15 de junio 2018
El comandante Daniel Ortega, y su esposa y vicepresidenta Rosario Murillo, no delegaron en el canciller Denis Moncada Colindres su representación en la mesa del Diálogo Nacional que se reinstala este viernes, para valorar el contenido de la respuesta del presidente a la agenda de democratización y justicia, presentada por los obispos de la Conferencia Episcopal de Nicaragua.
La demanda de una amplia mayoría de los nicaragüenses, exigida en las calles a través de manifestaciones multitudinarias, tranques, barricadas y un paro nacional de 24 horas, es que Ortega y Murillo se vayan del poder, y el régimen ha respondido con una matanza que ya ronda los 160 muertos en menos de dos meses de protestas.
La experta en Derecho Constitucional y también miembro de la mesa de Diálogo Nacional, Azahálea Solís afirma que Ortega “no quiere dejar el poder”, porque “tiene una apuesta dinástica de largo plazo”. A su juicio, “Ortega es un criminal, que tiene una apuesta criminal y un interés de mantenerse en el poder, y seguramente también un grupo de personas alrededor de él, que saben lo que han hecho”.
Desde que Ortega solicitó a los obispos un tiempo para “reflexionar” y responder, el pasado 7 de junio, unos treinta nicaragüenses más han sido asesinados, según el registro del Centro Nicaragüense de Derechos Humanos (Cenidh).
Los dos más recientes son de la ciudad de Bilwi, en el Caribe Norte, donde simpatizantes del partido indígena Yatama y la población miskita salieron a recorrer las calles en respaldo al paro nacional. Esta mañana, los enfrentamientos también continúan en Jinotepe, y la tensión permanece en los barrios orientales de Managua, tras los ataques recientes de dos días consecutivos.
Régimen ha matado impunemente, en busca de ventaja
Según Solís, el aumento de la represión y los ataques se deben a que Ortega “busca una situación de ventaja”, y por la misma razón persigue “tácticas dilatorias para ver cómo se recompone”. Sin embargo, advierte que “lo cierto es que han aumentado los niveles de resistencia y de protesta en todo el país.
Como muestra, cita que cuando se suspendió el Diálogo las circunstancias eran diferentes a la de los últimos quince días: ha habido más muertos, más heridos, más desparecidos, pero también Masaya aún no estaba bajo el control de la población que mantiene a la Policía acuartelada desde hace nueve días, logrando un alto a los saqueos y la represión, ni tampoco se habían alzado como ahora las ciudades de León, Jinotepe y Diriamba, entre otras. “No le ha funcionado a Ortega la represión, la gente está decida”, valora.
En entrevista con el programa de televisión Esta Noche, Solís sostuvo que “en el intento de querer mostrar fuerza ante la Alianza Cívica, y al pueblo de Nicaragua, Ortega lo que está mostrando es su enorme debilidad, porque tiene que recurrir al crimen y a las bandas paramilitares, para reprimir las manifestaciones cívicas”.
De acuerdo con Solís, “hay un intento de Ortega de querer imponer la agenda nacional”, sin embargo, el mandato de justicia sin impunidad y democracia se ha enriquecido en la protesta y los nicaragüenses han estado atentos a exigir que esa sea la agenda.
Elecciones adelantadas deben ser sin Ortega
Presionado por la crisis, el comandante Ortega ha ofrecido en conversaciones privadas el adelanto de las elecciones, que acortaría su período previsto hasta enero de 2022.
https://www.confidencial.digital/ortega-ofrecio-a-estados-unidos-adelanto-de-elecciones/
Sin embargo, la oferta se queda corta ante la demanda nacional de su renuncia inmediata, y la oferta ya ha sido rechazada públicamente por estudiantes y sociedad civil, para quienes las elecciones deben adelantarse con la garantía de un proceso limpio y transparente y sin la pareja presidencial en el Gobierno.
El economista y sociólogo Oscar-René Vargas opina que Ortega no aceptaría irse porque aspira a controlar el proceso electoral, lograr que su cada vez más debilitada base se mantenga firme y obtener cuota de poder en un nuevo gobierno.
La experta en Derecho Constitucional y también miembro de la mesa de Diálogo Nacional, Azahálea Solís, reitera la necesidad urgente de “refundar Nicaragua”. Vargas coincide.
De acuerdo con ambos, la demanda social es que ninguno de los partícipes de la brutal represión y los abusos del régimen permanezca en el poder, lo cual incluiría a magistrados judiciales y electorales, Ministerio Público, Policía Nacional e incluso alcaldes locales que han sido directamente identificados al frente de las fuerzas de choque contra la población.
“Si queda Ortega va a significar más muertes. Las bandas de sicarios y paramilitares van a seguir operando, y habrá más crisis económica y permanente”, sentencia Vargas, quien no ve ninguna otra opción para Ortega que dejar el poder, y además dejar el país.
“Ortega no puede ser Gobierno, no puede continuar”, asegura Solís, tras advertir que “no es que nos vamos a ir a sentar a una mesa de Diálogo como si no ha pasado nada, porque se ha matado impunemente” y que “el adelanto de elecciones no es aceptable así por así”, porque se requiera la salida de Ortega, la renovación del Estado y la justicia sin impunidad.
A juicio de Vargas, el comandante Ortega “no tiene de otra”, y tampoco le conviene quedarse en Nicaragua. “La situación actual de Nicaragua no tiene vuelta atrás”, sentencia.
"Ortega más aislado"
En la víspera de la reinstalación de la mesa, suspendida el pasado 23 de mayo, la Alianza Cívica por la Justicia y la Democracia (integrada por estudiantes, sociedad civil y el sector empresarial, entre otros) convocó a un paro nacional respaldado por cientos de miles de empresas y comercios de todo el país, pero en algunas ciudades como León, Nindirí y Bilwi la respuesta del Gobierno fue continuar la represión, que añade más muertos y heridos a la lista de sangre.
Vargas califica el paro nacional como “un peldaño más” entre las acciones cívicas y pacíficas contra el Gobierno de Ortega, en una población que también se ha expresado con multitudinarias manifestaciones, y también ha instalado tranques y barricadas como protesta contra la represión y autodefensa de los ataques de paramilitares.
Vargas asegura que a 58 días de protestas “hay mayor representación, mayor participación, y mayor decisión para que Ortega y Murillo se vayan”.
Según el también analista político, autor del libro sobre cultura política nicaragüense El síndrome de Pedrarias, “Ortega está cada día más aislado” e incluso a nivel internacional la matanza que ha dirigido lo debilita más cada día.