23 de septiembre 2018

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—La “normalidad” de un país imaginario, es la de la pareja en el poder. Ambos son, en uno solo, Alicia en el país de las maravillas. ¿Silicios en el país de las maravillas? En ese país hay aguerridos Comisionados, que ganan feroces combates, propinando, custodiados por sus sicarios, empellones al enemigo: un sacerdote físicamente indefenso, armado de fe y esperanza.

—Es famosa la “batalla” de Las Jagüitas, donde murieron integrantes de una familia de “terroristas” que viajaban en un carro “golpista”. Para guardar las apariencias de “normalidad” el oficial al mando fue condenado a 11 años de prisión. Por arte de magia, el Capitán de aquella masacre no apareció en prisión alguna. Nadie lo vio en El Chipote ni en ergástulas similares. Hoy, por malabarismos de la “democracia” en el poder fue ascendido a Comisionado. Es buen tema para que el dictador lo explique en las Naciones Unidas.

—Es probable que, mientras el dictador espera turno para hablar en las Naciones Unidas, le den un asiento haciendo constar su carácter de gobernante de El país de las mil maravillas. Su enseña triunfal podría ser la calavera de un niño de 14 meses, atravesada por el balazo de uno de sus francotiradores. Pero como la versión oficial de la muerte de este niño es que se suicidó, la calavera podría estar asentada en su pódium, mientras al fondo se proyecta un video de una casa incendiada con personas adentro, entre ellas otro niño. La versión oficial podría ser que, por padecer de frío, los propietarios abusaron de la calefacción, estratagema de los terroristas, para conducir al país a la bancarrota.

—Cuando no son obligados a asistir a sus marchas partidarias, los empleados del Estado limpian las calles, protegidos por interminables hileras de paramilitares, antimotines y policías. Todo está en orden resguardado por las fuerzas del orden. Todo está normal por fuera, mientras, por dentro, viven los muertos.


— La normalidad de los tiranos es externa. Por fuera es blanca, vigilada e iluminada. La normalidad de los tiranos es tener sojuzgado a todo un país, donde no se puede ni respirar con libertad. o, como dijo Alvarito Conrado, me duele respirar.

—Los niños no tienen parques para jugar. Son vigilados constantemente esperando adoctrinarlos cuando sean adolescentes, y convertirlos en Juventudes Hitlerianas o algo así. El asunto de los parques es porque pueden ser semilleros de terroristas, ya que la infancia, por ser pura, es potencialmente el engendro de un golpe.

—Hoy, el Estado amaneció febrilmente ocupado haciendo desaparecer los vestigios de las tumbas simbólicas de los muertos sin tumba. Los asesinados y botados quién sabe dónde. Las tumbas en rotondas aferrándose al derecho de proclamar que aquellos símbolos son tan reales, que quienes los asesinaron inútilmente ordenan borrarlos de la memoria histórica.

—En la Rotonda “Jean Paul Genie” borraron las tumbas simbólicas de la faz de la tierra. En su lugar colocaron imágenes religiosas. ¿Serán sustitutas de los curas agredidos en Diriamba, Jinotepe y tantos lugares e iglesias tiroteadas sin misericordia? Un murmullo de voces protesta bajo la tierra. Esas voces estremecen a toda Nicaragua.

—La verdad se sabe, porque en todo el país se oyen voces acusadoras. Voces que ni siquiera tienen tumbas de donde salir, porque no se sabe dónde están. Pero día y noche dicen la verdad, y eso aturde a los tiranos. El clamor popular de vivos y muertos y sus retratos indignados los hace cada día más sordos. La verdad de los asesinados, los hace presos de sus propias mentiras.

—Los autoconvocados intentan evidenciar su protesta con marchas que son repelidas por contramarchas del Estado, pagadas forzosamente por el pueblo. El gobierno estigmatiza la bandera nacional, azul y blanca, portadas por miles por el pueblo. Millones de córdobas invierte el Estado para repeler al pueblo. Pero sus voces no se apagan. Sus verdades marchan entre banderas y chimbombas. Repelidas, pero marchan.

—Nicaragua no tiene ejército. El que existe es de Ortega. Nicaragua no tiene Policía, tiene represores a las órdenes de los tiranos. Nicaragua tiene marchas infinitas. Unas, que son una revolución cívica por la libertad, otras, que sirven para encarcelar al país.

—Por eso ahora estamos en la etapa de la rebelión cívica de los indefensos, que cuentan tan sólo con marchas para poder expresarse. Sin imaginación alguna, los tiranos recurren a contramarchas para aplastar la imaginación. ¿Será que temen aquello de La imaginación al poder de Francia 1968?

Estaban y están más locos que nunca. Como ignoraban cuándo habrían marchas por la libertad, los tiranos organizaron contramarchas diarias y ordenaron confiscar las banderas de la patria y aplastar las chimbombas azuliblancas. Pero como éstas estaban en todas partes, ordenaron que se agitaran chimbombas en sus marchas represoras. El problema menor fue cuando ya no pudo distinguirse entre chimbombas “terroristas” y “vandálicas”, y las de un país donde, como el de ellos, todo está normal.

Lo peor llegó cuando toda Nicaragua se repobló de voces que pregonaban en todas partes una verdad intolerable para tiranos. Será entonces cuando, por culpa de marchas forzadas, los empleados públicos sucumban al agotamiento y la humillación de trabajar para la perfidia. El día cuando el Estado se agote, y voces y verdades vuelen juntas hasta un final justo. Eso no lo podrá trasladar por sí mismo el tirano a las Naciones Unidas, porque, muy a su pesar, ahí estarán presentes las voces y verdades que lo condenarán.


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Luis Rocha Urtecho

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