3 de abril 2018
A mis amigos del exterior que aún creen
que Daniel Ortega, es jefe de una revolución.
En los primeros años posteriores al asesinato de Augusto C. Sandino —de 1934 a 1940— el nombre del combatiente antiimperialista ejercía una seducción mixta entre el pueblo: una admiración dotada de mucha fantasía sobre su gesta, y esa misma fantasía, pero con una aureola de temor creada por la ligación de su nombre con el vil cognomento de bandolero. La fantasía y la calumnia hacían esa rara mezcla en la conciencia popular por atraso político y desinformación. A esto contribuía la ausencia de combates en las áreas urbanas del país, a excepción de las pequeñas ciudades del Norte.
Tampoco después del asesinato del guerrillero hubo muchos excombatientes que vinieran a vivir a Managua. A uno de ellos me cupo el honor de conocer, cuando mi familia pasó a vivir contiguo a la casa de un excombatiente sandinista (1939): Tomás Borge, padre. Sus relaciones con los vecinos no eran muy fluidas, y era objeto de comentarios sobre su condición de exbandolero, revueltos con temores. Su oficio de entonces, era vender libros usados.
Aquel ambiente de misterio y temor en torno al nombre de Sandino, la cultivaban los periódicos somocistas cuando, para glorificar a Somoza García como El pacificador de Las Segovias, hacían referencias denigrantes de Sandino. Los periódicos conservadores y de otros “independientes” no enfocaban los problemas sociales, eran políticamente pro norteamericanos y no tocaban la responsabilidad de estos en la ascensión al poder del victimario del héroe de Las Segovias. Era un ambiente político asfixiante y, asfixiado también, por el predominio de las noticias sobre la recién iniciada II Guerra Mundial.
La hazaña, la imagen y el patriotismo de Sandino estaban soterrados por la politiquería de liberales y conservadores. En el período anterior, hubo una alternativa política representada por el pequeño Partido de los Trabajadores (1931-1939) y los pocos sindicatos reprimidos y saboteados por el creciente somocismo. El PTN fue poco conocido por la mayoría de una población alienada por los dos partidos de las oligarquías. Pese a ello, dejó sus huellas dentro del proceso histórico nacional, seguidas después por los trabajadores que formaron el Partido Socialista Nicaragüense (1944-1979).
En aquellas condiciones, Sandino y su imagen se veneraban —como si fueran parte del santoral católico—, pero no tomadas en cuenta como fenómeno político vivo y ejemplar para las luchas políticas y populares, pues las causas que él combatió continuaban vigentes y la injerencia norteamericana solo había cambiado de la intervención militar a la injerencia diplomática, con todas sus consecuencias políticas y económicas. Sandino, entre 1934 y 1960, fue objeto de pequeñas celebraciones anuales cada 21 de febrero, como un ritual religioso.
Entre los años 60 y 61, nació el Movimiento Nueva Nicaragua, luego nombrado Frente de Liberación Nacional, como fuerza partidaria de la lucha armada contra la dictadura somocista… ¡pero Sandino seguía siendo para ambos movimientos y para el PSN, solo un inquilino en el altar patriótico nacional!
El nombre Sandino en el FLN surgió mucho tiempo después de haberse constituido, pero nadie ha podido precisar dos cosas: el día que el FLN pasó a llamarse FSLN, y quiénes fueron sus verdaderos fundadores, aparte de Carlos Fonseca y otros. Sin embargo, algunos fundadores que han sido ignorados oficialmente (entre ellos Bayardo Altamirano), pero sí hubo empeño en reconocer como él único fundador sobreviviente a Tomás Borge hijo.
Incluso, se ha ignorado la importancia de la labor del militante del MNN y luego del FLN y del FSLN, Germán Gaitán. Siendo hijo político del general somocista Francisco Gaitán (esposo de su madre), a quien los herederos del ajusticiado Somoza García, mandaron como embajador a la República Argentina, a principios de los años 60. El joven Germán se vinculó con jóvenes peronistas y comunistas en Buenos Aires y estos lo contactaron con el periodista Gregorio Selser, a quien le dio información sobre Sandino, y Selser comenzó a investigar para escribir el libro “Sandino, General de Hombres Libres”.
Germán trajo a Nicaragua el original y lo publicó en la imprenta de El Gran Diario, del abogado y periodista liberal independiente, Adán Selva. Fue hasta entonces que sectores estudiantiles comenzaron a conocer a Sandino, pero el FSLN nunca le reconoció públicamente su aporte a Germán, y murió siendo un funcionario menor del Mint. Ese fue el momento histórico en que se inició el cambio de Sandino de Santo-patrono a Héroe-guía de las luchas revolucionarias.
El poco aprecio por Germán, podría ser un síntoma de la otra conversión de Sandino: de Héroe-guía a Santo patrono. O sea, el alejamiento de los principios de Sandino, por parte del orteguismo dueño del nombre FSLN, aunque siga con su discurso sandinista, como si fuera un simple rezo al Santo. La cúpula del orteguismo manifiesta este alejamiento en tres hechos: 1) Sandino nunca quiso ser presidente; Daniel Ortega, no quiere dejar de serlo; 2) Sandino no quiso “ni un palmo de tierra” para su sepultura; el orteguismo tiene obsesión por acumular propiedades; 3) Sandino tuvo como una de sus principales banderas contra el imperialismo, la condena del Tratado canalero Chamorro-Bryan (1914, firmado durante la ocupación armada de Nicaragua), con el cual la oligarquía conservadora le entregó la soberanía nacional a Estados Unidos por tres millones de dólares.
Después de 99 años de aquella traición, en 2013 —y en tiempos de paz—, Ortega le entregó la soberanía nacional en el Tratado canalero al chino Wang Jing, por 10 millones de dólares anuales, durante diez años. El Gran Canal se “inauguró” en 2014, y comenzaría a funcional a través del Lago Cocibolca en el año 2020… ¡pero cuatro años después, no hay más que una trocha donde pastan caballos!
No es solo eso lo que ya constituye una estafa, sino algo peor: el contenido anti patriótico –y por ende, ¡anti sandinista!— del Tratado canalero Ortega-Jimg, pues permite hacer lo que quiera del país, aunque no haya Canal. Esto lo demuestra el siguiente resumen del jurista Alejandro Aguilar, publicado en el libro El Canal Interoceánico por Nicaragua de la Academia de Ciencias de Nicaragua (2015, segunda edición, páginas 123-124):
*Concesión exclusiva para patrocinar la ejecución de diez subproyectos por cien años a partir del inicio de operaciones del Gran Canal.
*Derecho de ceder, novar o transferir, o gravar todos o cualquiera de sus derechos.
*Derecho a tomar el dominio, o el uso de cualquier propiedad que lo requiera.
*Derecho de pagar indemnizaciones en tres meses a partir de la declaración de valor.
*Derecho de actuar como sociedad unipersonal con un único director no residente.
*Exclusión del régimen de libre competencia y competencia desleal de Nicaragua.
*Derecho a que no le afecte ninguna norma legal de Nicaragua.
*Derecho a que no le afecte ninguna disposición administrativa de Nicaragua.
*Derecho a no ser sujeto de ninguna sanción civil o penal por incumplimientos.
*Derecho amplio de exenciones y gozar de un régimen tributario excepcional.
*Derecho al trámite expedito de sus solicitudes (con respuesta en 14 días)
*Gozar de silencio administrativo positivo en caso que no haya respuesta.
*Derecho a ser resarcido por cualquier evento de fuerza mayor, natural o político.
*Derecho a ser compensado en 7 días por cualquier evento desestabilizador.
*Compensar a cualquier patrocinador con cargo a la cantidad a pagar por el Gobierno.
*Derecho a tomar acción contra cualquier bien, activo o reserva del Banco Central de Nicaragua.
*Derecho a ejercer acciones previsionales contra dichas reservas monetarias.
*Derecho a reclamar el pago de intereses por los montos en disputa.
*Ser compensado por inconstitucionalidad, o violación de tratados internacionales.
*Sus financiadores gozarán de privilegios bancarios, sin necesidad de registrarse.
Aún con el examen menos riguroso de estos puntos del tratado (Ley 840) es suficiente para asegurar que Ortega ha puesto el país y su soberanía en las manos de un ciudadano chino, casi desconocido, atado de pies y manos. O, como diría un campesino: Nicaragua fue entregada por Ortega como una res: ¡atada de cacho y barba!