30 de junio 2018
Hace cien años, la juventud universitaria de Córdoba, Argentina, proclamó que ya no podía y que estaba cansada de soportar a los tiranos. También dijo que si esa juventud había sido capaz de realizar una revolución en las conciencias, no podía negársele el derecho de intervenir en el gobierno de su propia casa. Así nació, el 21 de junio de 1918, el principio universal de la autonomía universitaria. Cincuenta años después, fue mayo de 1968: la primavera francesa. En México, la juventud universitaria salió a la calle y por lo menos 200 personas fueron masacradas en Tlatelolco. En la Universidad estatal de Kent, Estados Unidos, también cayeron estudiantes a manos de la policía. Veinte años después, en 1989, ocurrió la masacre de la plaza de Tiananmen, China, con cientos de estudiantes muertos. En todos los casos los gobiernos alegaron que las víctimas eran agentes de fuerzas oscuras, ajenas y perniciosas.
Y en el presente le ha tocado el turno a la juventud universitaria nicaragüense, que nos ha dado lecciones para una nueva geografía: en los trópicos también hay primaveras. Y también la han masacrado. Este 21 de junio del año 2018, el día más luminoso del año en el hemisferio norte, amaneció con muchachas y muchachos enfrentados en las calles con un gobierno opresor, al que no le ha temblado el pulso para poner el tiro en medio de los ojos. Matan estudiantes, ocupan las universidades, y liquidan sin problemas el principio de la autonomía universitaria. Pero de todos modos la Primavera Nicaragüense va.
Quienes abajo firmamos, gente universitaria, denunciamos lo que está sucediendo en Nicaragua, donde los muertos son más de doscientos. A la vez, señalamos el casi total silencio con el que las universidades centroamericanas han reaccionado ante la matanza de estudiantes. Entendemos que la solución a los problemas de Nicaragua debe surgir y está surgiendo de la propia ciudadanía nicaragüense. Pero nuestras universidades no deben callar ante algo que amenaza su esencia misma.
La juventud universitaria nicaragüense no puede ni debe resistir sola. Por eso, llamamos a las universidades centroamericanas, en particular a las costarricenses, a pronunciarse claramente y a defender el principio de la autonomía universitaria por el que hoy mueren, en la primavera de sus vidas, centenares de jóvenes nicaragüenses. Proponemos que las universidades se declaren territorios de acogida para quienes huyen de la violencia y la muerte. Sabemos que también han sido violentados y asesinados integrantes del movimiento campesino, del sector ambientalista, de grupos defensores de los derechos humanos y otras personas igualmente valientes e inocentes. Pero en lo que toca a la gente universitaria decimos que no eran delincuentes, que eran estudiantes. Cada vida que se pierde es un proyecto de mejor futuro que se trunca de una persona, de una familia y de un país. Cada momento que titubeemos es tiempo concedido a los que preparan la próxima emboscada. Ha llegado la hora de decir que eran y son estudiantes y que, en la medida de nuestras posibilidades, aquí tendrán cobijo y protección.
Víctor Hugo Acuña
Gabriela Arguedas
Alonso Brenes
Soili Buska
Alberto Cortés
Marco Fournier
Pascal Girot
Carlos Granados
Alexander Jiménez
Dina Krauskopf
María Montanaro
Carlos Sandoval
Danilo Saravia
Mario Zúñiga