19 de julio 2018
El gobierno de Daniel Ortega y Rosario Murillo sufrió este miércoles una doble derrota política en la Organización de Estados Americanos (OEA), cuando 21 países del hemisferio aprobaron una resolución que condena la represión del régimen contra “el pueblo de Nicaragua”, y demanda el desarme de los paramilitares afines al régimen, mientras otra resolución favorable a Ortega fue rechazada por 20 países con 3 votos a favor (incluido Nicaragua) y 8 abstenciones.
“La correlación de fuerzas a nivel internacional ha cambiado con claridad, y ese es un lenguaje y una manera de ver y entender las cosas que el presidente maneja y se debe dar cuenta que la situación no es la misma. Hay una comunidad latinoamericana profundamente molesta con la actitud del Gobierno”, aseguró el excanciller Norman Caldera, entrevistado en el programa Esta Noche, que se transmite por Canal 12.
Aunque durante la sesión la semana pasada del Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos (OEA), ya era evidente que había que frenar la orgía sangrienta ordenada por el Gobierno de Daniel Ortega, los ataques a la ciudad de Masaya, y el sitio a los estudiantes de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN), le demostró a los diplomáticos acreditados ante ese organismo en Washington que era urgente actuar.
“El balance político es que a partir de la resolución de la semana pasada, se fortificó la propuesta de resolución”, opina José Luis Velásquez, exembajador de Nicaragua ante la OEA.
¿Cómo ignorar tantos crímenes?
El experto opina que la continuación de la violencia y el terrorismo de Estado que produjeron más muertos el fin de semana, y matanzas en Monimbó y Lóvago, “llevaron a la comunidad internacional a reaccionar con más rechazo a la actitud del gobierno de Daniel Ortega, y facilitaron esa mayoría notable en el Consejo Permanente de la OEA”.
“Los eventos del fin de semana terminaron de convencer a los gobiernos de Centroamérica -si es que tenían alguna duda- que debían tomar una posición más firme. Por otro lado, los países del Caribe se dieron cuenta después de los muertos en Bilwi y otras zonas del Caribe nicaragüense, que esto les atañe a ellos también, y no deberían seguir aislados de la situación del continente americano, como normalmente ha sido”, explicó Caldera.
Los votos a favor de cinco naciones antillanas (Guyana, Bahamas, Jamaica, Santa Lucía, Antigua y Barbuda), demuestra también que se acabó la diplomacia petrolera que permitió al fenecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez y su sucesor, Nicolás Maduro, dominar al bloque caribeño en el plenario de la OEA.
La escalada de violencia en el país tuvo su correspondiente escalada de rechazo en contra de la administración Ortega, tanto en el nivel ístmico como caribeño, pero también continental, tal como lo explica Caldera.
“Ha crecido el grado de oposición que hay en América Latina y el Caribe a lo que está sucediendo en Nicaragua, y aumentó durante el fin de semana. La resolución que se presentó el lunes era mucho más fuerte en términos diplomáticos que la que se había presentado el viernes, y la única diferencia entre una y otra es lo que pasó el fin de semana. Es lo único que lo puede explicar”, detalló.
Otras opciones continentales
Pese a todo, sigue abierta la pregunta: ¿y si Ortega sigue haciendo oídos sordos al reclamo de la comunidad internacional?
“Si no se cumplen las exhortaciones, condenas y compromisos que aparecen en la Resolución, entonces sí puede venir otra reunión para aplicar sanciones o tomar medidas más fuertes que la que aparecían en esta Resolución. La comunidad internacional reacciona gradual y lentamente, pero este ha sido un primer paso muy importante”, opinó Caldera.
La esperanza es que Ortega acepte la salida electoral, a la luz de que no es sostenible creer que se puede gobernar al país aplicando una política de terror, y menos esperar que la comunidad internacional se lo va a permitir.
Si las cosas van más allá, el exembajador Velásquez coincide con su colega Caldera, al decir que la vía a seguir no es la que marca la Carta Democrática Interamericana, sino la que señala la Carta Fundacional de la OEA.
La razón es que “la Carta Democrática es un callejón sin salida que te lleva a expulsar al país de esa organización. Contrario a buscar la expulsión de Nicaragua, lo que se quiere es que permanezca dentro de la OEA para que reciba la ‘persuasión’ del resto de los miembros”, explicó Caldera.
“Aquí pueden venir sanciones multilaterales, que se tramitan a través de organismos como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el BID, y otros más; además de sanciones bilaterales como el corte de la ayuda militar, económica y diplomática”, añadió Velásquez.