7 de mayo 2018
Si hubiesen cumplido el mandato constitucional de la no-reelección, Daniel Ortega y Rosario Murillo serían ahora expresidente y ex primera dama y podrían, dentro del FSLN, haber conservado su importancia, liderazgo y respeto. Se habría dado un recambio en su partido, gente nueva habría emergido. En un ritmo de mandatos sucesivos, su partido habría perdido algunos y ganado otros. Nicaragua habría seguido su desarrollo a saltos, pero la democracia, la libertad y sin duda, la economía de pobres y clase media habría mejorado la estabilidad y productividad del país con ideas de gente nueva y el recambio y sana competencia de la clase política.
Pero la soberbia y el mesianismo de creerse indispensables fue abriendo la brecha. Daniel y Rosario, no sólo decidieron no ceder el poder cuando les correspondía, sino ir creando, al precio de la democracia, la libertad y el estado de derecho, un sistema que les garantizara ejercer su voluntad incuestionada for ever. Así empezaron a apretar el cuello del país y fueron separando la cabeza, cada vez más en las nubes, del cuerpo cada vez más sin oxígeno, obligado a soportar voluntarismos y arbitrariedades sin cuento.
Es de imaginar el shock que habrá significado para Ortega y Murillo ver tanta gente sublevada y enardecida pidiéndoles que se marcharan. Ver otra vez, como en una pesadilla, al güegüense del 90, desmintiendo las encuestas, contempla las ralas demostraciones públicas -lo que llamaron “minúsculas” fuerzas- revelarse inmensas por el tamaño real del descontento general. Peor aún habrá sido percatarse de que era una sublevación motivada no por las órdenes de un liderazgo, sino por generación espontánea, por la indignación ante la avasalladora reforma del INSS, pero sobre todo ante la injusticia y brutalidad con que mandaron a apalear y a dispersar una pacífica demostración ciudadana. Al recurrir como otras veces a este sistema de intimidación, rellenaron la copa de la iniquidad, empujaron las arbitrariedades más allá del punto de inflexión y produjeron el estallido social.
Inicialmente y creo que, bajo el efecto de shock de la reacción popular, Ortega mostró cierta madurez al derogar el decreto que reformaba el seguro, llamar a un diálogo y retirar la policía permitiendo a la gente manifestarse. Otra vez, sin embargo, la obcecación, la ceguera, la enferma pasión autodestructiva dentro de su partido, les está obligando a volver al guion que los llevó a este fracaso. ¿Es que no se dan cuenta que esta revuelta es el resultado de su modo dictatorial? Cuesta creer que regresen al uso de la manipulación, la religión, los rezadores, las consignas, escuela Goebbels, pregonando lo contrario a lo que pratican. Cuesta creer que lo que todos vimos explotar por la maravilla del poder popular que sí existe porque este pueblo sí sabe de lo que es capaz, lo achaquen al “financiamiento” de EEUU, o incluso al MRS, el partido pequeño y tenaz que más les arde porque no lo han podido comprar ni malear. ¿Alguien vio a la embajadora Laura Dogu en Monimbó, en Estelí, en Niquinohomo, en la UPOLI, en Matagalpa, en Jinotepe, repartiéndole dinero a los insurrectos? Vergüenza les debería dar a los orteguistas negar así la capacidad popular de este “pueblo presidente” que dicen representar. Y más vergüenza y miedo tendrían que sentir ante la insidiosa manera en que están engañando a sus bases, echándolas a pelear contra ese “enemigo” que están construyendo y que no es otro que el más consciente y valiente pueblo nicaragüense. Es terrible ver a la jefe de la Corte Suprema de pronto amenazar a su propia gente, al “pueblo presidente”, anunciando que les hará sentir el peso de la ley. (Sugiero a todos los que tienen videos de los hechos que se los manden a esta señora) ¿Cuál ley Alba Luz Ramos? La misma que permitió que Daniel Ortega se reeligiera tres veces y retornara el país al poder absoluto de un caudillo y una familia?
Vienen días complejos si Ortega y Murillo siguen usando los métodos maquiavélicos que han caracterizado su accionar partidario: la propaganda mentirosa, las manipulación religiosa y la condena ciega y arrogante para quienes disienten de su criterio.
A este punto ya el pueblo no les reconoce autoridad para reprimirlos, ni para obligarlos a desistir, ni para llevárselos presos o conminarlos a presentarse a las autoridades, como mandan unos papeles que han circulado en los últimos días. Ese control perdido no lo recuperarán con más represión, cuidado con esta grave equivocación.
Ya se ha dicho que, bajo protesta, los universitarios y los movimientos de jóvenes aceptarán negociar cambios que enrrumben al país fuera de esta ruta que conduce a la dictadura dinástica y a la restricción cada vez más severa de las libertades públicas. Los empresarios han dado sus condiciones y la Iglesia también. Sólo profundos cambios políticos, la madurez y sobre todo, la aceptación de Ortega y Murillo de que deben recomponer el sistema electoral para que pueda haber un recambio de poderes en el pais, con otros protagonistas, podrá sacarnos de este peligroso interregno.
Y para que se inicie esa paz que invocan sus rezadores y sus medios, lo primero es que se permita que la Comision Interamericana de Derechos Humanos, venga a investigar y a dirimir las responsabilidades que causaron la muerte de más de cuarenta nicaragüenses en una semana y que han enlutado a las familias y el corazón de nuestro pueblo.
El trabajo de esa comisión paralelo al de la mesa que negocie la recuperación de la libertad política, la democracia, la separación de poderes y cuanto se ha distorsionado por la reelección consecutiva y el poder absoluto que se adjudicó la pareja presidencial, quizás pueda evitarles la salida que le tocó a Somoza en 1979.