30 de junio 2018
La situación que estamos viviendo es tan terrible, es tal la dimensión del horror que imponen los escuadrones de la muerte, ese ejército irregular de criminales cobardes que ha organizado la dictadura y que opera junto a la Policía, que quiero mencionar algo, pero temo hacerlo, como si diciéndolo romperé un encanto: y es que estamos viviendo algunas horas de calma, lo cual es un oasis, un verdadero prodigio en nuestro país, donde durante más de dos meses hemos estado sometidos a una cuota diaria de muertos, heridos, secuestrados, desaparecidos y torturados.
Estamos teniendo un pequeño alivio en esta maravillosa y heroica resistencia pacífica del pueblo que tiene contra las cuerdas al dictador más sanguinario de nuestra historia. La represión indiscriminada está siendo detenida o menguada por la presencia en Managua de misiones de la CIDH y de la ONU y esperamos que el mayor tiempo posible porque la angustia es insoportable, aunque la mayoría de la población, sobre todo los jóvenes, están dispuestos a extremos con tal de lograr la liberación, como se refleja en los 285 asesinados que llevamos en esta cuenta fatal indetenible.
Es una tortura estar viviendo en un sistema que dispara con armas de guerra a jóvenes desarmados que se defienden solo con morteros, tiradoras y piedras. Ellos han entrado a los barrios orientales de Managua y a otras poblaciones, como un ejército invasor, un ejército de ocupación. En sus victorias pírricas los asesinos han derribado algunos tranques y barricadas y han conquistado algunas calles en Masaya y León, pero la casi totalidad de estas ciudades, así como toda Jinotepe, son de la resistencia no violenta.
Equivale a dos batallones del Ejército de Nicaragua la fuerza policial y paramilitar de unos 800 hombres que armados hasta los dientes la semana pasada llegó a Masaya a “liberar” al jefe policial de ahí, comisionado Ramón Avellán. A los valientes y heroicos integrantes encapuchados de este ejército invasor les tomó siete horas despejar doce calles, ellos con AK, PKM y Dragunov, y los masayas y monimboseños con morteros, tiradoras y piedras. Este portento se explica por la alta capacidad organizativa de la gente, su creatividad y sus bien establecidas y sólidas barricadas y zanjas, pero sobre todo por su espíritu de lucha, coraje y valentía.
“Sospecha de suicidio”
Aunque hay momentos en que nos sentimos muy vulnerables, sabemos que ¡Ni un paso atrás!, que si este Carnicero de El Carmen no se va del poder, nos esperan días más terribles aún. Urge desmontar ese ejército paramilitar y que se vayan cuanto antes los Ortega-Murillo y su familia, que se lleven todo lo que quieran, todito: su dinero, sus alhajas, sus cuentas bancarias, sus pinturas y esculturas, sus acciones, sus bonos del Tesoro, todo, todo, todo, es preferible a que siga este inaudito baño de sangre y este desgarrador sufrimiento que hiere el corazón de las madres y de todos nosotros que ya no queremos que muera ni uno más, ni un universitario más, ni un joven más, ni un poblador más y por supuesto, ni un niño más.
Sé que este momentáneo tranque que le hemos puesto a la muerte, se romperá en cualquier momento, porque la dictadura está aferrada al poder y tiene tanto miedo a perderlo, que prefiere exterminarnos a todos, sin entender que con cada baja al pueblo, cava más profundamente su tumba. Serán malditos por siempre ellos y todos sus descendientes.
No es odio el que sentimos, sino indignación profunda, porque no solo nos asesinan, sino que lo niegan y con cinismo e hipocresía más bien nos acusan de matarnos a nosotros mismos. El increíble dictamen del niño asesinado por policías, Teyler Leonardo Lorío Navarrete, de 14 meses, “sospecha de suicidio” es consecuente con esa política de la dictadura. Somos los nicaragüenses los que nos estamos suicidando, es mentira que estos criminales nos estén matando.
No solo disparan con sus armas de guerra, no solo utilizan AK-47, el mejor fusil del mundo, sino que no les basta, y se pertrechan también con ametralladoras PKM, ambas armas originadas en la difunta Unión Soviética. La foto de un monimboseño muerto en una esquina por un disparo de fusil, es ilustrativa de la disparidad de fuerzas, pues él aparece, ya inerte, con su brazo izquierdo extendido hacia atrás, pegado a su pierna de ese lado y en la mano una tiradora. Tiradora contra fusil. Honda contra cargador. Piedra contra bala.
No pararemos hasta triunfar
A estos asesinos no les basta tener tanta superioridad, abrumadora, casi infinita superioridad, sino que, además, utilizan fusiles Dragunov para francotiradores. El tipo alcanza una altura, se parapeta, mide la distancia, la velocidad del viento, hace algunos cálculos matemáticos elementales y programa su disparo, después escoge un blanco, cualquiera, hay muchos, selecciona uno quizá porque no le gustó el color de la camisa o porque no andaba, y ¡bang!, un muchacho se ladea y cae con la masa encefálica de fuera. ¿Cómo es posible semejante espanto? ¿Cómo pueden los Ortega-Murillo conciliar el sueño? ¿Dónde está su lógica, su raciocinio, su pedacito, aunque sea muy reducido, de humanidad? Son peores que las bestias.
Además, policías desquiciados ejecutan a jóvenes a quemarropa, incluyendo a un niño que en Masaya suplicó por su vida, y la asesina uniformada no escuchó, ni se inmutó y le descerrajó la cabeza de un tiro. Lo vio caer en una explosión de sangre. ¿Estaba drogada, sabía lo que estaba haciendo, se dio cuenta del asesinato a sangre fría que cometió por defender a una dictadura que tiene los días contados?
Escribo y temo escuchar el paso siniestro de un escuadrón de la muerte que va de cacería, temo escuchar un ataque, disparos indiscriminados, temo que se acabe la “magia” que está haciendo posible esta pausa, este portento de llevar varias horas sin que se derrame sangre, y me pongo nervioso porque me voy a sentir culpable de que eso suceda, por haber escrito que estamos viviendo un instante de calma, porque con esas palabras habré convocado a los perversos, a estos sicarios, a que continúen su escalada criminal.
Es cierto que esta represión nos ha golpeado de una manera espantosa, pero no nos rendimos, seguimos de frente contra estos salvajes, estas bestias, estos inhumanos que nos han hecho tanto daño que no podremos perdonarlos jamás. No pararemos hasta triunfar.