18 de junio 2018
— Dios dejó a la primogénita de don Oscar— dijo la mujer ante cientos de amigos y vecinos—. Dios permitió que Cinthia sobreviviera para que denunciara la barbarie que vivió su familia— continuó enérgicamente.
La mujer que declaró con ahínco fue María Eugenia Zepeda, pastora de la iglesia a la que asistía la familia Pavón Velásquez, antes de que seis de sus miembros murieran calcinados en un incendio provocado por oficiales de la Policía Nacional y grupos paramilitares.
Cinthia — hija, hermana, tía y una de las tres sobrevivientes del brutal ataque— pareció no escuchar el discurso de la mujer. Ella sólo lloraba, amargamente, al ver que los sepultureros echaban las últimas paladas de tierra a la tumba de su padre, madre, hermano, cuñada y sus dos sobrinos.
“Ayyy mi papito, ayyy mi mamita, mi hermanito, mi cuñada, mis niños, ayyy mis sobrinitos”, repitió una y otra vez. Para quienes acompañaron a Cinthia y demás familiares en el entierro de las seis personas, fue imposible no conmoverse al verla a la mujer destrozada. “Me mataron toda mi familia”, insistió, en medio de lágrimas.
Cinthia ha llorado desde el sábado, cuando grabó un video a eso de las seis de la mañana, denunciando que habían quemado su casa y a toda su familia. “A mis padres los mataron, los quemaron… pero maldigo a Daniel Ortega y a toda su familia y a toda su descendencia, los maldigo”, expresó. La publicación en menos de diez minutos se volvió viral.
Los cuerpos de Oscar Pavón, su padre; Maritza Muñoz, su madre; Alfredo Pavón, su hermano; Ángela Raudez, su cuñada, y Matías y Daryelis Pavón Raudez, sus sobrinos de cinco meses y dos años, fueron enterrados en el cementerio Milagro de Dios, ubicado en un barrio del Distrito V de Managua.
Cinthia dijo a los medios de comunicación que “a ellos no les importó que en la casa hubieran niños, los quemaron vivos, pero Dios va a tomar la venganza, porque con los hijos de Dios nadie se mete. Fue el peor regalo que le pudieron dar a mi cuñada, ella ese sábado estaba cumpliendo años”, continuó.
Relató que escuchó los gritos de su familia. Fueron gritos de dolor, de sufrimiento, de auxilio. “Se estaban quemando vivos, y yo nada pude hacer”, se reprochó. “No pude ayudarlos, no pude… pero Dios va a hacer justicia”, insistió.
Cinthia aseguró que los hombres que atacaron su casa, iban vestidos de negro, con metralletas, fusiles y andaban francotiradores. “Eran de la Policía, andaban camionetas Hilux blancas, yo los vi”. Reveló que cuando logró lanzarse del balcón, ubicado en el segundo piso de la casa, los paramilitares y oficiales le dispararon a matar. “Pero no lograron darme porque soy una hija de Dios, porque él me dejó viva para cuidar a mi familia”, argumentó.
— ¿Ustedes pertenecían a un partido político?
No. Nosotros no participamos en nada. Nunca. Nosotros somos militantes de Jesucristo. Somos de Cristo todos.
— ¿Qué le dirías al presidente Daniel Ortega si lo tuvieras de frente?
Que dios va a hacer justicia. Dios pone y quita reyes. Que Dios haga su voluntad. Si Dios lo va quitar, que lo quite y que se vaya de este país, porque ya no queremos más corrupción, ni pleitos ni muertes, no queremos dictaduras, nos están matando.
Cinthia abandonó el cementerio en una camioneta. Salió llorando. A través de la ventana observó en dirección a donde enterraron los cuerpos de sus seis familiares. De nuevo su mirada se perdió. “Adiós papito, adiós mamita”.