19 de septiembre 2018
La continuación de la crisis política que atraviesa el país desde hace cinco meses profundizó el deterioro de la economía: si al mes de junio se calculaba una destrucción (o suspensión) de 215,000 empleos, los datos acumulados solo treinta días después elevaban ese número hasta los 347,000 puestos de trabajo.
La mayoría de los nuevos desempleados (76.7% del total) ejecutaban labores de comercio, turismo y construcción. El dato está en línea con los resultados de una encuesta efectuada por AmCham entre su membresía, en la que se señala que el 46% de los que respondieron el cuestionario cree que tendrá que disminuir personal en los próximos tres meses.
El índice Mensual de la Actividad Económica (IMAE), de junio y julio de 2018, también ratifica esos hallazgos, después que el primero decreciera en -12%, y el segundo en -4.2%, “mejora que podría continuarse reflejando durante agosto de 2018”, según el Banco Central de Nicaragua.
El cómputo sobre la pérdida de empleos es obra de los economistas de la Fundación Nicaragüense para el Desarrollo Económico y Social (Funides), y muestra un segundo dato en extremo preocupante: en el mejor de los casos, la economía decrecerá 2.1%. En el peor, caerá hasta -4.0%.
Ambos escenarios parten de la tesis de que la crisis se prolonga por el resto del año.
El primero de ellos, el menos malo, “supone que las personas y las empresas se adaptarán a una ‘nueva realidad’, donde a pesar del contexto de crisis continúan realizando sus actividades económicas a menor intensidad, similar a julio y agosto, y otros sectores se ajustan gradualmente en los siguientes trimestres”.
En este ejercicio estadístico, la actividad económica se contraería 2.1% en 2018, en comparación con 2017, con pérdidas de US$946.2 millones en valor agregado, lo que representa una merma de siete puntos porcentuales, si se le compara con el 4.9% de crecimiento registrado el año pasado.
Más de USD1,200 millones en pérdidas
El segundo escenario, el peor, “supone que la violencia durante las protestas en diferentes territorios del país se intensifica por el resto del año, afectando en mayor medida al comercio, los servicios empresariales y la actividad del sistema financiero, principalmente por el continuo retiro de los depósitos en los bancos comerciales”.
En este segundo escenario la actividad económica para 2018 se contraería en 4.0% en comparación con 2017, lo que representaría una pérdida de US$1,214.2 millones en valor agregado, y un descenso de casi nueve puntos porcentuales de un año al otro.
En el peor momento de la crisis financiera global, el PIB del país decreció en -1.5%. De hecho, la serie de datos estadísticos del BCN, muestra que si se cumplen esos pronósticos, este sería el quinto peor año de nuestra economía, en términos de caída del PIB, después del -26.5% de 1979; el -12.4% de 1988; el -7.8% de 1978, y el -4.1% de 1985, todos ellos, en contextos bélicos.
Si bien el conjunto de la economía se vería muy afectado, las actividades que más sufrirían son el comercio, la construcción, el turismo, la industria manufacturera, el sector financiero, y la producción agropecuaria, tanto en términos de valor agregado, como en el número de personas empleadas en cada actividad.
La publicación de Funides explica que “los despidos y suspensiones se han traducido en un aumento en el porcentaje de personas en situación de pobreza de 29.6% a 34.8%. Se estima que unas 143 mil personas han caído en situación de pobreza durante esta crisis”.
Si esos números son malos, lo triste es que pueden ser peores si se cumple el segundo escenario.
Funides señala que hay unas 1.2 millones de personas que, “aunque no son pobres, están en riesgo de caer en situación de pobreza si llegan a perder su empleo o si su ingreso se reduce considerablemente en los próximos meses. De verse afectadas todas estas personas, los niveles de pobreza serían similares a los observados en la primera mitad de la década de los 90, donde prácticamente la mitad de la población vivía en situación de pobreza”.