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El cielo ha sido tomado por asalto

A los estudiantes en lucha corresponde la dirección del proceso de liberación

Los estudiantes atrincherados en la Upoli, salieron del recinto y fueron aplaudidos por los manifestantes: "No nos maten", decía un cartel colocado sobre la universidad. Foto: Carlos Herrera. Confidencial

Fernando Bárcenas

5 de mayo 2018

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Las protestas ciudadanas contra las reformas abusivas del INSS, decretadas unilateralmente por Ortega, han sido objeto de una masacre estudiantil sin precedentes. No sólo la policía orteguista asesinó en los recintos universitarios y en las calles estudiantes desarmados, con disparos a mansalva a la cabeza y al pecho, sino, también, asesinó estudiantes detenidos en las tenebrosas mazmorras del régimen, con torturas mortales. Han aparecido en las morgues, profundamente martirizados y desfigurados, una cantidad igual a la de los estudiantes asesinados en las calles. Mientras hoy, aún permanecen desaparecidos otra cantidad igual de estudiantes.

La mayor masacre estudiantil sin insurrección armada

Es la mayor masacre ocurrida en el país en la que nadie del pueblo empuñaba un arma. En ningún periodo violento de nuestra historia, en ninguna dictadura sangrienta precedente, ha ocurrido una tragedia criminal de semejante magnitud, sin causa aparente. En este régimen absolutista, que se ubica por encima de la sociedad en completa impunidad, la ferocidad brutal se ha juntado al fin con la estupidez total.

Hasta el día de hoy, los estudiantes del movimiento universitario 19 de abril cuentan 73 muertos, cazados por la policía orteguista en los recintos universitarios rebeldes, como si se tratara de una actividad deportiva macabra. Muchos estudiantes fueron captados en su agonía final en videos subidos por sus compañeros a las redes sociales, que espantaron la conciencia de la ciudadanía con un terror y rabia impotente al ver a los jóvenes intentando con desesperación contener con sus manos la hemorragia de sus amigos, de veinte años de edad, mortalmente abatidos, que en sus ojos insensiblemente abiertos mostraban ya la parálisis irreversible de la muerte.


Pero, el número de muertos crece fuera de cámaras a medida que la policía rellena con desaparecidos, con las manos cercenadas y molidos a golpes, las mismas gavetas que los familiares de los jóvenes asesinados vacían tristemente en las morgues.

Una masacre silenciada por el régimen, para buscar impunidad

Regresa de golpe el recuerdo de los puñados de jóvenes capturados de noche por la guardia somocista, que cargados de plomo en la cabeza eran tirados de los BECATS cada día en la Cuesta del plomo, en las afueras de la capital, para que los zopilotes que sobrevolaban cada mañana el botadero de basura de la Chureca cambiaran su ruta carroñera, guiados desde su revuelo majestuoso en las alturaspor su olfato finísimo, para darse un inesperado festín introduciendo su pico encorvado en las entrañas de la juventud antisomocista, que arriesgando sus vidas hacía protestas relámpagos en los barrios occidentales, con consignas libertarias y fogatas improvisadas.

El cambio consciente de la sociedad requiere de la pasión combativa y de la ideología de liberación. Por ello, la juventud es el caldo de cultivo del cambio, la crisálida cuya metamorfosis consciente encierra un futuro más humano.

El asesinato de la juventud nunca puede ocurrir en vano

Apuntamos para que el comportamiento inhumano de Somoza se diluyera en la memoria de los viejos y no se heredara a nuestros hijos y nietos. ¡Nada del somocismo debió sobrevivir! La memoria colectiva, sin embargo, hace una síntesis a lo largo del tiempo bajo circunstancias trágicas que se repiten sin cambio, y en el subconsciente se renueva con más ímpetu la misma obsesión vital de entonces: ¡que el asesinato de la juventud no ocurra en vano!

La gran marcha de centenares de miles de ciudadanos, profundamente adoloridos y airados por la masacre de la juventud, que desfilaron en casi todas las ciudades del país, fue una bocanada sin precedentes de libertad combativa. A Ortega no se le derrota, sin embargo, porque la inmensa mayoría del pueblo le exija con odio que abandone el poder. El tema, al fin de cuentas, es de correlación de fuerzas combativas, no de antipatía y odio.

Lo sorprendente, sin embargo, es que basta un error estratégico para que la correlación de fuerzas cambie en un instante, en un sentido o en otro. No obstante, un gobierno criminal, retrógrado, anacrónico, feudal, es de por sí un error estratégico. Por ello, Ortega ha perdido todos sus aliados en un santiamén, gobierna un cascarón vacío, y no puede adelantar siquiera una reforma válida del INSS.

Las tres marchas en siete días, dos gigantescas en contra de Ortega, y una raquítica supuestamente a su favor (con empleados públicos amenazados), ponen en evidencia que ya no tiene base social alguna, sólo cuenta con pandilleros, paramilitares, matones motorizados, serviles en puestos públicos. Mientras el pueblo se va adueñando de las calles en una dinámica creciente.

Cada vez que un sector social avanza con valentía, y abre perspectivas a la sociedad hacia un cambio progresivo radical, esta frase de tomar el cielo por asalto adquiere sentido histórico revolucionario.

La montaña pare un ratón

Cuenta Esopo que los montes con terribles temblores y estruendos daban señales de dar a luz, y al fin los pobladores que esperaban con mucho miedo el parto portentoso vieron que el fruto de los montes era un diminuto ratón.

Ortega da un paso atrás después de tanta torpeza. Esconde finalmente sus turbas y su policía, con las manos ensangrentadas.Ahora, por obra de la Conferencia Episcopal,salen a la palestra gente de todo tipo a negociar. Ortega deja que tomen asiento en un diálogo múltiple, extenso, sin condiciones, para que levanten reivindicaciones sobre cualquier cosa, que aprovechen el momento para elaborar discursos fastidiosos, debates sin fin, peticiones minúsculas y grandes. Así, si la lucha por la libertad degenera en mezquindad gremial, reivindicativa,Ortega recompone sus alianzas, y la montaña insurreccional habrá parido un ridículo ratón.

La dirección política no se improvisa

La estrategia de transformación del país, para que la patria deje de ser una finca, no se reduce a levantar barricadas, aunque pasa por ello. Y menos aún consiste en ahogar el grito libertario de las barricadas por la vocinglería de advenedizos, que van a dialogar con voceros del tirano, sin limitarse a apoyar simplemente a los luchadores.

Son los jóvenes valientes quienes, si acaso hay condiciones, deben dirigir el diálogo directamente con Ortega. El resto de advenedizos sobra.

La iglesia no está llamada a liderar ningún proceso político, ni a decidir participantes en un diálogo, ni temas, ni plazos del mismo. Su rol, en este caso, es de intermediación.Al organizar el diálogo bajo su dirección, la iglesia expropia a los luchadores de la conducción del proceso antiorteguista. Es una forma sutil de infligir una derrota a quienes luchan en las barricadas universitarias.

La iglesia debería respetar a la juventud combativa y limitar su papel. No debería ahogar en un mar de voces dispersas a los estudiantes heroicos. Porque ni diez, ni mil de esos participantes, escogidos a dedo por la iglesia, deben pesar igual a un solo estudiante combativo.

Lo que ha llevado al diálogo es la lucha, y lo que abre la posibilidad de cambio es siempre la lucha. Si fracasa la lucha, fracasamos todos. Toda derrota del pueblo se transmite por generaciones, porque las oportunidades perdidas no se repiten jamás en las mismas circunstancias.

Los estudiantes, al verse desplazados por la iglesia, que incluye en el diálogo incluso a orteguistas, exclaman confundidos:

¡Vamos al diálogo bajo protesta!

Si los estudiantes aceptan un diálogo inaceptable, en condiciones inadecuadas, significa que la protesta ha perdido su objetivo, que el repudio a Ortega ha reducido su meta, que se han abandonado posiciones ventajosas, cediéndole a Ortega la iniciativa. Ortega habrá salido de la defensiva estratégica, por simple confusión política de quienes le adversan.

No existe el diálogo bajo protesta. Es una forma de disfrazar la claudicación ante la influencia de advenedizos que ocupan las filas de los combatientes. Por inercia se tiende a la dispersión. Y la falta de método y de objetivos claros favorece al estatus quo, es decir, al orteguismo.

A los estudiantes en lucha corresponde la dirección del proceso de liberación

El diálogo, si acaso hay condiciones para ello según los estudiantes, es entre Ortega y los estudiantes en lucha, con todo el pueblo detrás. Los estudiantes combativos podrán solicitar los asesores que quieran, en cualquier tema, pero son ellos, los luchadores,no cualquier estudiante, quienes deben conducir las negociaciones, y son ellos quienes pueden desarrollartodos los debates necesarios. Es el mínimo respeto que merecen quienes a pecho descubierto han puesto a la dictadura de rodillas.

En estos momentos, no se trata de conocimientos de leyes o de economía o de sindicalismo, o de escuchar a profesores o a periodistas, sino, de disposición combativa por la libertad, sin dobleces ni negociación de prebendas. Desmantelar al orteguismo es un proceso que corresponde a los luchadores a la cabeza de la nación. Reconstruir la sociedad es otra etapa cualitativamente distinta, más amplia, aunque desde ahora se deban perfilar órganos de poder alternativo a la dictadura.

El repudio estudiantil al orteguismo debe expresarse en posiciones políticas con coherencia ideológica. Por ahora, la espontaneidad del movimiento, sin un programa de cambios que involucre a la nación, es su mayor debilidad.

*El autor es ingeniero eléctrico.

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Fernando Bárcenas

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