8 de julio 2018
Decenas de camiones varados en la Carretera Panamericana mantienen aislada a la ciudad de Jinotepe del resto del departamento de Carazo. “Los furgones son nuestra gran barrera de protección, que ha impedido mayores ataques y muertes”, advierte un joven que prefiere ser citado como “Güegüense”.
Flaco y de apenas 24 años, “Güegüense” cubre su rostro con una máscara de “Macho Ratón”, el famoso personaje que se burlaba de los españoles en la famosa obra teatral que se protagoniza cada año en las calles de Carazo.
Desde hace siete semanas no ha vuelto a su casa y prefiere andar “en la lucha”. Para él, en Carazo han triunfado, pues se han convertido en una de las zonas de mayor incomodidad para el Gobierno de Daniel Ortega, al que le exigen “deje de matar”.
El tranque más severo
Desde hace casi más de cincuenta días, decenas de jóvenes decidieron “trancar” la entrada de Jinotepe en el sector del Colegio San José. Dejaban pasar los vehículos con cierta frecuencia, pero ante los constantes ataques decidieron paralizar todo el tráfico.
“Era nuestra única forma de asegurarnos que no entraran a la ciudad y ante un ataque interno de policías y paramilitares, la misma población de todos los barrios de la ciudad salieron a levantar barricadas”, explica uno de los líderes del Movimiento 19 de abril de Jinotepe.
Prácticamente Jinotepe y Dolores quedaron incomunicadas del resto de ciudades de Carazo. La única forma de transitar entre estas ciudades es caminando o en moto. Desde hace unas semanas las motos de dos pasajeros se convirtieron en el único servicio de taxi para movilizarse.
La Comisión de Verificación y Seguridad del Diálogo Nacional junto a la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN) hicieron hace una semana una visita al tranque de Jinotepe para mediar y “hacer las gestiones necesarias” para cumplir con la demanda hecha por los embajadores centroamericanos, para que cientos de furgoneros varados “puedan llegar a su destino”.
Pese a la mediación, la respuesta de los autoconvocados fue que los furgones “deberán permanecer en el sitio donde se encuentran hasta tanto no se garantice la seguridad ciudadana de la población de Carazo”.
Para ellos, la solución al problema de los transportistas varados “exige la inmediata desmovilización de los paramilitares” ubicados en todo el departamento de Carazo.
Cansados y amenazados
Kevin Guillén tiene nueve meses de ser “furgonero”. Este salvadoreño ha viajado decenas de veces a Honduras y a finales de mayo fue enviado por primera vez a Costa Rica. “Nunca había estado en Nicaragua y no me imaginé quedar varado en esta ciudad”, insiste.
Dice que están “cansados” porque por cada día estacionado pierden dinero y ya extraña mucho a su familia. “Ha sido duro, porque al principio nos amenazaban los estudiantes, nos amenazaban los policías, unos nos pedían que nos quedáramos, otros que nos moviéramos”, cuenta.
Lo mismo dice Óscar Salvador Medal, un transportista guatemalteco, al que durante los ataques le han baleado el camión que maneja. “Por dicha lo llevo vacío”, explica mientras cocina dentro del furgón para él y otros dos camioneros que se han convertido en sus amigos en esta “experiencia”.
“Nosotros hemos pedido que nos dejen ir, es verdad que al principio le daban comida a algunos, le prestaban baño a otros, pero con el tiempo ya somos un estorbo para muchos de los mismos ciudadanos que no pueden movilizarse”, asegura.
Una lucha dura
Aunque los ataques han disminuido en las ultimas dos semanas, el ambiente que se vive en Jinotepe es de zozobra, dice Engel López, un joven que ha participado en los tranques desde el inicio.
“Sabemos que en cualquier momento pueden llegar a atacarnos, han empleado una guerra psicológica anunciando cada día que llegaran a barrer con los tranques”, expresa este estudiante de derecho.
Esa “guerra” también incluye difamación en redes sociales. A la mayoría de jóvenes que han participado en las protestas los han enlistado en publicaciones donde los acusan de ser “vandálicos”.
“A mí hasta de secuestrador me están culpando ahora”, explica.
De hecho, este joven de 22 años fue secuestrado por un par de horas durante uno de los enfrentamientos. “Me subieron en una camioneta junto con un amigo, pero cuando estaban parqueados frente a la Cruz Roja llegaron a avisarles de que estaban siendo replegados aprovechamos una distracción para salir huyendo”, cuenta.
Por ahora, solo les queda esperar un nuevo ataque. “Sabemos que volverán, pero los esperamos en el tranque”, agrega.