10 de mayo 2018
Desde los Estados Unidos, con pose antimperialista me transmitieron el recado de un norteamericano que repite que el levantamiento popular en Nicaragua es pagado por la Central de Inteligencia Americana (CIA). Como prueba, él esgrimía un despacho mentiroso de Telesur. Y ante mi respuesta de que la nota contenía puras mentiras, el mentado académico mandó a decir que Daniel Ortega no es un santo, pero “mantiene un buen sistema social y Nicaragua es el país más estable de Centroamérica”.
Un mensaje tan cínico y con tono condescendiente (condescendent), no condescendiente en el sentido nicaragüense de ser flexible, sino con la intención ofensiva que el vocablo supone en los Estados Unidos cuando alguien habla desde la superioridad de quien lo sabe todo. Dan Kovalik es académico, trabaja en derechos humanos laborales y enseña en una universidad estadounidense. También ha visitado Nicaragua. ¡Ah!, y escribe para Counterpounch y Telesur…
Su discurso me sonó a Franklin D. Roosevelt diciendo que Anastasio Somoza era un hijo de puta pero era su hijo de puta. Es irónico ver cómo alguien que vive en los Estados Unidos y no se queda hombro con hombro con nosotros a resistir las iniquidades del sistema político que vivimos, se atreva a explicarme a mí el significado de lo que yo vivo cada día. Desafortunadamente esto ocurre con otros políticos que se autonombran “de izquierda” y derrochan toneladas de papel en una denodada defensa de alguien que, como Ortega, no lo es.
El buen sistema social al que se refiere el famoso abogado de derechos humanos, el sistema que ha mantenido “estable” a Nicaragua, se basa ni más ni menos que en un pacto con el gran capital. Esa “gran alianza estratégica”, como la denomina el propio Daniel Ortega, les asegura a grandes empresas el monopolio sobre las telecomunicaciones o la distribución de energía, y les garantiza la exoneración de impuestos. Es la misma alianza que mantiene congelados los salarios de las zonas francas y reprime todo intento de sindicalización o de recamos laborales.
No olvidamos que trece trabajadores de zona franca que protestaron por sus derechos, incluyendo mujeres, fueron apresados, juzgados y condenados por el gobierno, a pesar de que la compañía retiró los cargos. Ellos todavía cumplen su condena con casa por cárcel y tienen prohibido salir del país. Tampoco olvidamos que en el año 2015, unos 400 antimotines reprimieron a obreros y pobladores, en su mayoría mujeres que protestaban por el despido de tres sindicalistas. Los obreros pasaron 73 días en la cárcel. El ministerio del Trabajo defiende a los empresarios.
El buen sistema social es clientelista. El 70 por ciento de las personas que trabajan, lo hacen porque se inventaron su trabajo, el cual generalmente es precario. Una parte de los millones de dólares del pueblo venezolano que Ortega ha recibido desde 2007 se destinó a programas clientelistas para repartir láminas de zinc y mejorar los indicadores internacionales de desarrollo. Pero el grueso de ese dinero aumentó la fortuna personal de Daniel Ortega, que ahora es dueño de radios, televisoras, fincas, hoteles, tiendas, tanques de almacenamiento de petróleo, gasolineras, restaurantes de lujo, empresas de turismo, rutas de transporte, agencias de publicidad, laboratorios farmacéuticas y empresas prestadoras de servicios de salud.
El abogado de derechos humanos y de izquierda acusa a los estudiantes y al pueblo que está protagonizando una insurrección cívica en Nicaragua de ejercer una violencia política que destruyó la “estabilidad social”. La misma estabilidad que invisibiliza a los dos hijos de doña Elea Valle, los adolescentes Francisco Alexander y Tania Yuheisi, quienes fueron asesinados mientras visitaban a su padre que huía por ser hermano de un alzado en armas contra el gobierno.
No olvidamos que a todos los muertos los acusaron de delincuentes hasta que doña Elea logró hablar con la prensa y les devolvió sus nombres. Sus hijos eran estudiantes de secundaria, pero fueron tirados a una fosa común y el gobierno les niega, hasta el día de hoy, la autorización para que reciban un derecho sagrado: el de darles a los muertos cristiana sepultura.
No sé cómo este académico considera que Ortega tiene un gobierno “de izquierda”, si su administración ha entregado 147 concesiones para la explotación minera, que solo están dejando huecos en la tierra y en los pulmones de los trabajadores. Las industrias extractivas fueron denunciadas en el Programa Histórico del Frente Sandinista, cuyos estamentos seguimos quienes nos incorporamos a la lucha en los años 60 y 70 del siglo pasado.
Cómo puede creer este abogado de derechos humanos, que puede ser “de izquierda” un gobierno que colocó a Nicaragua entre los únicos seis países del mundo que prohíbe el aborto, incluso en los casos en que el embarazo ponga en riesgo la vida de la madre o del feto.
¿Dónde está el “izquierdismo” de un gobierno que exonera de impuestos al gran capital y ha cogobernado con ellos durante once largos años, mientras aumentan los impuestos, el precio de los combustibles y el costo de la canasta básica para el pueblo? Un gobierno que ha entregado los servicios básicos a monopolios que dejan en la total desprotección a la gente.
Desde que Ortega llegó al poder, casi ningún trabajador ha ganado un caso en el Ministerio del Trabajo. Por el contrario, en la Mina El Limón en el departamento de León, su gobierno ha reprimido sangrientamente las huelgas de los mineros de la empresa transnacional B2 Gold y de la población que se opone a que se le autorice la minería a cielo abierto a la firma canadiense.
En ese lugar una casa se hundió en las cavidades dejadas por la explotación minera y una mujer embarazada desapareció en el abismo. ¿Puede llamarse esto “izquierda”? No es fortuito que el primer combate de Augusto C. Sandino contra la intervención norteamericana ocurriera contra el plantel minero de Siuna.
Y salió a bailar la CIA
Dice también el abogado que la rebelión cívica que hoy enfrenta Ortega fue “planeada desde el exterior” para promover un cambio de régimen. Debo ser anarquista, porque creo que lo que más se planifica es lo que menos se realiza… El 18 de abril pasado, yo salí a protestar por el recorte de mi pensión; iba con un grupo pequeño, entre ellos personas de más de 80 años, y fuimos perseguidos y atacados por las jaurías de la juventud orteguista.
Al día siguiente, las reformas a las pensiones ya no sonaban. A los estudiantes universitarios, acusados de vivir ensimismados en sus celulares, se les “rebalsó el vaso”: los chantajes por las becas y las notas, las movilizaciones obligadas en respaldo al régimen, la amenaza de controlar las redes sociales y el internet; la negligencia oficial ante el incendio en la reserva Indio Maíz… todo eso despertó al pueblo, que se autoconvocó para exigir la salida de Daniel Ortega, Rosario Murillo y su anillo de poder.
Ese día la policía le quitó la vida a muchos estudiantes. Se han confirmado al menos 47 muertes y se investigan 20 más; nueve jóvenes perdieron un ojo producto de las balas de hule de la policía y decenas resultaron heridos. Entre los asesinados figura Álvaro Conrado, un niño de 15 años que solamente estaba pasando agua a los estudiantes de la Universidad de Ingeniería que sufrían el asedio de las bombas lacrimógenas. De paso, dos hospitales se negaron a brindarle auxilios médicos. ¿Qué gobierno de izquierda puede ser este? A menos que “izquierda” sea sinónimo de crímenes, represión y corrupción….Y para algunos lo es.
Este presidente Ortega se parece más al presidente Donal Trump: instaló ilegalmente a su familia en cargos de gobierno; todas las críticas en su contra son fake news (noticias falsas); acabó con la institucionalidad del país supeditando todos los poderes a su persona y a la de su mujer, y estableció el nepotismo como una política de recursos humanos en el gobierno. Es multimillonario, posee acciones en más de 50 empresas privadas entre hoteles, canales de televisión, centros turísticos, gasolineras, distribución de petróleo, todas las empresas previsionales, ferreterías y centros comerciales. Además, abolió las leyes que protegían el ambiente. Y es un ignorante, porque no lee ni el periódico.
Resulta que Kovalic justifica los recortes al INSS señalando las fallas en el modelo, pero olvidando los despilfarros en préstamos para proyectos fallidos a los allegados al poder y sus aliados, los empleos fantasmas para familiares de poderosos, y la deuda del gobierno que cobra cotizaciones a los empleados pero no las reporta al Seguro Social.
Ahora se preocupa de que vamos “a estar peor”. No. Jamás podríamos estar peor que en estos años que pudieron ser de un buen gobierno, pero nos montaron un circo en el que la pareja presidencial se convirtió en domador con un látigo, pretendiendo que el pueblo actuara como animales amaestrados. No pudieron. El pueblo está en las calles exigiéndoles que se vayan.