28 de junio 2018
Todo el mundo vio la presentación del reporte de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, el viernes 22 de junio, ante la Consejo Permanente de la Organización de Estados Americanos. Todo el mundo ha visto la heroica actitud de los estudiantes del Movimiento 19 de abril provocando un levantamiento nacional contra la dictadura de Daniel Ortega Saavedra. Todo el mundo ha visto a los valientes campesinos convertirse en líderes del pueblo de Nicaragua, y señalar el camino con su lenguaje claro y directo. Todo el mundo ha visto a los hombres y mujeres de Masaya defendiendo su ciudad con adoquines y tiradoras, mientras la dictadura les manda delincuentes armados y caterpillars. Todos el mundo ha visto cómo las huestes de Ortega queman viva a una familia en su casa de habitación, cómo le disparan a un bebé en la cabeza y luego lo acusan de suicidio. Todo el mundo ha vista a una mujer desolada pidiendo a gritos ¡Ayúdenme!
Así como en 1979 todo el mundo estaba a favor de la revolución sandinista, hoy todo el mundo está en contra de Daniel Ortega y Rosario Murillo. Si en 1977 sorprendimos al mundo con una insurrección popular armada que prometía cambiar las estructuras de la sociedad sin cometer los errores de Cuba. En el 2018 hemos sorprendido al mundo con una insurrección pacífica de dimensiones extraordinarias, liderada por estudiantes armados únicamente con sus teléfonos, y campesinos con voluntad de hierro y claridad de pensamiento. Una vez más, este pequeño terruño ha sorprendido al mundo con una nueva forma de luchar por su libertad, una tolerancia enorme ante el sufrimiento, y una capacidad impresionante de redención.
Es probable que el siglo XXI vea muchos escenarios similares, pero lo que estamos viviendo en Nicaragua actualmente es único, no sólo por la forma en que se ha gestado, sino por la criminal reacción del Gobierno que ha armado a los delincuentes y les ha dado licencia para matar. Algo nunca visto en el mundo moderno. El Gobierno de Nicaragua actúa como un cartel criminal, como una banda terrorista, y ordena a sus militares servir de líderes de las pandillas criminales en las calles, disparando con rifles Dragunov contra la población desarmada. Ya contabilizamos tres infantes muertos, decenas de adolescentes y casi 220 personas asesinadas. El cartel de los Ortega Murillo está empezando a competir con el cartel de Medellín de Pablo Escobar, y con el cartel de Sinaloa del Chapo Guzmán, por su total irreverencia ante los principios básicos de los derechos humanos y las reglas fundamentales de la democracia.
Repito lo que he dicho desde el 27 de abril. Tenemos que formar un Gobierno de Transición, una Junta de Gobierno, o al menos un Grupo parecido al Grupo de los 12 de 1978. Daniel Ortega va a tener que renunciar al poder pronto, pero para que el Departamento de Estado de los Estados Unidos nos apoye, tiene que ver que no se va a producir un vacío de poder que hunda a Nicaragua en un caos mayor, afectando a toda la región centroamericana. Ellos tienen que ver que nos estamos organizados como sociedad, que hay un grupo de hombres y mujeres honestos y capaces para tomar las riendas del gobierno. La Casa Blanca, y todos los otros gobiernos del mundo necesitan tener interlocutores en Nicaragua, para poder apoyar, y en su momento reconocer, a un Gobierno de transición. Necesitamos que los líderes de la Alianza Cívica empiecen a organizarse como gobierno. La Mesa de diálogo ha demostrado ser una farsa para que el gobierno mande a sus más mentirosos portavoces. Hay que continuar con esa farsa porque de ahí tiene que salir el Gobierno de transición, pero no esperemos que ahí se va encontrar la solución a nuestra crisis actual. La solución va a salir de los tranques, de las manifestaciones multitudinarias, y de los paros nacionales, pero hay que pasar a la siguiente etapa.
Tenemos personas muy capacitadas en Nicaragua, honorables, con contactos en Washington, México, Bruselas, y todas las otras capitales y centros de poder. Tenemos que activar esos mecanismos de diálogo y cabildeo para ir preparando la transición. Los intereses del pueblo de Nicaragua tienen que estar representados de manera más organizada, apoyándose en las voces de las comunidades de nicaragüenses en el exterior. Necesitamos tener una persona en Washington que se dedique a tiempo completo a hacer cabildeo con el Congreso de los EE.UU., con la Casa Blanca, y con todos los otros actores significativos de la política estadounidense, y a coordinar el apoyo de los 300 mil nicaragüense-americanos, con poder político en los EEUU y poder económico en Nicaragua. Daniel Ortega tiene lobistas pagados por el pueblo de Nicaragua haciendo su trabajo. El gran capital ha gastado dinero defendiendo a Daniel Ortega en los pasillos del Congreso norteamericano. Tenemos que organizar misiones urgentes con emisarios creíbles, para visitar las capitales hemisféricas y otros puntos neurálgicos, denunciar el genocidio que nuestro pueblo vive y generar confianza de que los nicaragüenses estamos listos para votar y para gobernar. La Alianza cívica, con su Gobierno de transición, tiene que subir el nivel de cabildeo, de relaciones internacionales y de diplomacia, para poder llevar esta insurrección popular pacífica a su triunfo total, y a la instauración de un Gobierno de transición, que reemplace a los magistrados del Consejo supremo electoral, a los magistrados de la Corte suprema de justicia, suspenda la Asamblea nacional espuria que tenemos, y convoque a elecciones generales a la mayor brevedad posible.
No vamos a perder esta batalla, pero necesitamos actuar con astucia y conocimiento de cómo funcionan las relaciones internacionales y los centros de poder. No basta con gritar “Queremos que se vayan”. Tenemos que desarrollar la estructura que los va a reemplazar. No basta con hacer peticiones a la Casa Blanca por internet, tenemos que tener una presencia en Washington que todos los días esté visitando a los políticos importantes para nuestra causa, coordinando actividades de prensa, e interactuando con los embajadores ante la OEA. Tenemos mucha gente clave en Washington y alrededor del mundo que nos apoya, pero todavía hay muchos más a los que tenemos que convencer. Todo el mundo está con nosotros. No tengamos miedo. El pueblo está con nosotros, la verdad y la justicia están con nosotros, la Conferencia Episcopal está con nosotros, Dios está con nosotros, pero tenemos que pasar a la siguiente fase de la lucha.
*El autor es escritor y catedrático en la Universidad de Cincinnati.