18 de mayo 2018
“Me voy a poner bien. Cuando salga de aquí quiero comida, porque tengo mucha hambre”, le dijo Nelson Téllez Huete a su esposa Adriana Meza por teléfono poco antes de ser intervenido quirúrgicamente la noche del 20 de abril, cuando recibió un disparo en el tórax.
Entre otras cosas, dijo que podía reconocer al policía que le disparó, cuenta Meza. Tras la operación y luchar durante doce días finalmente el joven que vivía en Ciudad Sandino falleció, a pesar de que él solamente estaba comprando comida cerca de donde había enfrentamientos.
“El deja cuatro hijos en la orfandad, incluyendo un bebé de apenas un año que nunca podrá conocer a su padre. Yo culpo a la Policía Nacional y a Daniel Ortega por su asesinato”, expresó Meza en un micrófono abierto instalado a un costado de la rotonda Rubén Darío. No pudo decir más y empezó a llorar. “Que se vayan”, “que se vayan”, “que se vayan”, empezaron a corear las personas congregadas en el lugar.
Dice que le duele ver a Ortega “negar a los muertos” en la mesa del diálogo y siente impotencia al ver que mienten sobre cómo los mandaron a masacrar. “Estas personas existían y no han tenido siquiera la humildad de aceptar que se equivocaron”, insiste.
Denuncian ante el mundo
Impotencia. Rabia. Dolor. Son algunas de las palabras que repiten cada una de las madres de los jóvenes asesinados durante las protestas contra el Gobierno de Daniel Ortega, que se plantaron en el centro de Managua para exigir justicia.
Decenas de personas acompañaron a las denominadas “madres de abril” que cargaban fotografías de sus hijos asesinados por la Policía Nacional y las fuerzas paramilitares del Gobierno de Ortega y Rosario Murillo durante las protestas universitarias.
Madres, abuelas, tías, esposas, padres y amigos de las víctimas se unieron a decenas de jóvenes para exigir que el Gobierno reconozca la masacre. “No fueron homicidios, son asesinatos”, coreaban mientras recorrían la rotonda.
Jessica Patricia Rivas, mamá del adolescente de 16 años, Jesner Rivas, quién falleció tras ser herido cuando ayudaba a unos vecinos en la defensa del saqueo a un supermercado en el barrio La Fuente, aún sigue llorando cada vez que ve las fotografías de su hijo.
“Son el único recuerdo que me queda”, explica. Asegura que, al igual que el resto de madres de las víctimas, espera reunirse con la delegación de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
“Queremos reunirnos con ellos para que nuestra denuncia sea escuchado ante el mundo y se haga justicia, porque tenemos pruebas de que la Policía asesinó a nuestros hijos, que nos ayuden, porque no confiamos en el Gobierno de Daniel Ortega”, afirmó.
"De nada sirve que digan que sienten dolor, cuando no buscan a los culpables de estos crímenes", asegura Francisca Torrez, abuela y madre de crianza de Marco Antonio Samorio Anderson.
Recuerda que fue “agónico” buscarlo por varios días cuando estaba desaparecido. Apareció sin vida en la morgue del Instituto de Medicina Legal (IML) el martes 24 de abril.
“Mi niño no se metía con nadie y me lo asesinaron. Yo solo quisiera que la sangre derramada por todos estos jóvenes sirva para dejar una Nicaragua mejor”, indicó Torrez.
“Están matando el sandinismo”
La madre de Marlon Manases Martínez Ramírez, quién murió en la Universidad Nacional de Ingeniería (UNI) el pasado 20 de abril, acusa a la Policía Nacional de haberlo asesinado. “A mi hijo lo mataron con balas, un francotirador, fueron ellos y tienen que encontrar al culpable”, asegura Juana Adilia Ramírez.
El joven de 20 años jugaba fútbol, le gustaba leer y quería ser policía. “Mi hijo quería ser uno de ellos, pero ellos me lo mataron”, explicó.
“Yo fui sandinista y creo que lo sigo siendo, pero no soy orteguista. Ellos están matando el sandinismo. Desde el 20 de abril dejé de serlo, nosotros hemos luchado para que ahora nos paguen de esta forma. No es justo y deben pagar”, reclamó.
Seguirán luchando
Durante el plantón, decenas de mujeres se unieron en solidaridad con las “madres de abril”, como Julia Urbina Flores. Ella es la madre del mejor amigo de Richard Bermúdez Pavón, uno de los jóvenes asesinados durante las protestas.
“Este jovencito dio su vida apoyando a sus amigos, porque aunque él estudiaba secundaria en Tipitapa tenía muchos amigos en la UPOLI y estaba ahí apoyándolos”, relata entre lágrimas mientras sostiene un cartel con su fotografía.
Cuenta que ella luchó contra la dictadura somocista y lamenta tener que ver cómo estos jóvenes se enfrentan nuevamente a un Gobierno represivo.
“En aquel tiempo nosotros nos levantamos con armas y nos enfrentábamos, pero estos jóvenes han sido masacrados con sus manos limpias, me da demasiada impotencia y rabia”, manifiesta.
Asegura que sus hijos siguen en las protestas y no piensa detenerlos “porque ellos saben lo que es justo”.