8 de mayo 2018
¿Hace quince días, alguno de nosotros se podría imaginar que esta dictadura hablaría de diálogo? Aun con gritos, amenazas y vociferaciones, el lunes 30 de abril Daniel Ortega tuvo que hablar de “diálogo”. Fue el pueblo valiente, la fuerza y el coraje de los estudiantes y todos los sectores sensatos y maduros de la sociedad nicaragüense, quienes lo están obligando a sentarse – a regañadientes y en un contexto de gran debilidad – para hablar de lo que hace poco nos parecía inverosímil. Si resumo lo que he leído en las pancartas y en las redes, las consignas que se levantan y los artículos de periódicos, etc., deduzco que,en el diálogo debe tener el objetivo de hacer justicia ante la masacre, cuando y cómo se van y la democratización del país.
Yo no sé cuál será la dinámica y el proceso del diálogo, ni cuándo comienza y en qué terminará. De lo único que estoy segura, es que el Gobierno no quiere dialogar, y no se atreve a decirlo expresamente. Busca – con sus amenazas y represión que continúa – que el pueblo desista de ello. Yo no tengo ninguna duda que le resulta mejor que seamos nosotros los que digamos no al diálogo.
Ahora leo algunas voces diversas, diciendo que no hay que dialogar “porque no vale la pena” y es comprensible, y claro que hay desconfianza de sobra, no es con nuestra abuelita con quien vamos a sentarnos, sabemos de la capacidad de maniobra que tiene el Gobierno, sabemos que tiene las manos con sangre, que busca ganar tiempo, que se resistirá, que lo saboteará con todo lo que esté a su alcance. Pero hablar desde ahora, que no debemos hacerlo, colgar los guantes antes de la pelea, - en mi opinión- es vencernos a media batalla, y es caer en su juego, en su trampa. Hace unos días alguien dijo: Ortega sigue desatando una gran provocación asaltando a la UPOLI, hiriendo, reprimiendo, metiendo el mono con más represión, todo para evitar el diálogo, donde llegará como perdedor. No se quiere sentar a escuchar la demanda de justicia y libertad. Yo lo comparto y no olvidemos que es el pueblo el que lo está obligando, sigamos obligándolo, acorralándolo. Todos los sectores se pronuncian por que se vaya y su terror a la presencia de la CIHD, está a la vista.
¿Nos asustamos por su evento lleno o medio lleno? ¿Que volvió a burlarse de los muertos? ¿Que sigue reprimiendo? ¡Pues sí, si es una dictadura! ¿Que la Fiscalía quiere hacer las investigaciones de los crímenes? ¡Lógico si es su aparato de poder y quiere la impunidad de la masacre! ¿Que estuvo Víctor Tirado López en la tarima? Enfermo o no, comprado o no, ¿qué demonios le importa al pueblo? ¿porqué gastar tanto tiempo en eso? A estas alturas, ni que llegue entera la antigua Dirección Nacional, o cartas de combatientes o militantes históricos o de una docena de artistas, le agregan o agregarían valor al régimen, porque ya no tiene credibilidad, la ha perdido, y por el contrario, todas sus acciones violentas, son muestra de su soledad y desesperación.
Son vergonzosas, pero es natural que nos indignen las cartas firmadas por x o y, o que se manipulen a viejos lideres sandinistas (enfermos o no), que quiera recomponer sus fuerzas e intentar llenar plazas y seguir atrozmente reprimiendo, porque necesita llegar con más fuerza, y la única que tiene ahora es la represión. Ese ha sido siempre el estilo y el comportamiento del orteguismo y en los últimos días se ha incrementado porque se encuentra en crisis. Si estuviera tranquilo, con el mismo poder de hace un mes, no recurriría a las armas, ni a manifestaciones, ni a pedir firmas de adhesión, ni a lanzar bravuconadas, ni hacer maniobras sucias, como lo hizo con Víctor Tirado López que se sabe que se encuentra enfermo de Alzheimer.
Dejemos que fluyan las cosas, apoyemos a los estudiantes y líderes sensatos de la sociedad civil que eventualmente nos representarán en el diálogo. No esperemos perfección, tengamos unidad y confianza entre nosotros. Y estemos claros que no será fácil, pueden volver momentos más terribles, la represión sigue y puede retornar el horror, todo eso estará siempre al acecho. Pero comprendamos que el 19 de abril, marca un antes y un después en Nicaragua, una situación cualitativamente distinta; entendamos también que el sandinismo en su sentido amplio es otro cuento largo y tendido y no cabe discutirlo en este momento, no todo podemos analizarlo y discutir en este momento. Y, sobre todo, reconozcamos que hoy estamos frente a otras generaciones y sectores, con otras dinámicas y visiones muchas más frescas: la juventud, las mujeres, el pueblo humilde que es sabio. Dejemos que las cosas fluyan y si del pasado debemos tomar experiencia, reconozcamos que a Somoza lo botamos todos, fue por una amplia unidad. Yo me sigo oponiendo a todo aquello que quiera revivir la cultura del pasado, a la costumbre de contar con autoridades superiores que digan lo que se tiene que hacer, al estilo “Dirección Nacional Ordene” que es lo que llevó a construir a esta dinastía autoritaria. Integrémonos todos, apoyemos, hagamos lo más que podamos, pero que las lecciones las dicte la gente. Lo está haciendo.
De ahí que la unidad de todos es la clave y no olvidar la masacre, no solamente por honrar a los jóvenes asesinados, sino porque ahora es eso lo que - aquí y ante el mundo -lo hace moralmente incapaz de seguir gobernando.